sábado, 11 de noviembre de 2017

Biografías de cine: Sergei M. Eisenstein (III)

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En 1930, Eisenstein y su ayudante Grigori Alexandrov y Tissé fueron enviados a Europa a investigar sobre el sonido (un medio que los soviéticos tardaron bastante en desarrollar). Al mismo tiempo, el amigo inglés de Eisenstein, el cineasta y teórico Ivor Montagu, se encargo de difundir en Hollywood la noticia de que el director de El acorazado Potemkin había salido de la Unión soviética y quería hacer una película sonora. Jessie L. Lassky, de la Paramount, viajó a París y contactó con Eisenstein, que lo sabía todo sobre el arte pero un inexperto corderillo en el terreno de los negocios. Sin embargo, Eisenstein se sorprendió incluso a sí mismo negociando arduamente hasta conseguir firmar un contrato que le permitía llevar a Tissé y Alexandrov a Hollywood, y cobrar 900 dólares a la semana.
Serguei M. Eisenstein y Walt Disney

La aventura americana

Nada más llegar a Nueva York, Eisenstein fue convertido por los fotógrafos publicitarios de la Paramount en una especie de noble genio del mundo moderno que posaba ante "esa Babilonia monumental, el edificio de la Radio City". Pero pronto se dedicó a lo que realmente le interesaba, dando conferencias en las Universidades de Columbia y Harvard. Antes de marchar a la costa oeste, su película más difícil Lo viejo y lo nuevo, se estrenó en un pequeño cine de arte y ensayo de Times Square, Nueva York.
Los encargados de las relaciones públicas de la Paramount se sintieron incómodos cuando vieron aquella exaltación de la colectivización y del comunismo y se apresuraron a proponer a Eisenstein que rodara una película sobre los primeros jesuitas. Eisenstein contraatacó sugiriendo una película basada en la novela del francés, de origen suizo, Blaise Cendrar, El oro (L'Or. La merveilleuse histoire du général Johann August Suter, 1925), que se había llevado consigo. Pero la Paramount no se mostró demasiado entusiasmada con esta historia acerca de la fiebre del oro de 1848. 
Sergei Eisenstein, Marlène Dietrich y Josef von Sternberg
Mientras tanto, la irritación y la mordacidad de Eisenstein iban en aumento. Para entrar en Estados Unidos había jurado respetar la Constitución norteamericana, pero no que fuera a afeitarse o a no ponerse su típica gorra, la que llevaban normalmente los obreros rusos. En un banquete organizado por la Paramount para presentarle a la prensa de Nueva York, apareció con barba de tres días y la gorra puesta. "Creo -dijo- que se imaginan a todos los rusos con barba y no quiero desilusionarles".
Nuevamente, Eisenstein, Tissé y Alexandrov llegaron a Hollywood. Interesado en conocer y estudiar el auténtico pueblo americano para poder rodar una película verdaderamente americana. Eisenstein se mostró frío y distante con las estrellas de Hollywood que le iban presentando. Las dos únicas con las que se sintió a gusto fueron Charles Chaplin, con el que navegó y jugó al tenis, y Colleen Moore, una actriz cinematográfica estadounidense, una de las estrellas más elegantes de la era del cine mudo.
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