viernes, 14 de febrero de 2020

Charlie Chaplin y Buster Keaton, los falsos rivales de Hollywood

Durante décadas, los medios de comunicación han enfrentado a estos dos monstruos sagrados del cine mudo. Sin embargo, sus carreras son paralelas y sus destinos, íntimamente vinculados... En estos días se homenajea auno de ellos con la reposición de El moderno Sherlock Holmes (Sherlock, Jr., 1924), una obra maestra dirigida y protoganizada pepita firmada por Keaton. Para (re) descubrir con urgencia.
Podríamos imaginar a lo "amistosamente suyos" genérico con una pantalla dividida en dos: por un lado, Charlie Chaplin, el chico de los barrios obreros de Londres, y por otro, Buster Keaton, el estadounidense nacido en Kansas... Pero, a diferencia de la serie de televisión con Roger Moore y Tony Curtis, las dos trayectorias no se separarían realmente. Porque, incluso si los historiadores del cine a menudo quisieran oponer a Chaplin y Keaton, comprobaríamos, cuando vemos que sus vidas van en paralelo, que hay muchas más similitudes entre los dos cómicos que diferencias. ¿Chaplin versus. Keaton? Sí, pero solo en contra, parafraseando a Sacha Guitry.
Buster Keaton y Charlie Chaplin, en Candilejas (Limelight, 1952)
A cada lado del Atlántico, Charlie y y Buster son dos hijos de artistas, arrastrados por sus padres saltimbanquis de una escena de music-hall a otra. Aquí es donde aprenderán a ocupar el espacio, a interactuar con el público, a destacarse.
Aunque no marcó el final de la carrera de ambos, Candilejas (Limelight, 1952) fue, además de una película llena de nostalgia, la que los unió a ambos en un mismo escenario.Hacia el final de la película, una escena une a Keaton y Chaplin, representando una obra de teatro, donde Carlitos usa sus dotes de mimo y Buster aporta su típica cara inexpresiva. La escena es casi muda, por lo que la misma comporta casi un revival del pasado inmediato, que había tenido lugar unos veinte o treinta años atrás. 
Por ello, no se debe enfrentar a estos dos grandes comediantes, precursores en el género y fundadores del espectáculo cinematográfico, tal como lo conocemos hoy día, es un error que no se puede cometer.

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