martes, 8 de enero de 2019

Actores y actrices que nos deslumbraron en 2018 (III)

(cont.)

Ella: Clémence Boisnard...

¿No le dice nada? A decir verdad, a nosotros tampoco. Actriz vista una vez, en una película de la que apenas sabíamos algo, La fête est finie (2017), dirigida por Marie Garel-Weiss. Impresión de la verdad absoluta, de la intensidad hasta la incandescencia, en el papel de una drogadicta que intenta, o no, desengnacharse. Su compañera, Zita Hanrot, está genial, la película trata sobre el dúo, pero ella, desde Fátima (2015), no nos sorprende. Cineastas, pensad en Clémence.

Él: Victor Polster...

El adolescente Victor Polster, inaudita bailarina transgénero, implacable en su lucha, en Girl (2018), de Lukas Dhont. Todo el tiempo en la imagen, tan expuesto como lacónico, ofrece su cuerpo a la película. Pero también una cara que es toda una página en blanco.

Ella: Meryl Streep...

Al mismo tiempo, grandiosa, payasa y conmovedora en el papel aprendiz de jefe, mundana pero inteligente, del Washington Post, en Los archivos del Pentágono (The Post, 2017), de Steven Spielberg.

Él: Jakob Cedergren...

Imagínese: se le pide que interprete a un hombre colgado al teléfono durante una hora y media. En este caso, el agente de una plataforma de guardia de seguridad responsable de recoger las llamadas de socorro. El resto de intérpretes quedan en un segundo plano en la pantalla, dan una réplica aquí y allá, pero, hablando en términos generales, sus compañeros  son oyentes y la voz de una mujer aterrada entra en escena... En The Guilty (2018), de Gustav Möller, el actor danes danés Jakob Cedergren, filmado en primer plano, logra hacer este suspense totalmente adictivo.

Ella: Ophélie Bau…

En Mektoub, My Love: Canto Uno (2017), de Abdellatif Kechiche. Un cuerpo robusto que se ofrece con la misma frescura que un modelo de Auguste Renoir. La vitalidad insolente, de la chateadora, un toque de timidez compensado por una cierta confianza en sí mismo. Si alimenta a los animales, baila, abraza, tira o nada, Ophélie Bau es increíblemente natural.

Él: Jean-Luc Godard…

En El libro de imágenes (Le Livre d’image, 2018). No se le ve, pero se escucha su voz. Un poco temblorosa, como afectada, más cavernosa. Esta voz está ahí para dialogar, matizar, refutar lo que las imágenes sugieren. En esta oda a los países árabes, a su utopía maltratada, Godard se convierte en narrador, recitando. El fondo permanece encriptado, pero esta voz en off flota, se vuelve más clara al hilo de las secuencias. A pesar del caos, las guerras, el oscurantismo, ella defiende ardientemente la esperanza.

Ella: Jessica Chastain… 

Como organizadora de noches de póquer ultra-selectas, en Molly's Game (2017), de Aaron Sorkin. La actriz estadounidense impone su carisma y su aguda  inteligencia, en un gran papel de una aventurera, siempre al borde de la estafa. El tipo de personaje brillante, todo en fuerza y neuronas, que alguna vez hubiera sido reservado para un hombre. Una verdadera actuación feminista.

Él: Marcello Fonte...

Tiene la gracia, la fragilidad tragicómica de los grandes personajes de la comedia italiana del pasado. Marcello Fonte interpreta a un peluquero de perros en Dogman (2018), de Matteo Garrone: un hombrecillo conmovedor y que conmueve, en un mundo devastado por la crisis, la violencia y la pérdida de rumbo. Una actuación inolvidable, que le valió al actor el premio de interpretación de este año en el Festival de Cine de Cannes.

Ella: Adèle Haenel…

En En liberté! (2018) de Pierre Salvadori. Un día, un cineasta decide hacer de la belleza de una actriz, algo cómico, y con sus grandes ojos azules, una superficie, hilarante, asombrosa. Y Adele Haenel se vuelve más divertida que todas las graciosas oficiales.

Él: Timothée Chalamet…

En Call Me by Your Name (2017), de Luca Guadagnino. Desde Rimbaud, no hemos visto una imagen más hermosa y llamativa del joven soñador, exaltado, enamorado e infeliz. Timothée Chalamet no deja de girar. "Y me iré lejos, muy lejos, como un bohemio", y como una estrella.

Ella: Vicky Krieps...

No ha sido siempre fácil, pero la luxemburguesa Vicky Krieps hace algo más que reprimir la intensidad devoradora de Daniel Day Lewis, interpretando a la amante y la musa en El hilo invisible (Phantom Thread, 2017). Una emoción desnuda que rompe la pantalla y cruza las fronteras. Hollywood la reclama, Alemania y Francia también (De nos frères blessés, d eHélier Cisterne, Bergman Island de Mia Hansen Løve).

Ella: Toni Colette… 

En Hereditary (2018), de Ari Aster, donde interpreta un papel tan gratificante como a priori imposible: el de una madre devastada por la familia y luego confundida por la muerte de su propia madre, que ella comprende un poco tarde, que era una verdadera bruja... En esta mezcla de tristeza y odio, Toni Colette está emocionante, demencial. Gran actriz de una vez por todas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario