martes, 6 de abril de 2021

Perversión en las aulas: un Sidney Lumet imperfecto, poco conocido, pero fascinante reflejo de su arte (II)

(cont.)
El mal corre en esta institución: parece invadir las mentes, especialmente las de los más jóvenes... Durante una escena tanto más extraña cuanto que permanece inexplicable, el joven profesor - sin duda porque todavía está muy cerca de estos adolescentes a los que, hoy, es el responsable de educar - siente la necesidad de cortarse la mano, antes de asustarse, una vez liberado del apretón, ante el gesto que ha cometido. ¿Por qué haces esto? ¿Qué pasó con su libre albedrío?
Este es, obviamente, el objetivo de Sidney Lumet: hablar, una vez más, de la libertad individual, esta noción primordial y frágil, constantemente amenazada en América, y no solo. Utilice la maldad de Broadway para reflexionar sobre los peligros de la manipulación. Desmontar los engranajes que permiten a un hombre supuestamente providencial empujar a una generación -una nación- hacia el fascismo, con la misma complicidad de quienes luego serán sus víctimas...
Un duelo humanista
¿Cómo proceder? En primer lugar, eliminar la cultura, que permite reflexionar, calificar, debatir... Tiene sentido, en tanto, que el enemigo a matar sea el maestro encarnado por James Mason. Enseña lenguas muertas, por tanto inútiles. Y lo hace -un crimen contra la modernidad- al tratar a sus alumnos como adultos responsables, capaces, según él, de soportar lo peor para ser dignos de lo mejor. Un diplodocus, por tanto, irrisorio, pero engorroso, para ser eliminado urgentemente... Frente a él, su rival popular (Robert Preston) lo interpreta, los mentores, los amigos, los cómplices - lo que le permite infiltrarse en las conciencias y el inconsciente de aquellos a quienes busca seducir y reducir.
Es, por tanto, un duelo que filma Sidney Lumet. Un duelo humanista que se desarrolla entre dos mundos, dos filosofías, dos morales. Una fiesta implacable, cargada de dados, observada tanto por un testigo dulcemente indefenso como por las autoridades, por cobardes que puedan ser las mayorías silenciosas, protegidas de la lucidez por su insondable debilidad...
Por menor que sea, esta película poco conocida y poco querida de Sidney Lumet sigue siendo, por tanto, extrañamente personal. Y universal...

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