jueves, 17 de diciembre de 2020

¿Conoce Vd. las adaptaciones de John le Carré al cine? (I)

Las historias de espías siempre han dado mucho juego en el cine y las de Le Carré se constataron desde el principio como un material prácticamente listo para ver en el cine. Las novelas de John le Carré son un material puramente cinematográfico, tanto que ha sido fácil mantener su esencia en el salto a la gran y pequeña pantalla, con excelentes adaptaciones, como El espía que surgió del frío, El jardinero fiel, El topo... Repasamos las adaptaciones llevadas al cine de sus obras, por orden cronológico.

El espía que surgió del frío (The Spy Who Came In from the Cold, 1965), de Martin Ritt

A pesar de que sus últimas misiones son bastante irrelevantes, el agente secreto británico Alec Leamas no desea abandonar la clandestinidad para ocupar un despacho oficial. Su nueva misión en la Alemania Oriental parece más interesante: consiste en hacerse pasar por un desertor y para que su deserción resulte verosímil se las ingenia para desacreditarse y desacreditar a sus jefes hasta conseguir que lo expulsen de la agencia de inteligencia británica. De este modo no le resulta díficil entrar en los círculos de espionaje comunistas. Sin embargo, el agente acaba descubriendo que su misión es una simple tapadera y él un instrumento al servicio de un complot secreto. 
El mundo está en plena Guerra Fría cuando se estrenó esta primera adaptación de John le Carré, apenas dos años después de la publicación de la novela. Revela los intentos paralelos de "intoxicación" de Occidente y la KGB para desacreditar al personal del servicio secreto de Alemania Oriental, con el fin de proteger a un agente doble dentro de ellos. La historia es diabólica, ya que la manipulación nunca está donde esperas que esté. La puesta en escena de Martin Ritt, en blanco y negro, más negro que blanco (claramente no estamos ante un James Bond) literalmente encierra a los personajes. Y Richard Burton es brillante como un antihéroe demasiado humano, aplastado por la malvada mecánica del espionaje.

Llamada para un muerto (The Deadly Affair, 1966), de Sidney Lumet

Adaptación de una novela de John Le Carré, donde el célebre espía George Smiley tuvo que ser rebautizado como Charles Dobbs, ya que Paramount, que había producido El espía que surgió del frío el año anterior, tenía los derechos del nombre del personaje. Detalle curioso que en nada afectaba la trama, adaptada además a la pantalla por Paul Dehn, el mismo guionista de la película citada. 
La cinta arranca con el supuesto suicidio de un funcionario británico, al que Charles Dobbs estaba investigando como posible espía comunista. En el Foreing Office quieren archivar el caso con esa versión, en que el hombre se habría quitado la vida al verse descubierto. Pero Dobbs va a seguir tirando por su cuenta del hilo de un par de pistas, con sorprendentes resultados. Dehn y Sidney Lumet saben atrapar bien el mundo triste y gris de los espías británicos descrito por Le Carré. Y construyen acertadamente la intriga sobre el juego de lealtades y deslealtades de distintos personajes, el querido tema del novelista de la traición. Como resumía muy acertadamente Lumet, el film "trata sobre las decepciones de la vida". Dobbs va sumando al dolor por las habituales infidelidades de su esposa nuevas "heridas", como la del "affaire" más serio con alguien al que hasta hace poco llamaba "amigo", o la de la poca atención que prestan a sus advertencias sus superiores. Los personajes son de una logradísima melancolía, de modo especial el Dobbs del gran James Mason, y la viuda que estuvo en un campo de concentración, magnífica Simone Signoret. El director sabe dar a la película un aire muy moderno. Rodada con encomiable clasicismo, no duda en recurrir hábilmente a la cámara en mano en la escena de la paliza. Y todo el pasaje en el teatro en que se está representando el "Eduardo II" de Marlowe, poderoso subtexto de lo que está sucediendo entre determinados espectadores del público, es excelente. Lumet pidió a su director de fotografía colores desaturados, para "atrapar esa atmósfera deprimente, como carente de vida, que Londres tiene en invierno". Freddie Young acudió entonces a un proceso de exposición previa de la película antes de filmar, lo que da a la imagen un aspecto único, que ayuda extraordinariamente a la historia.

