lunes, 26 de mayo de 2025

"Sirat. Trance en el desierto", una experiencia espectacular en las montañas del sur de Marruecos

Un padre y un hijo buscan a su hija y hermana en fiestas rave de mala muerte al pie de las montañas, mientras la guerra amenaza. Una película impredecible, de la que emana una intensa energía física y mística. Y una necesidad de volarlo todo por los aires.
Un tipo que evoca la "escandalosa belleza del fuego" no puede ser malo. Estas son las palabras que Oliver Laxe utilizó para describir Lo que arde en 2019. El fuego, especialmente el fuego musical, sigue siendo un tema de discusión en Sirat. Trance en el desierto (Sirât, 2025), que nos dejó aturdidos, aturdidos e ingrávidos. Un padre (Sergi López) llega con su coche a una fiesta rave prohibida al pie de las montañas del sur de Marruecos. Está buscando a su hija joven adulta, Mar, quien está desaparecida desde hace varios meses y que solía frecuentar este tipo de fiestas salvajes. Él está con su hijo. Distribuyen una hoja de papel con la foto de Mar impresa a todas las personas que conocen. Nadie la ha visto.
Al enterarse de que se planea otra fiesta aún más al sur, hacia el desierto, el padre decide quedarse un tiempo. Los asistentes a la fiesta levantaron un muro de seguridad. No estamos en Ibiza. Es techno brutal, experimental y trashy (firmado por Kangding Ray). ¿Ravers? Vagabundos celestiales, destrozados, marginados con aspecto punk, víctimas de quemaduras, lisiados por la vida... uno lleva una prótesis improvisada, una muleta en lugar de pierna, lo que no le impide bailar como un loco...
Estamos aquí al borde de un punto de inflexión. ¿El fin del mundo? En la radio escuchamos varias veces noticias alarmantes sobre la guerra en el país, quién sabe si no se difundirán. De ahí la absoluta necesidad de volarlo todo por los aires, de celebrar lo colectivo una última vez, de comulgar bailando hasta caer rendidos. El director franco-español da cuerpo y sustancia a la música, a sus ondas, a sus vibraciones. Lo conecta con la montaña, el desierto, buscando crear paisajes sonoros – en varias ocasiones vemos pies descalzos en contacto con la tierra arenosa extrayendo la energía que de ella emana. Fuerzas telúricas, danza, trance, misticismo: Sirat. Trance en el desierto busca unir lo físico y lo metafísico. Es una idea atrevida, a veces inestable, porque también es trivial. Su carácter ultrasensorial es tosco: no estamos ante un heredero de Antonioni o Sokourov, sino más bien del lado de Herzog . Porque entonces llega el momento en que padre e hijo huyen a toda prisa con un grupo de fiesteros, tras la intervención del ejército. Se adentrarán en el desierto y se enfrentarán a una gran violencia. Aventura extrema, viaje de sacrificio, caminar por un campo minado, en el sentido literal de la palabra. En términos de acción pura, la película es espectacular. Y sorprendentemente impredecible.
Según el Islam, "sirât" se refiere a un puente que conecta el infierno y el paraíso y que debe ser cruzado en el Día del Juicio. Laxe lo ve como "un camino interior que te empuja a morir antes de morir". Esto significa que su película nos lleva muy lejos, a las áridas profundidades de una experiencia extraordinaria. Dejando emerger hacia el final un magnífico ambiente cristalino, que provoca un movimiento inverso, haciéndonos literalmente despegar. No hacia la felicidad, aquí no existe. Digamos hacia una vida nueva, desconocida, sabiendo que acabamos de vivir una travesía que nos ha hecho diferentes.

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