domingo, 20 de octubre de 2013

Biografías de cine: Mervyn LeRoy (V)

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No hay tiempo para sargentos (No Time for Sergeants, 1958). Adaptación de una sarcástica novela de Mac Hyman, que narra lo que le sucedió realmente durante su etapa en el ejército. Ya había sido adaptada a la televisión en 1955 con el mismo título, dirigida por Alex Segal y también con el cómico Andy Griffith de protagonista. Tras su exitoso paso por la pequeña pantalla, el mismo argumento conoció una obra teatral escrita por Ira Levin. En realidad la película es una sucesión de golpes humorísticos sobre lo que le sucede a un sargento en el ejército, sobre todo en relación a sus extravagantes compañeros Irvin y Ben, ambos encarnados por unos divertidos Murray Hamilton (años después conocido por multitud de series televisivas y su alcalde de Tiburón) y Nick Adams. Tiene buen pulso narrativo y algunos gags afortunados, pero le pierde cierto tono patriótico exagerado.
FBI contra el imperio del crimen (The FBI Story, 1959). Película de propaganda y exaltación de los valores del FBI, organismo creado en 1924 y que lo mismo combatió a miembros del KKK y gánsteres como Dillinger que conspiraciones comunistas. Precisamente la historia se centra sobre todo en los años 50, cuando en plena 'guerra fría' la obsesión comunista hizo que las autoridades norteamericanas sometiesen a sus ciudadanos a un férreo control, donde cualquiera podía ser sospechoso de espionaje. Narrada bajo el prisma de uno de sus más veteranos agentes –convincentemente encarnado por James Stewart–, en realidad parecen episodios sueltos engarzados de cualquier forma en sus excesivos 150 minutos de metraje. Tiene una poderosa partitura de Max Steiner y buenas escenas de acción. Por supuesto se omiten las partes más negativas de la organización. Edgard Hoover, director del FBI desde 1928, hace un cameo.
Wake Me When It's Over (1960). Comedia basada en la novela Howard Singer con algunos puntos en común con La casa del té de la luna de agosto (1956), curiosamente también basada en otra novela, esta vez de John Patrick. Ambas toman como punto de partida la reconstrucción de Japón después de la Segunda Guerra Mundial y de cómo los norteamericanos tomaron parte activa en dicho proceso. En esta ocasión su irónico título original (en traducción española Despiértame cuando esto acabe) ya deja bien claras las intenciones del protagonista, el capitán Charlie Stark, un vividor que llega a una isla japonesa después de la guerra con la intención de aprovechar la barata mano de obra para construir un gran hotel regentado por atractivas señoritas. El tono de sátira y la dirección de LeRoy son bastante correctas, pero las más de dos horas de su metraje echan por tierra el resultado final.
A Majority of One (1961). Una comedia de romance otoñal, basada en una alabada obra teatral de Leonard Spigelgass que él mismo se encargó de escribir para el cine. Lo mejor es la elección de su reparto, con Rosalind Russell como una judía de Brooklyn y Alec Guinness en el papel de un japonés (cuando precisamente cuatro años antes había sido torturado por ellos en El puente sobre el río Kwai. La viuda Jacoby pasa su tiempo en Nueva York sin muchos alicientes, así que decide ir a visitar a su hija que está en Tokio, casada con un diplomático americano. Allí descubrirá los encantos de la cultura oriental gracias a su amistad con el empresario viudo Asano. El film consiguió una candidatura al Oscar para la fotografía en color de Harry Stradling Sr. 3 Globos de Oro, incluyendo Mejor película - Comedia.
El diablo a las cuatro (The Devil at 4 O'Clock, 1961). En una comunidad del Pacífico Sur el padre Doonan lucha diariamente en su hospital para atender a todo tipo de enfermos. Una serie de terremotos que azotan la región hace que un avión que transporta a tres presos recale en dicha isla. Con la amenaza de un volcán a punto de entrar en erupción y destruir todo lo que encuentre a su paso, Doonan pide ayuda a los reclusos para que le ayuden a evacuar a los heridos, principalmente niños. Cine de aventuras con atisbo de catástrofe, se basa en una novela de Max Catto. Cuenta con una atractiva pareja masculina protagonista. Spencer Tracy es un misionero bondadoso, y Frank Sinatra el preso que acaba purgando sus pecados rescatando al sacerdote y a los niños. Según los mentideros de Hollywood, ambas estrellas se soportaron cordialmente durante el rodaje. La maqueta del volcán era enorme y costó medio millón de dólares.
La reina del vaudeville (Gypsy, 1962). En plena década de espectaculares y exitosos musicales cinematográficos adaptados de Broadway (Sonrisas y lágrimas, My Fair Lady, Amor sin barreras, Oliver!), Mervyn LeRoy fue el elegido para llevar adelante uno de los más célebres: la comedia musical Gypsy, con música y letra de Jules Styne y Stephen Sondheim, y que supuso todo un triunfo para su actriz protagonista Ethel Merman. Sin embargo, para su versión en cine se prefirió contar con Rosalind Russell, muy bien acompañada en el reparto por Natalie Wood y Karl Malden. Manteniendo los números musicales más brillantes de la obra (entre ellos Everything's Coming Up Roses), el filme consiguió tres candidaturas al Oscar en las categorías de fotografía (Harry Stradling Sr.), vestuario (Orry-Kelly) y banda sonora, adaptada por Frank Perkins. Su trama está basada en la vida de la artista de variedades y reina del striptease, Gypsy Rose Lee. Aborda la educación que recibió por parte su madre, los problemas con sus hijas June y Louise, el avance de su carrera y algunos de sus romances. En 1993 tuvo una nueva versión para televisión, también con el título de Gypsy.
Mary, Mary (1963). Comedia ligera basada en la obra teatral de Jean Keer donde una pareja de divorciados –Bob y Mary– tienen que volver a reunirse para arreglar unos papeles referentes al pago de impuestos. Hace casi un año que sus caminos se separaron, y desde entonces, la vida de ambos ha cambiado bastante, hasta el punto de que Bob va a volver a casarse y ella está siendo cortejada por una estrella cinematográfica. Sin embargo, el reencuentro entre la pareja hará renacer recuerdos de su vida en común, que resucitan su amor. Su guión es algo plano y se nota estar concebida como una obra de teatro. También resulta evidente el excesivo protagonismo de su pareja central –Debbie Reynolds y Barry Nelson– que apenas deja paso a la parte cómica de los tres secundarios que les acompañan.
Momento a momento (Moment to Moment, 1965). Su última película como director. Aquí indaga en el terreno del melodrama romántico, con ciertos toques de suspense. Todo comienza cuando Kay Stanton, esposa de un célebre psiquiatra, inicia un romance con un oficial de la Marina llamado Mark. Accidentalmente, Kay dispara a Mark y, creyendo que está muerto, decide abandonar el cuerpo en un lugar alejado con la ayuda de su amiga Daphne. Pero Mark solo está herido y, cuando se recupera, descubre que tiene amnesia. Fue un nuevo y fallido intento de la lánguida Jean Seberg por calar hondo en el mercado americano.
Tras dirigir Momento a momento, a los 65 años, se retiró totalmente del cine y la televisión. Escribió su autobiografía Take One, en 1974. Falleció el  13 de septiembre de 1987, en Beverly Hills. Fue nominado en 1943 como mejor director por Niebla en el pasado (Random Harvest) y en 1940 como productor de El mago de Oz (1939). Además recibió el Oscar Honorífico en 1946. Tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood en el nº 1560 de Vine Street.

