domingo, 6 de enero de 2019

Las 16 escenas más inolvidables de películas de 2018 (II)

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9.- Los hitos de nuestra vida rara vez van según lo planeado. En ¡En Liberté!, Agnès Parent (Audrey Tautou) esperó ocho años a que su esposo Antoine (Pio Marmaï), condenado por un robo que no cometió, regresara a casa. Pero llega demasiado pronto. Ella no esta lista Entonces ella le pide que salga al jardín y vuelva a entrar. Bella escena, burlesca y romántica, tan alegre como desgarradora.
10.- Dos secuencias -inseparables- de la hermosa película The Rider, de Chloé Zao, en las que Brady, un ex-estrella del rodeo, doma un caballo salvaje en un corral en plena naturaleza. En la primera, se aproxima lentamente al animal, lo amansa dulcemente. En la segunda, establece con él una relación de fuerza coreografiada, un cuerpo a cuerpo violento y cautivador, en el polvo y la luz de Dakota. Un ballet salvaje, muy emotivo, con un joven vaquero con una presencia magnética. 
11.- Ella le prepara una tortilla con champiñones. Él, junto a la chimenea, sabe que son venenosas. Ella le da de comer como si fuera un niño.  Es una secuencia de consentimiento mutuo sin precedentes, basada en la sumisión, la intoxicación y la enfermedad. Como un amor loco que, una vez no es habitual, se puede instalar a largo plazo. Es una escena de El hilo invisible (Phantom thread, 2017), de Paul Thomas Anderson.
12.- El sol se pone frente a una casa de campo, y una mujer joven baila, todo en gracia erótica y soñadora. Contra la luz, ella es a la vez opaca y clara, como un ideograma en movimiento en tinta china. Dos hombres la miran, la codician... En Burning, del coreano Lee Chang Dong, esta escena cautivadora y crepuscular, resume todo el enigma de esta magnífica película, entre el thriller y el laberinto psicológico.
13.- Delante de la cama de un hospital, un joven realiza un striptease divertido pues es urgente ofrecer un momento de alegría al hombre que ama, enfermo de SIDA. En Vivir deprisa, amar despacio (Plaire, aimer, et courir vite, 2018), de Christophe Honoré, Vincent Lacoste sigue creyendo en ello, Pierre Deladonchamp sabe que todo está perdido, y es conmovedor. Junto a la escena de la bañera de Custodia compartida de Xavier Legrand, a la que iguala en tensión, es uno de los más bello gesto militante (y del cine).
14.- Cuando se ha tenido la suerte de ver Amanda de Mikhaël Hers sin saber a dónde nos va a llevar la película, es un momento asombroso, el momento en el que la historia bascula hacia el aturdimiento. A los veinticuatro minutos, la comedia romántica y ligera se desliza suavemente hacia la tragedia absoluta. Ella flota en su lugar. Tras la estela de un Vincent Lacoste que cruza el este de París en bicicleta. Todo está en calma, muy tranquilo, en un encadenamiento fluid, decorados, desde la fuente con leones hasta el castillo de Vincennes. Todo está vacío, muy vacío en la ciudad al atardecer. Todo parece delicioso, París es una fiesta con amigos y, sin embargo, se acabó. Lo que Mikhaël Hers muestra, en unas pocas tomas con una delicadeza conmovedora (y agonizante), es la última travesía de un paraíso perdido.
15.- En Lazzaro feliz (Lazzaro felice, 2018), de Alice Rohrwacher,  cuando el grupo de vagabundos entra a la iglesia, es expulsado y se va con la música que suena de fondo, y los seguiremos por las calles. Nada es más bello que este milagro.

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