domingo, 2 de diciembre de 2018

Bernardo Berolucci, el maestro de la cámara, el montaje y la fotografía

Bernardo Bertolucci: una obra marcada por la política y contaminada por una herencia problemática. 

El director italiano, fallecido el pasado 26 de noviembre a la edad de 77 años, había realizado numerosas películas que examinaban las luchas sociales y políticas de su época, pero siempre con un enfoque estético. Sigue siendo la polémica en torno al Último Tango en París, su película más famosa, que lo persiguió hasta el final de su vida.
Bernardo Bertolucci en el rodaje de Tú y yo (Io e te, 2012)
Bernardo Bertolucci vivió entre dos fascismos, entre sus tinieblas. Nacido en 1941 en Parma, en la Italia de Mussolini, murió a la edad de 77 años en Roma, en la Liga del Norte y de Matteo Salvini. Regreso de una peste negra a la que alguna vez dedicó alguna de sus obras más brillantes: el cineasta ha examinado como persona la faceta mórbida del fascismo, sus convulsiones íntimas y sus estragos externos.
En 1970, en El conformista (Il conformista), una de sus mejores películas, describe el deterioro que se produce en la mente de un burgués de los años 1930 -impresionante Jea-Louis Tritignant-, gangrenado por el odio y la culpabilidad, harto del deseo de pertenecer a la clase, de reprimir toda singularidad, Esta aproximación psicoanalítica, casi orgánica, también baña a Novecento, su gran epopeya, rodada en 1976, consagrada a la historia de Italia, desde el principio del suglo XXhasta el final de la II Guerra Mundial. 
Con este monumento del cine, recorrido por dos amigos de la infancia (Robert de Niro y Gerard Depardieu), opuesto a todo origen social, ideología y destino personal, Bernardo Bertolucci observa también el otro lado de la historia de su país: el de las luchas sociales, de las condiciones de la clase trabajadora, de las revueltas y de las revoluciones, de la cual se hizo portavoz y compañero durante una buena parte de su carrera, hasta el final de los años 1970. Desde Antes de la revolución (Prima della rivoluzione), en 1964, a La estrategia de la araña (Strategia del ragno), en 1970, cuestiona su propio compromiso con el Partido Comunista, entre la fascinación y el desencanto. 
Jean-Louis Trintignant y Dominique Sanda en El conformista (1970)
De este período muy politizado, Bernardo Bertolucci nunca rodó ninguna película crónica política (palabras del crítico Diego Galán), al estilo Costa-Gavras, prefiriendo siempre la estético al discurso, confiando en una belleza pictórica, sensual y sofisticada -incluso funeraria-, una parte fundamental de la expresión. Una manera de privilegiar el misterio en cada decorado, en cada personaje, de destacar más las preguntas que las respuestas. Este hijo de poeta, el mismo escritor y gran admirador de Fellini, gustaba de repetir: "Cada película que ruedo es para mí un retorno a la poesía".
Novecento (1976), con Dominique Sanda
Poco a poco, a partir de los años 1980, esta fascinación por la forma a veces ha devorado al fondo (ha sido acusado de estetizante): tenemos un recuerdo algo mitigado de los grandes espectáculos decorativos y exóticos tales como El último emperador (The Last Emperor, 1987) o Pequeño Budha (Little Budha, 1993). Las recreaciones costosas y elegantes, palidecen en comparación con sus trabajos históricos anteriores, como Belleza robada (Stolen Beauty, 1996), retrato vago en una villa toscana, parecen desvanecerse en comparación con las transgresiones del Último Tango en París (Ultimo tango a Parigi, 1972).
Esta última es la gran película del cineasta, su obra más famosa, su tragedia sexual de 1972, un sombrío testimonio de otra revolución de la época, la de las costumbres. La leyenda negra de esta historia de deseo y destrucción no deja de perpetuarse. Un apartamento cerrado, convulsiva, angustiosa y nihilista, entre dos amantes, que se conoce por azar, Marlon Brando y Maria Schneider, que devoró a la actriz en los inicios de su carrera, tanto como a su personaje. 
Bernardo Bertolucci, Marlon Bando et Maria Schneider en el rodaje de El último tango en París (1972)
Fallecida en 2011, confesaba que nunca se recuperó del escándalo, de de la intensidad predadora del rodaje. Lo que también persiguió a Bernardo Bertolucci hasta el final de sus días. O como una escena muy cruda, muy desesperada, sobre la base de la sodomía y de la mantequilla, pudo herir a la sociedad de 1972 como a la de 2018. 
Marlon Brando y Maria Schneider en una escena de la película
Vilipendiada, condenada, clasificada X en numerosos países -la película fue censurada en España durante el régimen franquista y no se estrenó hasta diciembre de 1977. Antes de su estreno oficial y para sortear la censura, miles de españoles viajaron a Biarritz y Perpiñán para verla-, la película maldita horrorizó a las multitudes, cuando la prensa  reveló que el cineasta habría preparado esta secuencia sin haber prevenido a su actriz, haciéndole sufrir una violación real ante las cámaras. Bernardo Bertolucci se defendió de esta acusación, argumentando que Maria Schneider conocía el guión y todas sus implicaciones. Verdad o mentira, nos deja con esta turbio legado, tan ambiguo e inquietante como los mejores de sus personajes de antaño. 

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