jueves, 15 de julio de 2021

Las 21 mejores películas del siglo XXI (III)

(cont.)

7.- Lazzaro feliz (Lazzaro felice, 2018), de Alice Rohrwacher

Los problemas de desigualdad o inmigración que aborda Rohrwacher no son novedosos, como tampoco lo es su estilo cercano al realismo mágico donde se puede rastrear casi toda la idiosincrasia de la cinematografía italiana. La originalidad radica en su conjunción, que también se observa en la combinación de dos nociones del estado de naturaleza y consiguiente paso a la sociedad civil: Rousseau y Hobbes. En realidad, en este filme los dos estados sucesivos podrían considerarse mezclados, pues ni la aldea es propiamente un estado anterior ni la ciudad es el posterior, sino que sus elementos se superponen. En cualquier caso, si Lazzaro representa la innata bondad rousseauniana, los hombres a su alrededor encarnan el egoísmo hobbesiano. Si Hobbes entendía que el hombre es un lobo para el hombre, con Lazzaro resulta que el lobo va más allá del hombre y lo trasciende.

6.- Holy Motors (2012), de Leos Carax

Unos meses después del estreno de Holy Motors, la escritora Pascalle Monier la describiría como «la gran sinfonía del gran artista moribundo, la canción del cisne, la síntesis definitiva de quién sabe que el cine ha muerto e intenta dibujarle un altar final». El propio Leos Carax sin duda renegaría de esa lectura, puesto que el cineasta ha desmentido por activa y por pasiva que su filme sea ese gran homenaje al cine que muchos creen estar descifrando. Puede que estemos enfrente, simplemente, de una obra performance iconoclasta y descarada, escenificada en trayectoria de héroe (o, en su acepción posmoderna, esa cáscara de actor que es Monsieur Oscar, interpretado por Denis Lavant). O, quizás, se trate de algo entre ambos conceptos que, moviéndose en un terreno incierto y abstracto, genera una fructífera lectura a mayor escala sobre el disgregado estado actual del cine.

5.- Pozos de ambición (There Will Be Blood, 2007), de Paul Thomas Anderson

Pozos de ambición no es simplemente una película: es una experiencia inmersiva en la esencia misma del arte de filmar. Como en 2001: Una odisea del espacio, otra propuesta cargada de ambiciosa épica, Anderson parte del inicio de la humanidad para explicar su hipotético final. Lo hace de forma bastante similar a Kubrick, con la salvedad de que no lo aplica a toda la población de la Tierra desde una perspectiva metafísica, sino exclusivamente al sujeto americano desde una perspectiva sociológica. Por ello es Pozos de ambición la gran película sobre los Estados Unidos del siglo XXI, que ataca de manera directa y feroz al mito fundacional sobre el que se sustenta el país amo del mundo desde que acabara la Primera Guerra Mundial; es decir, al sueño americano.

4.- Mad Max: furia en la carretera (Mad Max: Fury Road, 2015), de George Miller

Todo la película es una constante montaña rusa en donde cada nueva secuencia de acción supera en espectacularidad a la anterior gracias a unos magníficos efectos especiales, unos imposibles movimientos de cámara y su vertiginoso montaje. Un «más difícil todavía» que deja a las anteriores entregas en un simple calentamiento y que entrega momentos para el recuerdo como el de los vehículos adentrándose en una devastadora tormenta de arena o el dilatadísimo y trepidante clímax final. Mad Max: Furia en la carretera es todo lo que debería ser el blockbuster perfecto. Una superproducción de serie A con el espíritu desvergonzado y juguetón de la serie B. 

3.-  Mullholland Drive (2003), de David Lynch

Betty (Naomi Watts) llega a Los Ángeles a hacer realidad su sueño de convertirse en actriz. En los planos de apertura, la atmósfera de maravilla es notoria. La música dulce, la luz que como caída del cielo se proyecta sobre su cara, su sonrisa irrefrenable. Es una imagen de la inocencia más naif puesta ahí para ser derrumbada. Un estado de enajenación lumínica provocado por el propio escenario de Hollywood, la «fábrica de sueños» que aún no ha manifestado su lado tenebroso: el reverso del rostro radiante que nos aguarda es un cadáver descompuesto en un sofá. Para comenzar el siglo, Lynch nos recordó que la naturaleza del mismo cine se reduce a la pulsión entre luz y oscuridad. Una dialéctica elemental, la más vieja del mundo, que vertebra casi todos los relatos del cineasta. 

2.- El árbol de la vida (The Tree of Life, 2011), de Terrence Malick

«¿Dónde estabas tú cuando yo cimentaba la tierra?». Con esta cita del Libro de Job se abre El árbol de la vida. Ante la pérdida de un hijo, la mujer protagonista exige una respuesta. Una respuesta que no se hace esperar, y que no será dada por Dios sino por Darwin. Fuego, agua, catabolismo, anabolismo. Los primeros organismos unicelulares y, desde ahí, todo en cadena hasta el homo sapiens. El dinosaurio es la metonimia del agnosticismo. Es una visión escéptica que indica que las plegarias a Jesucristo caen en saco roto. Esta es la clave conceptual de la película. No el estricto cristianismo, sino la espiritualidad idealista de Hegel, o la filosofía cosmopolita de Diógenes. El planteamiento de Malick es secular en tanto que se refugia en el trascendentalismo y en la naturaleza curiosa del ser humano, que, por la incógnita de su origen, no puede evitar plantearse preguntas; sin por ello recurrir a unas sagradas escrituras, más allá de las de Kant o Sócrates. 

1.- La gran belleza (La grande bellezza, 2013), de Paolo Sorrentino

Roma se despereza y nos deja contemplar y escuchar, desde la Fontana dell’Acqua Paola, el esplendor de su majestuosa herencia. Una arquitectura sin igual que se deja observar estoica, con sosegada solemnidad y en una panorámica de descubrimiento, de 180º, capaz de dejar a un hombre sin aliento. Literalmente. Instantes después, en ese mismo lugar y con tan solo unas horas de diferencia, la cámara nos transportará al hemisferio opuesto. De lo idílico a lo grotesco. Paolo Sorrentino establece, con esta apertura, un paralelismo antitético: entre la Roma clásica, imperio absoluto de lo bello y lo puro que estableció los principales dogmas artísticos y culturales; y la Roma moderna, ahora gran imperio de la decadencia, fuente inagotable de corruptos y vividores que convierten la ciudad en un nido decrépito de sexo y drogas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario