sábado, 13 de mayo de 2023

Cine para niños: Wolfwalkers, una película animada bajo buenas influencias

En un bosque lejano, los grandes felinos no son lo que crees... La película Wolfwalkers (2020), dirigida por Tomm Moore y Ross Stewart, diseñada en un estudio irlandés, este cuento ecológico estrenado en 2020 mezcla la mitología celta, las creencias animistas y la estética Art Nouveau.
Al igual que sus fabulosos predecesores, El secreto del libro de Kells (Brendan and the Secret of Kells, 2009) y La canción del mar (Song of the Sea, 2014), Wolfwalkers le ha dado un lavado de cara a Disney y Pixar 3D. Animadas en 2D, dibujadas a mano, estas películas de aventuras inspiradas en mitos y leyendas celtas fueron concebidas en Irlanda, en Cartoon Saloon, el estudio independiente fundado por Tomm Moore y sus acólitos. Muy rica en contenido y forma, esta historia de amistad entre dos jóvenes  wolfwalkers, mitad humanas, mitad lobos, que unen sus fuerzas para salvar el bosque de los cortadores de árboles de la ciudad, alberga muchas influencias. De la pintura vienesa a la filosofía animista.
Arte celta y leyendas
Kilkenny, en el sureste de Irlanda. Es allí donde tiene lugar la historia del pueblo lobo (Wolfwalkers), en 1650, y allí también creció el director Tomm Moore, arrullado por las mil y una maravillas del folclore irlandés. Leyendas locales que abundan en relatos de teriantropía, la capacidad de los humanos para transformarse en animales. La canción del mar desenterró la de las selkies, hadas marinas mitad humanas, mitad focas. Wolfwalkers explora el mito de los wolfwalkers, o los hombres-lobo del reino de Osraige (en inglés: Ossory), un reino irlandés medieval.

En la Irlanda del siglo XVII, dos niñas mitad humanas, mitad lobas unen sus fuerzas contra los cortadores de árboles de la ciudad
Se dice que cuando un osoriano se transformaba en lobo su cuerpo humano permanecía inmóvil y frío en casa, como si estuviera muerto. Cuando estaba a punto de transformarse en lobo, se dieron órdenes estrictas a los amigos de no tocar ni mover el cuerpo humano, pues si era trasladado a un lugar donde el espíritu no pudiera encontrarlo a su regreso, la persona estaba condenada a morir, permaneciendo en forma de lobo durante el resto de su vida.
De Gustave Klimt a los mandalas
En Wolfwalkers, la vegetación es exuberante y explosiva, todo en curvas y remolinos de color. Una experiencia sensorial mágica, a medio camino entre un viaje psicodélico y la iluminación medieval… Esta estética debe mucho al Art Nouveau y a los pintores de la Separatismo vienés (Sezessionsstil), en particular a Gustav Klimt. Otra fuente de inspiración para Tomm Moore: las estructuras fractales, presentes en las plantas, pero también en los mandalas y en ciertas artes autóctonas. El cineasta también está influenciado por otra película animada, esta japonesa: El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no Monogatari, 2013), de Isao Takahata. Los elementos naturales parecen indómitos y salvajes. En el lado de la ciudad ocupado por los puritanos, las perspectivas planas y las líneas geométricas severas están inspiradas en las xilografías del siglo XVII, que servían para imprimir tratados religiosos y políticos.
Los mandalas y algunas artes indígenas impregnan la película 
La emergencia ecológica
Wolfwalkers habla de la voluntad de los hombres de controlar los elementos. Los lobos y los bosques son los símbolos de un país intratable: esa Irlanda que los ingleses liderados por Oliver Cromwell pretendían “civilizar”. Para Tomm Moore, quien cultiva una concepción animista del mundo, la interacción entre el hombre y la naturaleza es EL gran tema de la época.
Muy involucrado en la comunidad vegana, fue sensibilizado sobre ecología y derechos de los animales desde temprana edad. "En Kilkenny, donde crecí, nunca estás lejos del campo", afirmó. "Pasé mucho tiempo en los campos, en el bosque, trepando árboles y en una cantera […] De niño ya estaba en empatía con los animales, en un enfoque antropomórfico. Me hice vegetariano muy joven."
Entre Miyazaki y la animación de Europa del Este
Si se suele comparar el estilo de Tomm Moore con el mundo de Miyazaki y las películas del estudio Ghibli, es de otra gran escuela de animación de la que el cineasta dice estar cerca: las películas de Europa del Este adaptan cuentos populares, partiendo con las obras del director húngaro Marcell Jankovics. El hijo de la yegua blanca (Fehérlófia, 1981), donde un enorme roble cósmico protege la puerta del inframundo, le impactó especialmente. Finalmente, Tomm Moore no es insensible a viejos Disney como 
101 dálmatas (One Hundred and One Dalmatians, 1961) y Merlin el encantador (The Sword in the Stone, 1963), donde el dibujo sigue siendo importante. Entre sus ilustradores favoritos, Glen Keane -el padre de Ariel, en La sirenita (The Little Mermaid, 1989), la Bestia, en La Bella y la Bestia (Beauty and the Beast, 1991)- figura de forma destacada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario