lunes, 2 de abril de 2018

Biografías de cine: Erich von Stroheim (V)

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La caída de un gigante

Sin embargo, en las películas mudas de Stroheim que siguieron a Avaricia, la "fealdad" y la "crueldad" no aparecieron en dosis que resultaran excesivas para lo que la maquinaria industrial de Hollywood considerara "comercial". En La viuda alegra (The Merry Widow, 1925); La marcha nupcial (The Wedding March) y La reina Kelly (Quen Kelly), ambas de 1928, se permitió que apareciesen algunas de las perversiones y maldades típicas del cine de Strohei, pero sólo para añadir un toque morboso a películas que eran esencialmente amables y llenas de "glamour", más míticas que novelísticas. Tanto en La viuda alegre como en La reina Kelly, se lograba introduciendo el personaje grotesco de un acaudalado inválido (interpretado por Tully Marshall), que muere poco después de casarse con la protagonista; en La marcha nupcial, la heroína se ve perseguida por un vulgar carnicero (Matthew Betz). Las complejidades narrativas y psicológicas de Esposas frívolas y Avaricia brillaron por su ausencia en estas obras posteriores. 
Fay Wray y Erich Von Stroheim en La marcha nupcial
Esa solución de compromiso, esa mezcla de estilos, serían, sin embargo, fuente de inspiración para otros directores de Hollywood, entre ellos Billy Wilder, quienes pudieron realizar sus agridulces combinaciones de cinismo y sentimentalismo basándose en las lecciones de Stroheim y Ernst Lubitsch. Ppero, para alguien tan ambicioso como Stroheim, una solució así debía parecer un fracaso. Aunque alcanzó la cuspide de su popularidad con La viuda alegre, su última película para la Metro-Goldwyn-Mayer, los productores de la Paramount le impidieron realizar a él mismo el montaje definitivo de La marcha nupcial (de la que sólo se ha conservado la primera mitad), mientras que los productores de La reina Kelly, Joseph Kennedy y Gloria Swanson, pasaron la película a mitad del rodaje. 
Fotograma de La reina Kelly
Tras el desastre de su única película sonora, Walking Dow Broadway, que fue gravemente multada, rodándose luego nuevas escenas y distribuyéndose en 1933 con el título de Hello Sister, Stroheim sólo pudo expresarse en el cine a través de sus interpretaciones. Afortunadamente, los papeles que se le encomendaron fueron mucho más sutiles que el del enloquecido Erich von Furst de The Lost Squadron
Desde su memorable retrato como el Rauffenstein en La gran ilusión (La grande illusion, 1937), de Jean Renoir y su espléndida interpretación del maestro de escuela perseguido en Les disparus de Saint-Agil (1938), de Christina Jacque, hasta el dolorosos autorretrato que realizó en El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard, 1950), de Billy Wilder.
La gran ilusión (La grande illusion, 1937)
Stroheim fue dejando una galería única de personajes tanto en el cine europeo como en el americano, y siguió trabajando como actor hasta su muerte, ocurrida en 1957. 
Fotograma de Les disparus de Saint Agil (1938)

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