sábado, 15 de junio de 2013

Aniversario de cine: Cleopatra (II)

Al final de la película, la pantalla está llena de cadáveres. Efectivamente, Cleopatra le había costado casi la vida a su estrella y a uno de los grandes estudios de Hollywood. Pero la baja más  más significativa de esa epopeya prolongada e  inútilmente costosa fue el respeto y la afición del público hacia los productos del cine americano. Cleopatra fue excesiva en todos los sentidos, y todo el mundo supo deducir la lección de la relación entre la decadencia del cine moderno y la historia dé la apasionada autodestrucción de la famosa reina de Egipto. En todo el mundo, la película  fue considerada  como un emblema de hasta qué punto había llegado a ser estúpido, autoindulgente y arcaico el mundo de Hollywood.
Después de todo, a comienzos de los 60 no había nada que pareciese propiciar una aventura tan disparatada como ésta. John F. Kennedy le preguntaba a sus conciudadanos qué podían hacer por  su país. El problema de Berlín preocupaba a una nerviosa Europa y, de repente, se convirtió en el posible desencadenante de una Tercera Guerra Mundial. En Francia, los directores de la nouvelle vague estaban haciendo películas que parecían conscientes de estas realidades, así como conocer el estilo y las formas de expresión utilizadas por los jóvenes como armas contra las actitudes cerradas de generaciones anteriores. En 1960 se produjo en Hollywood una gran huelga de actores. Y mientras tanto, Elizabeth Taylor, que tenía ya más de treinta años cuando la película se estrenó, se dedicaba a ocupar las primeras páginas de los periódicos con un escándalo detrás de otro, y a exigir un millón de dólares por una sola película.
Cleopatra marcó el final de un cierto tipo de imperialismo cinematográfico, y conviene no olvidar r que el hombre que lanzó originalmente el proyecto fue Walter Wanger. Este productor era una extraña mezcla de aristócrata y magnate de Hollywood, y tenía ya sesenta y cinco años cuando la producción de Cleopatra se puso en marcha. Wanger había sido siempre un hombre muy ambicioso de honores y al que le gustaba mucho la pompa. En 1951 había disparado contra Jennings Lang, el agente de su mujer, Joan Bennett, por creer que los dos estaban sosteniendo una relación amorosa- Wranger había comenzado su carrera después la I Primera Guerra Mundial como ayudante de Jesse Lasky, y había mantenido su reputación de productor independiente de éxito durante tres décadas con títulos tales como La reina Suecia (Queen Christina, 1933), Sólo se vive una vez  (You Only Live Once, 1937), La diligencia (Stagecoach, 1939), Almas desnudas (The Reckless Moment, 1949), Motín en el pabellón 11 (Riot in Cell Block 11, 1954), La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snalchers, 1956).
Fue quien empezó a soñar con Cleopatra con la misma determinación que llevó a David O. Selznick a realizar Lo que el viento se llevó (1939). Pero tenía el doble de años que Selznick cuando éste empezó a producir su famosa película, y había sufrido ya un infarto. A pesar de todo, Wanger consiguió un guión, formar el reparto y decretar que el antiguo Egipto debía reproducirse en los estudios Pinewood de Inglaterra. También contrató como director a Rouben Mamoulian, un hombre que, en los quince años anteriores, había dirigido sólo dos películas.
Wanger consiguió financiación y un contrato de distribución con la 20th Century-Fox. Entre 1935 y 1956 estos estudios habían estado dominados por la figura de Darryl F: Zanuck, un guionista convertido en magnate del cine al que le gustaban todos los detalles de la realización de películas y poseía la energía necesaria para ocuparse de ellos. Pero a mediados de los 50 dimitió de su puesto y marchó a Europa para trabajar como productor independiente y mantener tempestuosas relaciones amorosas con mujeres como Juliette Greco.
La Fox pasó al control de Spyros Skouras, anteriormente propietario de salas de cine, que no había producido una película en toda su vida. Skouras fue el hombre que compró los derechos del Cinemascope, pero no estaba demasiado versado en temas de producción y supervisión de películas, por lo que permitió que Cleopatra se le escapase de las manos, y aceptó la disparatada idea de que la película fuese rodada en Inglaterra.
La Alejandría reconstruida a orillas del Támesis sufrió los continuos embates de la lluvia y el hielo. En febrero de 1961, Elizabeth Taylor cayó gravemente enferma de neumonía, surgieron complicaciones y estuvo prácticamente a las puertas de la muerte..., con toda la prensa internacional esperando- a la puerta de la clínica. La estrella sobrevivió, aunque su salud se vio muy quebrantada. La película quedó interrumpida y, cuando se reanudó el rodaje, se vio que de todo el metraje rodado en Inglaterra había muy poco aprovechable. Mamoulian fue despedido y se vio reemplazado por Joseph Mankiewicz, a quien se dio permiso para reescribir el guión y actualizar la psicología de los protagonistas. Y, lo que era más importante, el rodaje se reanudaría en Roma.
El 1962, la 20th Century-Fox atravesaba una difícil situación económica. Sus pérdidas ascendían a casi 40 millones de dólares. Hubo que vender dos terceras partes de los terrenos del estudio a una compañía inmobiliaria. El presupuesto de Cleopatra se aproximaba ya a los 40 millones de dólares, lo que, en las cifras de hoy en día, ascendería a casi el doble. Mientras tanto, y también en Europa, Zanuck estaba produciendo El día más largo (The Longest Day, 1962) con todo el cuidado y las economías de un Eisenhower. Empezó a concebir temores sobre sus acciones en la compañía y a preocuparse ante la posibilidad de que El día más largo no fuese distribuida correctamente. Volvió por tanto a Estados Unidos y reclamó la presidencia de la Fox.
De ese modo, fue Zanuck quien supervisó la última fase del rodaje, realizada en el propio Egipto. Fue también él quien despidió a Wanger (aunque permitiéndole aparecer en los títulos de crédito), sometió a Mankiewicz a una férrea disciplina e hizo caso omiso de los caprichos de las estrellas. Luego se llevó Cleopatra a la sala de montaje y, con la ayuda del experimentado montador Elmo Williams, la redujo a menos de cuatro horas, hasta que, en el verano de 1963, el «monstruo» de película pudo ser estrenado.


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