sábado, 12 de diciembre de 2020

Cinco Renoir para ver

La más aclamada: La regla del juego (La Règle du jeu, 1939). Noviembre de 1938. En una finca de Sologne se celebra un fin de semana de fiesta y cacería y hasta allí se traslada la alta alcurnia de la burguesía. En la lista de invitados que elaboran el marqués Robert de La Chesnove (Marcel Dalio) y su esposa Christine (Nora Gregor) se encuentra el nombre del aviador André Jurieux (Roland Tautain), un experimentado viajero que se enamora de Christine. 
El alto rango de los asistentes y sus nobles modales no impede que durante todo el fin de semana se sucedan los juegos de amor más banales e infieles. Entre la pareja anfitriona esto se permite, pero siempre habrá que seguir las normas del juego, guardar las apariencias. El contraste entre los modales de la alta burguesía y los personajes de baja posición es evidente. En el escaño alto no faltan la hipocresía, las mentiras y las infidelidades; en el bajo sobra la altanería de quien se siente –o quiere sentirse- superior. Regularmente citada entre las diez mejores películas de la historia del cine. Su estreno fue un completo fracaso de taquilla (poco después estalló la guerra) y se suprimieron diálogos y escenas del metraje para adaptarla a los gustos de la sociedad francesa. Finalmente fue prohibida por los gobiernos francés y alemán. Costó más de cinco millones de francos, el doble de lo presupuestado. Tras la guerra se extravió el negativo y sólo a partir de 1960 se ha podido reconstruir.
La más hermosaUna partida de campo (Partie de campagne, 1936). Mediometraje. Una familia pasa un domingo a orillas del Sena. Mientras los hombres duermen la siesta, unos jóvenes remeros invitan a la madre y a la hija a dar un paseo en barca; un paseo que se convertirá en algo más que una inocente excursión fluvial. Mediometraje de 40 minutos basado en un relato de Guy de Maupassant, en el que Renoir hace un homenaje a su padre, el pintor impresionista Pierre Auguste Renoir. Sus cuadros son mostrados en el film para suscitar una reflexión sobre las relaciones entre cine y pintura. Breve y pura maravilla, basado en el relato de Guy de Maupassant, con el que Renoir hace un homenaje a su padre, el pintor impresionista Pierre Auguste Renoir. Sus cuadros son evocados en el film, lo que provoca que confluya una reflexión dialéctica sobre las relaciones cine-pintura y sus operaciones de sentido. Los momentos en que esta relación se produce con mayor intensidad son dos. En el arranque de la película, Henri y Rodolph ven a través de una ventana a la bella Henriette de pie en el columpio, en una explícita representación al cuadro de La balançoire. El segundo momento coincide con la escena de amor junto al río. En ese fragmento Renoir focaliza el punto de vista de los amantes a través de las modulaciones del canto del ruiseñor. Al final del film se suceden doce planos que muestran una naturaleza cambiante, modificada por el viento. El director plantea la elipsis simbólica del tiempo transcurrido. Y el cambio de clima que preside el amargo encuentro de los amantes representa también un cambio de humor.
La más famosa: La gran ilusión (La Grande Illusion, 1937). Primera Guerra Mundial (1914-1918). Una obra sobre la camaradería y las relaciones humanas que retrata el día a día de unos prisioneros franceses en un campo de concentración alemán durante la Gran Guerra. Nada más llegar al campo, dos oficiales de la aviación francesa se enteran de que sus compañeros de barracón están excavando un túnel para escapar de allí... La guerra vista desde arriba (Pierre Fresnay-Erich von Stroheim) y desde abajo (Jean Gabin-Marcel Dalio)... Es considerada la primera de sus obras maestras. Se rodó entre febrero y mayo de 1937. Estuvo censurada en Italia antes de la guerra; en Bélgica ni siquiera se llegó a estrenar y fue nombrada enemiga cinematográfica nº1 por el Ministro de propaganda alemán, Joseph Goebbels. Fue nominada al Oscar a mejor película en la 11.