miércoles, 22 de septiembre de 2021

Anaïs Demoustier, Catherine Deneuve, Danielle Darrieux... homenaje a las "actrices frenéticas" (II)

En que consiste Preferir la insolencia al decoro. Ríase de las ideas ya hechas. Desprecia la pesadez y el aburrimiento. Prefiere la alegría a la tristeza, a pesar de la gravedad y el dolor… En Women's Club, de Jacques Deval (1936), por ejemplo, Danielle Darrieux no dudó en dejar entrar - ¡qué horror! - un niño en el gineceo donde vivía, a riesgo - ¡qué vergüenza! - convertirse en niña-madre, como solíamos decir en ese momento. Años más tarde, la misma indiferencia ante los prejuicios anima a Anaïs Demoustier en Les Amours d'Anaïs : se acuesta con un anciano, ¿y qué? Se enamora de una mujer, ¿por qué no?
Reacio al orden de las cosas
Por supuesto, en su misma impertinencia, las "frenéticas" provocan inevitablemente reacciones exacerbadas en sus detractores: los tratan inconscientes, caprichosos, egoístas e histéricos. Esto se debe a que, sin ser realmente conscientes de ello, al obedecer solo a su instinto, reflejan una visión del mundo menos convencional que la de sus denigradores. Más indecoroso. Tanto excéntrico como excéntrico.
Jean Servais, Jean-Paul Belmondo y Françoise Dorléac en El hombre de Río (1964), de Philippe De Broca
Cuando, en en El hombre de Río, mientras acecha el peligro, Françoise Dorléac se pregunta con la mayor seriedad del mundo, ante un Jean-Paul Belmondo exasperado, cuál será el color de su próximo coche y que lo elija "rosa con estrellas verdes". ” No lo hace por capricho, sino por desafío. Al sentido común, a la lógica, a esa razón irrazonable que, en nombre del bien común, mata la libertad de la imaginación en cada uno de nosotros.
Porque son lo que son y viven como viven, Darrieux, Dorléac, Deneuve, Demoustier -y Katharine Hepburn, en Hollywood, y Anna Magnani, en Italia- no son manifestantes. Ni revolucionarios. Ni siquiera feministas militantes. Nada más que recalcitrantes. Resistencia al orden de las cosas, a las reglas del juego, a la razón del más fuerte.
Y así, hoy como ayer, estas molestas galopan, derriban obstáculos aparentemente insuperables, empujan muros, derriban puertas, abren ventanas de par en par. Ciertamente, crean un lío infernal en la vida de quienes se cruzan en su camino. Pero es para empujar mejor a los perezosos, sacudir a los somnolientos, permitirles despertar - finalmente - a los demás, y especialmente a ellos mismos.
Las "frenéticas" son denunciantes...

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