domingo, 12 de febrero de 2023

Fallece Carlos Saura, un día antes de recibir el Goya de Honor por toda su carrera (II)

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Elisa, vida mía (1977) fue probablemente su obra maestra. Partiendo de un concepto muy ambicioso de interrelación del cine y la literatura, la película dialoga constantemente con los elementos peculiares del cine: imágenes, sonido, música y textos. En cuanto a las imágenes, hay una profunda relación entre escritura de textos y escritura visual. El diario que escribe el personaje interpretado por Fernando Rey es la fuente, o punto de vista de la enunciación, de lo que vemos, pero todo se complica al ser su hija, interpretada por Geraldine Chaplin, quien lee ese diario a su muerte. Por tanto hay que estar muy avisados para conocer el origen de la narración visual, que podría ser producida por la lectura de la hija, la escritura del padre o la voz enunciadora de un narrador externo a las voces de los personajes, algo así como un Saura-narrador. Todo ello entretejido de referencias a El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca, El Criticón de Baltasar Gracián y el mito de Pigmalión que oímos en la versión de la Ópera de Jean-Philippe Rameau (Pygmalion, 1748). Todo ello está pautado por la Gnosienne I de Erik Satie, que nos lleva a los espacios de la memoria.
Geraldine Chaplin en Elisa, vida mía (1977)
Con la llegada de la democracia a España, Saura se convirtió en uno de los cineastas más destacados de la Transición. Los ojos vendados (1978) es un alegato contra la tortura y las injusticias en Latinoamérica. Al año siguiente abordó su primera comedia con su revisión de la familia de Ana y los lobos en clave cómica y con un aire de fin de franquismo en Mamá cumple cien años. Fue todo un éxito de crítica y público, premiada en varios festivales y seleccionada para el Óscar a la mejor película extranjera. Geraldine Chaplin, Rafaela Aparicio, Norman Brisky, Fernando Fernán Gómez y Amparo Muñoz, entre otros, son los protagonistas de la trama.
Rafaela Aparicio en Mamá cumple cien años (1979)
En 1980 cambió de registro y, abandonando el cariz intelectual, reflexivo y polisémico con el que trataba de diseccionar las consecuencias de la guerra civil y el franquismo, volvió al cine popular, al que trata problemas contemporáneos como la marginación juvenil, con Deprisa, deprisa (1981), al fuerte realismo, añadió otra novedad, la protagonista, Ángela, es un duro personaje interpretado por una desconocida Berta Socuéllamos, que al igual que el resto de compañeros, no volvió hacer más cine. De hecho, muchos de ellos, como los protagonistas de la trama, acabaron muriendo en trágicas circunstancias. Película  que obtuvo el Oso de Oro del Festival de Berlín.
Deprisa, deprisa (1981)
Ese mismo año comenzó la colaboración con Antonio Gades y con el productor Emiliano Piedra. Tras ver su ballet teatral Crónica del suceso de bodas de sangre (1974), a su vez basado en la tragedia homónima de Federico García Lorca, Saura le propuso llevarlo al cine, con lo que inició un género de musical genuino y alejado de los moldes anglosajones. El musical recabó un éxito inesperado internacional tras proyectarse en Cannes. Con la película Bodas de sangre (1981) inventa un nuevo género de película de danza y contribuye con ello a la extraordinaria divulgación que experimenta estos últimos años el baile español en el mundo. Es la primera parte de la trilogía sobre el flamenco de nuestro director. 
Bodas de sangre (1981)
De nuevo con Antonio Gades y Emiliano Piedra prepara una adaptación de la ópera de Bizet Carmen que se convierte en un éxito internacional en 1983, premiada en Cannes y seleccionada para el Óscar. Es la enésima adaptación al cine de la famosa historia de Prosper Mérimée, cuya novedad es que construye una historia de “cine dentro de cine” (o de teatro dentro del cine, para ser más exactos). Forma parte de la trilogía musical emprendida por su director, Carlos Saura, con “Bodas de sangre” y completada posteriormente con “El amor brujo”, y fue la película que lanzó al estrellato a la entonces desconocida Laura del Sol. Irónicamente, al igual que la actriz, la película tuvo mucho mayor repercusión a nivel internacional que español.
Laura del Sol y Antonio Gades en Carmen (1983)
Con El amor brujo (1986), inspirada en la obra homónima de Falla, su musical más ambicioso hasta ese momento, cerraría una trilogía dedicada al musical español contemporáneo. Técnicamente es la mejor de las tres, aunque quizás carezca de la pasión que destilan algunos de los mejores momentos de Carmen.
Antonio Gades y Cristina Hoyos en El amor brujo (1986)
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