La cuestión social

Resulta difícil y peligroso atribuir a directores bajo contrato con los estudios, como Le Roy, la responsabilidad del contenido, tema o estilo de sus películas. Es innegable que la reputación lograda por Le Roy durante los años 30 se debe a un puñado de películas de temática social y contemporánea realizadas bajo los auspicios de la Warner: Hampa dorada (1930), Dos segundos, Soy un fugitivo (ambas de 1932) y They Won't Forget. Pero el hecho de que estas películas se revisen con cierta frecuencia, mientras que apenas se proyectan otras que también hizo durante esta época, como El mundo cambia (The World Changes, 1933), ¿Qué hay, Nellie? (Hi, Nellie, 1934) o La divina Gloria (Page Míss Glory, 1935), tiende a poner de relieve el aspecto de conciencia social de su carrera a expensas deotros. Y, aunque Le Roy gozó de mayor libertad en la MGM, entre las películas realizadas para la misma no abundan las de temática social.
Incluso De corazón a corazón (Blossoms in The Dust, 1941), sobre los hijos ilegítimos y La rival (Homecoming, 1948), sobre los soldados que vuelven de la guerra, son películas que se ocupan más de problemas personales y amorosos que de temas sociales. Además, si se comparan las películas “sociales” de Le Roy con otras similares del mismo período, se comprobará que son menos originales y personales en lo que se refiere a su estilo o contenido; un ejemplo de ello lo constituye Hampa dorada, que se ha quedado mucho más
anticuada que sus contemporáneas The Public Enemy (1931) y Scarface, el terror del hampa(1932). Resulta difícil determinar si los “toques” emocionales característicos de las películas deLe Roy son atribuibles a éste o se deben únicamentea una política de estudio. Soy un fugitivo tuvo un enorme impacto en su momento (aunque se ha exagerado la importancia de la reforma del sistema penitenciario a que dio lugar), y aún hoy en día sigue siendo lo suficientemente efectiva como para emocionar e indignar al público. Sin embargo, la obsesiva insistencia de la película en la inocencia del protagonista
(Paul Muni), hasta casi hacerle parecer un tonto, hace que pierda efectividad. Es como si la sociedad fuese sólo culpable por condenar a un hombre inocente a trabajos forzados en lugar de por permitir la injusticia y las deplorables condiciones de la vida penitenciaria.
También resultaría difícil identificar algún componente de Hampa dorada o Soy un fugitivo que las conviertan en películas inequívocamente de Le Roy. No hay la menor duda de que, como artesano, Le Roy era tan eficaz como cualquier otro director contratado por un estudio, y, de hecho, más efectivo que la mayoría; pero quien en último extremo determinaba el estilo de sus películas, el ritmo o incluso la iluminación no era él, sino la Warner Brothers.

Valores sentimentales

En determinados momentos de su carrera en la MGM, Le Roy actuó más como productor que como director; fue él el que convirtió a El Mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939) en un gran éxito de taquilla y en un clásico del cine, atreviéndose a tirar a la basura todo lo rodado por Richard Thorpe y a comenzar de nuevo la película con Víctor Fleming. Como director, Le Roy era bastante desigual. Sus vehículos para Greer Garson, De corazón a corazón, Niebla en el pasado (Random Harvest, 1942) y Madame Curie (1944) son melodramas sentimentales, pero tampoco mejores ni peores que La señora Miniver (Mrs. Miniver, 1942), de William Wyler, película con la misma estrella y la misma fórmula. De hecho, en el transcurso de los años 40, el estilo de Le Roy se fue haciendo cada vez más lento, pesado, pretencioso y literario. Para cuando rodó Muiercitas (Little Women, 1949), Quo Vadis? (1951) y Rose Marie (1954), el nombre de Le Roy se había convertido en sinónimo de superproducción espectacular, pero también convencional y sin demasiado interés.

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