El espejo de los espías (The Looking Glass War, 1969), de Frank Pierson

Años de la Guerra Fría. El servicio de inteligencia británico sospecha que los soviéticos están colocando misiles en la frontera alemana. El polaco Leiser se traslada detrás el Telón de acero para investigar, pero su vida corre peligro. Una joven alemana le ayudará a evitar a la policía secreta y a cumplir con su misión. Caracterizada por un tono gélido y lívido, que se materializa tanto en su tono fotográfico, en el elemento visual de sus imágenes –en las que incluso sus secuencias de acción aparecerán mitigadas-, y en el aporte de un fondo sonoro –obra de Angela Morley-, que se adhiere con presteza a la atmósfera de su relato, lo cierto es que su conjunto aporta una visión por momentos incómoda de contemplar, en torno a una galería de personajes a cual más mezquino. Desde esa pareja de Leiser, que no ha dudado en utilizarlo para su propio placer, y aborta para perder el vínculo de unión, hasta la carencia de personalidad que, en el fondo, manifiesta LeClerc, dominado por la tremenda influencia que sobre él ejerce una esposa a la que no ama, dedicándose a conquistas de secretarias, que conoce e incluso aprueba su propia esposa. Pero es que esa aura sombría aparecerá también en la figura de Avery, el hombre de una pareja caracterizada por sus constantes enfrentamientos, asqueado del respeto a las convenciones sociales que se empeña en mantener su esposa. En medio de un contexto dominado por la contención de sus respectivas personalidades, aparecen episodios tan caracterizados por esa tensión interna, como la pelea –en apariencia de entrenamiento, pero en el fondo como desahogo entre ambos-, que mantienen los citados Avery y el joven polaco-. Una secuencia que culminará con un matiz irónico, al aparecer unos agentes del orden en la puerta de la vivienda donde se ha producido, como detalle disolvente en ese enfrentamiento sutil entre el sometimiento al orden establecido y la subversión, que de manera metafórica, brinda el episodio. Película hija de su época, basado en una novela de espionaje del experto en estas lides John Le Carré. Entre el reparto destaca la presencia de Anthony Hopkins.

La chica del tambor (The Little Drummer Girl, 1984), de George Roy Hill

Martin Kurtz es un espía israelí que trabaja en una agencia clandestina para permitir una negativa plausible a sus superiores. Este recluta a Charlie, una actriz de izquierda radical de Inglaterra como parte de un elaborado esquema para descubrir el paradero de Khalil, un terrorista palestino. Joseph es el agente encargado de Charlie. El hermano menor de Khalil, Salim, es secuestrado, interrogado y muerto por la unidad de Kurtz. Joseph se hace pasar por Salim y viaja por Europa con Charlie, para Khalil crea que Charlie y Salim son amantes. Cuando Khalil descubre el caso y se pone en contacto con Charlie, los israelíes descubren su paradero. Charlie es llevada a unos campos de refugiados palestinos para recibir entrenamiento para que realice un atentado suicida. Ella comienza a simpatizar con la causa palestina, y sus lealtades divididas la llevan al borde del colapso. A Charlie la envían a que ponga una bomba en una conferencia dada por un israelí moderado cuyas propuestas de paz no son del gusto de Khalil. Ella ejecuta la misión bajo la supervisión de los israelíes. Como resultado, Joseph mata a Khalil. Charlie, posteriormente, sufre un colapso mental causado por la tensión de su misión y de sus propias contradicciones internas.. La penúltima película del responsable de éxitos como El golpe o Dos hombres y un destino fue esta adaptación de la novela homónima de John Le Carré que fue recibida con frialdad por la crítica y el público. El personaje principal del libro, una actriz inglesa de virulentas ideas políticas pro-palestinas (que todo el mundo coincidió en que estaba inspirado en la persona de la intérprete Vanessa Redgrave), cambió de nacionalidad en la película para que lo interpretase una Diane Keaton que por aquel entonces pasaba por un bajón de su carrera cinematográfica.

La casa Rusia (The Russia House, 1990), de Fred Schepisi

Adaptación de la novela homónima de John Le Carré, ambientada en la época de la Guerra Fría. Barley Scott Blair (Sean Connery), un editor británico que se encuentra en Lisboa, se dedica más a la bebida que a atender a los distribuidores rusos de sus libros. Un día lo aborda un agente de la CIA que le pide que sirva de enlace con una bella espía (Michelle Pfeiffer) que puede proporcionarle unos importantes manuscritos de un disidente ruso. La misión de Scott consistirá en intentar averiguar la veracidad y las claves de esas notas sobre el servicio de inteligencia ruso, pero se trata de una misión que puede poner en peligro sus vidas. El australiano establecido en Hollywood Fred Schepisi ha demostrado su buen oficio al trasladar a la pantalla con gran eficacia narrativa el siempre enrevesado relato del famoso novelista. En La casa Rusia se evidencia, por un lado, una aguda crítica a los intereses de los países que capitanearon la Guerra Fría. Y por otra parte, en vísperas del debacle de los países del Este y de la caída de la propia Unión Soviética, la película rompe una lanza en favor de la solidaridad humana y el entendimiento entre los pueblos antaño enemigos. La historia romántica de los protagonistas es el colofón de que antes deben estar las personas que las ideas políticas. La misma autorización del rodaje del film en la entonces URSS además, de cómo se trata el espionaje de las ayer intocables USA y Gran Bretaña es muy significativo. En este sentido, Le Carré-Schepisi intentan evitar el maniqueísmo fácil, aunque no siempre lo consiguen en su discurso de fondo.
(cont)

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