El 7 de mayo de 1950 se estrenó la película estadounidense Los condenados no lloran (The Damned Don't Cry), dirigida por Vincent Sherman. Protagonizada por Joan Crawford, David Brian, Steve Cochran, Kent Smith, Hugh Sanders, Selena Royle, Jacqueline deWit, Morris Ankrum, Edith Evanson, Richard Egan. Producción y distribución: Warner Bros. Pictures.
Sinopsis argumental: En un mundo dominado por los hombres, Ethel Whitehead aprende que para sobrevivir sólo hay un camino: ser seductora y, a la vez, poseer un fuerte carácter. Es así como Ethel decide escalar puestos en la sociedad a través de relaciones interesadas con el sexo opuesto. Algunos de esos hombres la aman, otros la usan; y uno – despilfarrador y chantajista- abusa de ella. Cuando éste asesina a su rival en la suntuosa sala de estar de Ethel, ella se da a la fuga para regresar a la pobreza que pensaba haber dejado atrás. Y esta vez puede que no encuentre un hombre que recoja los pedazos de su vida hecha añicos...
Comentario: Es la primera de una serie de tres consecutivas que Crawford rueda para la Warner a las órdenes de Vincent Sherman. Los otros dos son La envidiosa (1950) y Adiós, mi amor (1951). Sherman es un artesano, en general poco brillante, que con Crawford consigue realizar un buen trabajo, en especial en la cinta que nos ocupa. La actriz tenía 46 años al concluir el rodaje de la película, en el que hace el papel de muchacha de unos 30. El exceso de edad no perjudica la cinta, pese a no pasar inadvertido. Uno de los puntos fuertes de la obra es el guión, escrito con brío e intensidad. Aporta unos diálogos ágiles, rotundos y contundentes, que se combinan bien con el fuerte ritmo que Sherman impone al relato. La construcción de los personajes, en especial el de Ethel, es acertada en complejidad y riqueza de matices. El segundo punto fuerte de la película viene dado por la notable interpretación de Crawford, acompañada de las intervenciones destacadas de tres actores (David Brian, Key Smtih y Steve Cochran), que acababan de rodar Al rojo vivo (Walsh, 1949). Crawford trasmite al personaje de Ethel el tono de desmesura, amargura y vulnerabilidad que corresponde. La narración se desarrolla mediante un largo flashback, como es habitual en cine negro. El argumento se inspira en la vida real del gángster Benjamin "Bugsy" Siegel y de su amante Virginia Hills. La obra está puesta al servicio del lucimiento de la actriz. La película no constituye una instancia a favor de la igualdad de la mujer: reitera los estereotipos de inferioridad, sumisión y dependencia. El título está tomado de A Electra le sienta bien el luto (Mourning becomes Electra, 1931), de Eugene O'Neill. Un hermano le dice a su hermana: "No llores ... Los condenados no lloran".
La música, de Daniele Amfitheatrof y Max Steiner (no acreditado), aporta pasajes oscuros y de tensión y crea climas inquietantes, ajustados al sentido de la acción. La fotografía, de Ted D. McCord recrea en interiores los ambientes oscuros del cine negro, que contrasta con luminosas tomas exteriores al aire libre. Abundan los primeros planos de la protagonista, que tratan de penetrar en su atormentado mundo interior.

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