lunes, 21 de octubre de 2019

Vif-argent y L’Angle mort: cuando lo fantástico es verdaderamente... fantástico

En la primera película de Stéphane Batut como en la última del dúo formado por Pierre Trividic y Patrick-Mario Bernard, lo extraordinario refleja certeramente nuestras vidas.
Nadie cree en nada. Las palabras suenan mal. Y las imágenes son engañosas. Algunos cineastas juegan, además, como François Ozon, nunca se sabe, En la casa (Dans la maison, 2012) o en Frantz (2016) o  si lo que muestra y lo que dicen sus personajes es cierto.
Es cuando se escapa la realidad que surge lo fantástico. No es el gótico querido por los románticos del siglo XIX. Tampoco el gore tan apreciado por los aficionados al cine de la serie Z. Pero el uno, mucho más aterrador, porque difuso, que se agarra suavemente, dulcemente a diario para engañar mejor. La distorsión. A Jean Cocteau le gustaba hacerlo en Orfeo (Orphée1950). Georges Franju sabía cómo hacerlo en Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage, 1960) o Thomas el impostor (Thomas l'imposteur, 1965).
Lo fantástico es un arte delicado. Pocos lo manejan con la habilidad y el discernimiento necesarios. Y los más dotados se plantan, a veces: Bertrand Bonello, hace unas semanas, con su Zombi Child (2019), especialmente infantil. O el recién llegado Mati Diop, aún con la aureola de un Gran Premio en Cannes, en Atlantique (estrenada el 2 de octubre de 2019 en Francia): a pesar de la generosidad de sus palabras, fue difícil adherirse a estos inmigrantes ahogados, convertidos en fantasmas que se vengan de sus opresores.
Una pena, por otro lado, que pasara (casi) desapercibido Vif-argent de Stéphane Batut (estrenada el 28 de agosto de 2019). Una divertida opera prima, extraña, original, con un sentido novelesco y un gusto por el lirismo, extremadamente raro en el cine actual. En la que veíamos a un joven, Juste divaga por las calles de París buscando a personas que sólo él puede ver. Recibe de éstas sus últimos recuerdos, antes de enviarlas al otro mundo. Un día, una chica joven llamada Agathe lo reconoce. Ella está viva, él es un fantasma. En cierto modo, el guión recuerda Les jeux sont faits de Jean-Paul Sartre, donde los muertos deambulaban entre los vivos sin poder intervenir en su destino. Excepto que el joven cineasta se atrevió a negar, sin ninguna pretensión, la duda existencial defendida por el filósofo una vez: en su obra, las sombras acaban uniéndose. El comienzo de una irrisoria esperanza podría nacer...
Logro de las fuerzas indetectables que reinan en mundos paralelos: L'angle mort, del dúo Pierre Trividic y Patrick-Mario Bernard, estrenada el 16 de octubre. La película imagina los efectos perversos de un regalo extraño. Dominique (Jean-Christophe Folly) nunca deseó volverse, a veces, invisible, y sus compañeros de desgracia tampoco, quienes guardan este secreto, lo usan para vivir o para sobrevivir, y se reconocen mutuamente, como los miembros de una sociedad secreta vagamente maléfica. Pero ahora, poco a poco, su poder se está desintegrando. La magia parece huir de aquellos elegidos involuntariamente, repentinamente aterrorizados de ver desaparecer lo que creían adquirido para siempre.
¿Qué hacer con un poder no deseado, que se vuelve indispensable, pero que, de repente, empieza a fallar? En un París frío y lluvioso, los dos cineastas muestran lo sobrenatural como si fuera obvio y se aferran a los pasos de un narrador desnudo, en todos los sentidos, que deambula en un mundo extraño y familiar. cercano al limbo, amado por Baudelaire.
A su manera, Pierre Trividic y Patrick Mario Bernard responden la pregunta del cineasta surcoreano Lee Chang-dong en Secret Sunshine (Milyang, 2007) o Burning (2018): "¿Cómo podemos transmitir al espectador lo que es invisible? ¿Y cómo comunicar lo visible? Tienen éxito con destreza, convirtiendo en nuestros los tormentos de su héroe: su estupor y su dolor de ser diferente, ajeno a los demás, fuera de su alcance, por así decirlo. Obviamente incapaz de encontrar su lugar en el universo, aún cuando es necesario.
En el momento más intrigante de la película, una joven ciega mira, como si lo hubiera adivinado, a este hombre que ya no se ve a sí mismo. Este zombie cuyo espejo refleja la inexistencia.

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