ª entrega, convirtiéndola en la primera película de habla no inglesa en ser nominada en dicha categoría en la historia del Oscar y considera la mejor película extranjera por el Círculo de Críticos de Nueva York. El director Jean Renoir hizo de La gran ilusión un una obra maestra del cine francés, que se convirtió en uno de los filmes bélicos más influyentes para las posteriores películas del género. La cinta es un alegato pacifista y un análisis de las relaciones humanas en condiciones extremas. Está filmada con el naturalismo propio de Renoir, conseguido en parte por la libertad de improvisación de sus artistas principales, Jean Gabin, Pierre Fresnay y Erich von Stroheim, director con el que el cineasta reconoció nacer su vocación por el cine. Durante un tiempo se pensó que todas las copias fueron destruidas por los nazis. Sin embargo, en 1945, los soldados americanos encontraron una copia guardada extrañamente, por los mismos nazis.
La más anarquistaBoudu salvado de las aguas (Boudu sauvé des eaux, 1932). El guion está basado en una obra de teatro de René Fauchois. Boudu es un vagabundo que, desesperado porque perdió a su perro, se tira al río Sena desde el puente de las Artes, en París. Un librero, Monsieur Lestingois, le salva la vida y lo acoge en su casa. Boudu seduce a la señora Lestingois y a la criada de la casa, antes de retornar a su vida bohemia. El vagabundo Michel Simon destruye uno a uno los pilares de la sociedad burguesa. Una comedia técnicamente excelente y magistralmente interpretada por Michel Simon, en la que el director, Jean Renoir, no dejó pasar la oportunidad de hacer algunas incisivas críticas sobre el estilo de vida de la burguesía francesa de la época, sus ambivalentes actitudes respecto a la moral sexual y el concepto de heroicidad en general. En resumen: un pequeño clásico. En 1986, hubo un remake Un loco suelto en Hollywood (Down and Out in Beverly Hills), realizado por Paul Mazursky. En 2005, Gérard Jugnot dirigió otro remake, Tenemos un problema gordo. ¿Qué le has dado a mi mujer? (Boudu), con Gérard Depardieu en el papel de Boudu.
La más pacífica: El río (La Fleuve,1951). Tres chicas enamoradas de un recién llegado, un apuesto soldado, mutilado de una pierna. El punto de vista es el de Harriett, que recuerda ese momento tan especial de su vida, el de su primer amor. Domina un tono evocador, romántico y nostálgico. Jean Renoir logra el prodigio de no ser empalagoso. Nos mete en el corazón de esa niña adolescente, y despierta en el corazón del espectador, quizá, el recuerdo de aquella atracción de los años mozos, tal vez por el maestro o la maestra. Hay algo auténtico, que hechiza. Experimentamos el dolor de Harriett cuando, en el juego del escondite, Valérie obtiene el beso del capitán John. Y entendemos las discusiones con su rival de amores. Renoir confesaba abiertamente su interés por el agua: “Un elemento que, sin duda alguna, influyó en mi formación de autor de películas es el agua. Yo no concebía el cine sin agua. Hay en el movimiento de una película un lado ineluctable que lo emparenta con la corriente de los arroyos, con el discurrir de los ríos. Ésta es la torpe explicación de una sensación. En realidad, los lazos que unen el cine con un río son más sutiles y más fuertes, porque son inexplicables. Cuando estaba tendido en el fondo de la barquilla con Godefer, y las ramas barrían nuestras caras, experimentaba una sensación muy cercana a la que siento hoy cuando asisto a la proyección de una película que me impresiona. Sé que no se puede remontar la corriente, pero soy libre de sentir a mi manera la caricia del follaje en la punta de la nariz. Para mí, una buena película es eso, la caricia del follaje durante un paseo en barca con un amigo.” Fue rodada en la India. Una dramatización bastante fiel de la novela de 1946 del mismo nombre de Rumer Godden , la narrativa de la película sigue la mayoría de edad y el primer amor de un adolescente, con el río homónimo como tema central y telón de fondo. El río (La Fleuve, 1951) de Jean Renoir es, junto a Las zapatillas rojas (The Red Shoes, 1948) de Michael Powell, las dos películas en color más hermosas jamás hechas", en opinión del director Martin Scorsese, quien también afirmó que El río capta "la efímera belleza del mundo".

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