lunes, 6 de noviembre de 2017

Biografías de cine: Jean-Pierre Melville (I)

"Un cineasta es como el maestro de un espectáculo de sombras. Trabaja en la oscuridad. Crea a través de efectos. Soy perfectamente consciente de la extraordinaria deshonestidad que supone ser eficaz, pero al espectador nunca se le debe permitir ser consciente de hasta qué punto todo está manipulado. Debe estar hechizado, prisionero de la película". Así definía la labor de un director de cine y su relación con el espectador Jean-Pierre Melville, quien hubiera cumplido este 20 de octubre 100 años si no hubiera muerto de manera prematura a la edad de 55 años mientras preparaba la adaptación de La condición humana (La condition humaine, 1933), de André Malraux.
Nacido como Jean Pierre Grumbach y conocido como Jean-Pierre Melville (París, 20 de octubre de 1917), en el seno de una familia alsaciana de origen judío. Su caso no deja de ser curioso, pues cuando tenía cinco años le regalaron por Navidades un proyector Pathé-Baby y al año siguiente una cámara tomavistas de 9,5 mm, con la que graba a su familia. En su juventud estudió en París, donde pudo ver por primera vez las grandes películas del momento, entre ellas la silente de Robert J. Flaherty y W.S. Van Dyke, Sombras blancas (White Shadows in the South Seas, 1928). Dejó una huella tan profunda en la pubertad de Grumbach que se convirtió en un habitual del cine, una obsesión que lo beneficiaría en la edad adulta. Deseoso de ganarse un lugar en la industria del cine, Melville solicitó el ingreso al Sindicato de Técnicos Franceses, pero por razones políticas se le cerraron las puertas del sindicato, de modo que Melville decide crear su propia productora, en 1946, lo que le permite mayor libertad de movimientos cinematográficamente hablando. 
Su primera incursión en el cine es un cortometraje, con una  duración de 18 minutos, títulado 24 heures de la vie d'un clown (1946), que describe un día en la vida de Béby el payaso. Rodada a caballo entre las actuaciones en el Circo Medrano, en su casa, y con su compañero y amigo, el payaso Maïss.  Fue un éxito, inspirado en el amor de su infancia por el circo. 
Su primer largometraje lo realizará en n 1947, El silencio del mar (Le silence de la mer), basada en la novela corta del mismo título escrita por Jean Bruller y publicada bajo el seudónimo de Vercors en 1942, actuando él solo como productor, guionista, director y montador, como si se tratase de una película amateur. Película que no se estrenaría hasta 1949. Se trata de una pieza íntima sobre los horrores de la II Guerra Mundial, protagonizada por actores desconocidos. Todo en el rodaje fue algo inusual: se rodó en 27 días a lo largo de un año; rodó escena en lugares en los que era necesarios los correspondientes permisos que nunca solicitó; era la adaptación de una obra literaria sin el previo permiso ni el consentimiento del autor. Sobre todo su estilo era inusual. Sus decorados oscuros y claustrofóbicos y sus primeros planos iluminados desde la parte inferior indicaban un inicio basado en la cultura lumínica del cine de René Clair, Marcel Pagnol, Abel Gance y Jacques Feyder. 
Durante los siguientes doce años realiza más producciones, que influirían enormemente en los componentes de lo que se conoció como Nouvelle Vague (es decir, la Nueva ola francesa. En 1950 colabora con Jean Cocteau -adaptó una novela suya y escribió el guión-, e una versión no muy satisfactoria de Los chicos terribles (Jean Cocteau's Les enfants terribles), la historia de una relación extraña e incestuosa entre hermanos.
Quand tu liras cette lettre (1953), una coproducción franco-italiana, fue su primer proyecto comercial. Teresa está preparada para ingresar en un convento y la muerte de sus padres provoca que definitivamente no tome los hábitos, reconduciendo su vida a la protección de su hermana Denise, siendo esta última violada por Max, el carácter de Teresa impide que la cosa quede así, y pretende que este repare el agravio cometido con su hermana, lo que ocurre es que en contra de sus deseos, Max acaba enamorándose de la propia Teresa. Si bien no fue tan rentable como se esperaba, los honorarios que percibió le permitieron  adquirir un estudio fuera de París. 
(cont.)

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