sábado, 7 de mayo de 2016

Cine y educación: Hoy empieza todo

Ficha técnico-artística
Hoy empieza todo (Ça commence aujourd'hui, 1999). Francia. Dirección: Bertrand Tavernier. Protagonizada por Philippe Torreton, Maria Pitarresi, Nadia Kaci, Didier Bezace, Veronique Ataly, Nathalie Bécue, Emmanuelle Bercot, Françoise Bette. Guión: Dominique Sampiero, Tiffany Tavernier, Bertrand Tavernier. Música: Louis Sclavis. Fotografía: Alain Cloquart. Productora: Les Films Alain Sarde/Little Bear/TF1 Films Production. Drama. Enseñanza. Infancia. Color. Duración: 107 min.
Sinopsis:
Daniel Lefebvre es el director de la escuela infantil de un barrio marginal de un pueblo minero del norte de Francia, en el que el 30% de la población está en paro a causa de la crisis de la minería. Un día, la madre de una alumna llega borracha a la escuela, sufre un colapso y deja allí a su bebé y a su hija de cinco años. El director solicita entonces la ayuda de los vecinos, pero lo único que conseguirá es que su labor docente sea cuestionada. (FILMAFFINITY)
Nominaciones y premios: Festival de Berlín: Premio Internacional de la Crítica FIPRESCI, Mención de Honor; Premios César: nominada a mejor Actor (Torreton); Premios del Cine Europeo: Nominada a mejor actor (Philippe Torreton).
Comentario:
Película ambientada en un pueblo ex minero en el norte de Francia. Es cine social, es crítica a un sistema de bienestar amenazado en Europa, es Bertrand Tavernier, es una película rodada con técnica documental, es una mezcla deliciosa de música y fotografía.
Un pueblo triste y lluvioso acoge la historia de un director de una escuela infantil llamado Daniel Lefebre (Philippe Torreton). Un personaje demasiado idealista pero indomable por las autoridades. Un utópico del siglo XXI que protagoniza desencuentros con todo tipo de autoridades, incluido un alcalde comunista que ejemplifica el problema de la izquierda y su potencial electorado. Éste le espeta a un Lefebre exaltado que todos esos ciudadanos que le piden ayuda y bendicen el comunismo, cuando pierden los beneficios se marchan llorando a un partido de ultraderecha. Una especie de subasta en busca de quién promete más. 
Daniel es un hombre extremadamente amable y paciente, pero no duda en ponerse firme para defender sus convicciones en determinados momentos. Asimismo, algunas de sus reacciones (como el instante en el que se arrepiente tras propinarle un sopapo al hijo de su compañera, la manera en que asume, con resignación, la obligación de atender a su padre -aunque éste le maltratase cuando era pequeño-, o su visita al cementerio tras haberse negado a acudir a una ceremonia fúnebre), su comprensión, y la compasión (no sólo con los niños, sino también con los animales, recuérdese la escena de la pesca en la que Daniel devuelve al mar el pez que ha capturado) denotan un inquebrantable espíritu de bondad.
La crítica que desgrana este personaje en cada segundo de la película no es contra la institución educativa, sino contra la indiferencia del sistema de asistencia social. Se trata de un sistema pasivo, sin dinero, despreocupado de la realidad y más interesado en informes y tecnicismos que en los problemas diarios. 
El hallazgo de esta película – cuyo guión ha sido escrito por un profesor de instituto – es mostrar el enorme vacío e incomprensión entre autoridades y vida cotidiana, el desconocimiento de una realidad social no cubierta por los medios y llena de trabas burocráticas. 
A pesar de todo, Tavernier niega y afirma a la vez. Por un lado, denuncia un sistema podrido e inconsciente de los problemas que no resuelve y, por otro, insiste en la posibilidad de mejorar el sistema desde dentro. Un optimismo que sirve de epílogo para un largometraje cuyo prólogo no da cabida para la esperanza.
Su dramatismo, la trama y su desarrollo la colocan más allá de las modas a las que se agarran este tipo de películas. Y por si fuera poco, su crítica golpea con dureza, sin medias tintas ni banderas, contra una situación perpetuada con gran descaro.
Esta película podría calificarse como “cine de denuncia”. Es una historia que se erige como un canto y un homenaje a la figura del educador, auténtico héroe aquí, personificada en el protagonista, Daniel Lefebvre (Philippe Torreton), un hombre que emprende una lucha titánica cada día enfrentándose a toda la precariedad que rodea al centro donde imparte sus enseñanzas a niños pequeños, a veces viéndose obligado a ejercer como asistente social, y luchando contra la miseria moral y material de algunos de los familiares de los alumnos. Muchas de las situaciones son, quizás, un tanto arquetípicas, pero no dejan de estar resueltas con gran respeto, sin maniqueísmo y con las mejores intenciones

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