viernes, 7 de enero de 2022

Las mejores películas inéditas en España de 2021 (II)

10.- Eight for Silver (2021), de Sean Ellis, Reino Unido

Con la vista clavada en los nombres fundamentales del pictorialismo, desde Julia Margaret Cameron y Gertrude Kasebier hasta Alvin Langdon Coburn y Edward Steichen, la cámara de Ellis se recrea en obtener una visión ligeramente desenfocada, o con efecto floue, de campos, eras, bosques y ríos. Las composiciones que juegan con el sol crepuscular, los cielos encapotados y las ramas de los árboles son particularmente hermosas. Imágenes de insólita belleza y a la vez frías, crueles, yermas, rescatadas de un tiempo pasado para hablar de nuestro presente pandémico. «Nadie vuelve como era», dice John McBride (Boyd Holbrook) tras abrirle el vientre a la primera bestia. En esta escena Ellis eviscera literalmente el subtexto de su filme, y de paso dialoga abiertamente con el folclore de Gévaudan, cuya popular historia de licantropía inspirara El pacto de los lobos (Le pacte des loups, 2001), de Christophe Gans, de la que Eight for Silver bien podría ser su versión autoconsciente.
La invocación formal del pictorialismo se acompaña de un fabuloso tratamiento cromático de la imagen que expresa de un modo alegórico la evolución dramática de la historia. Los tonos grises del principio, un gris plateado que señala al corazón mismo del mito, transitan de manera elegante hacia los sepias del tercio final, cuando el fuego sustituye al agua y la tierra como elementos a los que se anclan los personajes. Eight for Silver es una cinta elemental en el sentido estricto de la palabra; es húmeda, cenagosa, candente y borrascosa. Tiene el aura mística de las leyendas inmemoriales, y, como tal, desde un lejano Hades trata de enterrar al público en una atmósfera encantada. La imagen de Anne-Marie (Áine Rose Daily) hundiéndose en el agua de un lecho turbio, abrazada por las ramas de un bosque animado, sintetiza ejemplarmente las virtudes de una película estenopeica. No hay filtros entre la bestia y sus víctimas, solo agua, barro, madera y sangre. Y, al fondo, entre velos de desesperación, una luz marchita que grita: «búscame».

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