jueves, 31 de enero de 2019

Las seis claves para comprender el mundo encantado de Hayao Miyazaki (III)

(cont.)

Mujeres, os ama

La mayor parte de los héroes de Miyazaki son... heroínas. Jóvenes y menos jóvenes (niñas, casi siempre) o ancianas (la irresistible abuela de Mi vecino Totoro, entre otras), a veces damiselas en apuros (El Castillo de Cagliostro), a veces terribles (la bruja del Viaje de Chihiro, la de El castillo ambulante) o guerreras (La princesa Mononoke), son ellas quienes, la mayoría de las veces, roban el protagonismo a los chicos, con algunas excepciones. Pero incluso en El viento se levanta o Porco Rosso (Kurenai no buta, 1992), dos historias de aviadores en las que el "papel principal" es masculino, las mujeres aún tienen personajes hermosos, fuertes y complejos: una filmografía en forma de un vibrante manifiesto feminista.
Porco Rosso (1992)

La mano verde

Misteriosa, luminosa, exuberante, la pasión "verde" de Hayao Miyazaki prolifera por todas partes en sus películas, satura las decorados de jardines, de bosques profundos... Raíces enredadas, bosques relucientes, olas relucientes... En todas sus formas, en todos sus estados, la naturaleza invade cada plan, cada historia, o casi.
El viento se levanta (2013)
El cineasta confiere a la flora y la fauna de magia animista, y la opone voluntariamente a la sociedad de los hombres, industrial y fría, a la ceguera destructiva y codiciosa del mundo moderno. Esta "guerra" culmina en La princesa Mononoke, donde las criaturas del bosque se rebelan contra los proyectos destructivos de una compañía minera, o en Nausicaä del Valle del Viento, que se desarrolla en un entorno post-apocalíptico que renace lentamente a la vida ... salvaje.
La princesa Mononoke (1997)

Formas cambiantes

Ningún héroe de Miyazaki puede estar seguro de mantener la misma apariencia hasta el final de la historia. Los padres de Chihiro, culpables de comer la comida de los dioses, son transformados en cerdos. Sophie, en El castillo ambulante, es convertida en una anciana por una bruja celosa. Ponyo, sirenita divertida, navega entre humana y alevín... 
Ponyo en el acantilado (2008)

El viaje de Chihiro

Pero la ilustración más hermosa de esta tendencia transformista es sin duda el espíritu Sin rostro (Kaonashi) de El viaje de Chihiro: una sombra enmascarada, una especie de vacío animado por un hambre ilimitada por la identidad de los demás, que devora y se apropia, se deforma y se redefine a sí mismo de acuerdo con sus "robos". La materia en movimiento del dibujo, la locura de un imaginario que se reinventa constantemente.
Sin rostro en El viaje de Chihiro (2001)

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