lunes, 29 de marzo de 2021

Los auténticos artificios de Josef von Sternberg (II)

(cont.)
1.- Marlene y el amor: Morocco (1930)
Está en la habitación de la cantante, este viril legionario, pero, de repente, casi femenino: languideciendo en un sofá, una flor en la oreja y el cuerpo ofrecido, como esperando... "Obviamente tienes una pésima opinión de las mujeres". le susurra ella. "Es culpa de ellas, no mía", responde él... Entre este hombre y esta mujer, el deseo y los silencios, que el cineasta filma como un inútil duelo: la heroína sabe que está perdida, siente que él 'la perderá'. Ella lo despide, entonces, haciendo - pero a él no le importa - una confesión casi raciniana: "Será mejor que te vayas ahora: me empiezas a gustar..."
Marlene Dietrich y Gary Cooper en Morocco (1930), de Joseph von Sternberg. Paramount
2.- Marlen y la muerte: Fatalidad (Dishonored, 1931)
Marlene va a ser fusilada por espionaje. A ella no le importa, indiferente a la muerte como lo ha sido con su vida. Solo importa la apariencia. Entonces le pide al soldado que ha venido a recogerla a su celda un espejo y se ajusta el velo en el sable que le ofrece. Luego, enjuga las lágrimas de este joven demasiado sensible y, como se niega a comandar el pelotón de fusilamiento, comprueba, por última vez, el orden de su atuendo. Mira fijamente a los que le van a disparar, les sonríe. Y ella espera...
Victor McLaglen y Marlene Dietrich en Fatalidad (1931), de Josef von Sternberg. Paramount
3.- Marlene y la luz:  Capricho imperial (The Scarlet Empress, 1934)
Los cuerpos, siempre erotizados con Sternberg, se doblan, aquí, bajo el peso de la ropa. Y bajo el gigantismo espantoso y mortífero de las decoraciones que agobian en la corte de la futura Catalina II. Es solo al final cuando suelta a los caballos, literalmente. Entonces, vestida toda de blanco, apoyada por el ejército (donde coloca a sus amantes) y la Iglesia Ortodoxa (de la que deriva su legitimidad), Marlene caracolea hasta el Palacio de Invierno en San Petersburgo. Y las gorgonas se encogen y los monstruos se desvanecen, mientras ella se encarama hacia la luz...
Marlene Dietrich en Capricho imperial (1934) de Josef von Sternberg. Paramount
4.- Sin Marlene, el infierno: El embrujo de Shanghai (The Shanghai Gesture, 1941)
En un Shanghai de ópera al estilo Puccini, el casino de Mother Gin Sling (Ona Munson) parece un lugar de condenación. Una serie de círculos interminables en los que apenas seres humanos se mueven frenéticamente en torno a su despiadado vicio girar la ruleta… una obra maestra delirante. Sádica. Y trágica: "Emerge, en el corazón de las tinieblas, escribe Mathieu Macheret, el más límpido de los parentescos: el descubierto por un padre, una madre, una hija que hasta entonces se habían ignorado entre sí en la agitada rotación de máscaras y disfraces. Y identidades. Terminamos con un asesinato. Casi un ritual, de hecho, realizado cuando no vale la pena salvar nada.
Gene Tierney y Ona Munson en El embrujo de Shangai (1941), de Josef von Sternberg. United Artists

No hay comentarios:

Publicar un comentario