martes, 18 de septiembre de 2018

Para ver: Scheherazade, una película que retrata a una juventud en apuros "que ha sido abandonada"

En los barrios violentos de Marsella, dos adolescentes tratan de amarse a pesar de los códigos de honor su ambiente. Vuelta de Jean-Bernard Marlin, director de Shéhérazade.
Al escenificar en Marsella, la historia de amor de una joven prostituta y de un chico de 17 años, Shéhérazade nos sumerge en una realidad tan dura como inédita en cine. El director, Jean-Bernard Marlin, nos cuenta cómo hizo este primer largometraje impresionante, en el que quería mostrar la realidad de la juventud en dificultades joven, enfrentados tanto a la pobreza como violencia de la mafia. Una película que recuerda el universo de Pialat.
Marsella, sus barrios difíciles, sus tráficos, su violencia y también su folclore. La verdad de esta ciudad donde pasó su infancia, Jean-Bernard Marlin la busca en los rostros de sus personajes, híbridos como su lenguaje, una mezcla no siempre fácil de comprender de francés y árabe. Con Zac, que ha salido de prisión, con 17 años, para regresar a un hogar del que se ha escapado, deambula por las calles, roba y se escapa en una moto, es Marsella que vibra, peligrosamente. Y en los ojos melancólicos de Shéhérazade, adolescente prostituida, se refleja la dura sombra de la ciudad marsellesa... Impulsado por la gracia de dos actores no profesionales, Dylan Robert y Kenza Fortas, también marsellese, este primer largometraje nos vincula casi inmediatamente con el cine Maurice Pialat -A nuestros amores (Á nos amours, 1983)- y al de Abdellatif Kechiche -La vida de Adèle (La vie d'Adèle, 2013)-, directores apasionados por la juventud. Lo de Zac y Schéhérazade ya pertenece al pasado: se lee sobre sus características, pero parecen haberlo olvidado. Su dúo se forma a ciegas, en la rutina de las pequeños negocios. Ella se vende, el "protege" a sus clientes, cobra el dinero. Y luego, una historia simple y hermosa, surge el amor entre ellos y les devuelve su juventud, que florece de nuevo, como una necesidad de  fusión reparadora.
Zac, que intentó por todos los medios volver con su madre, ahora no tiene prisa, ya no corre. No quiere abandonar el capullo formado con Schéhérazade, que duerme junto a él como un bebé, chupándose el dedo pulgar, en una pequeña habitación donde también vive una prostituta transexual. En el corazón de una realidad que sigue siendo desafiante, nace una dulzura intensa. Se trata de una educación sentimental acelerada a la que asistimos: al convertirse en amantes de su edad, en aferrarse a su pasión adolescente, Zac y van Shéhérazade, de repente, se dirigen hacia la edad adulta.
Pero el chico de 17 años que se enamoró de la que se ha convertido en proxeneta involuntariamente, sus amigos de la mafia le recuerdan su código de "honor": no debe tener ningún respeto por prostitutas. Amar a una es traicionar al clan. Esta ley incorpora a la historia elementos del crimen que encajan perfectamente en el mundo casi documental de la película. En la última parte, la puesta en escena cambia de estilo, multiplicando cuadros fijos que parecen poner a Zac al borde del abismo, forzándolo a elegir su lado.
Con sensibilidad e inteligencia, Jean-Bernard Marlin construyó esta película sobre un tema actual: el respeto por la mujer, sea lo que sea. Sumergirse en un ambiente machista donde el desprecio por las niñas de la calle refuerza el sentido de dominación, el joven cineasta sedujo, por primera vez por su generosidad e impresiona, en última instancia, por su valor y su fuerza crítica.

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