viernes, 25 de octubre de 2013

Biografías de cine: Abel Gance

Hasta la última década del siglo XX Abel Gance no fue reconocido como un director importante e innovador del cine mudo, pero durante la mayor parte de sus 62 años de carrera ha sido visto con sospecha y su obra ha sido infravalorada.
Abel Gance nació en París, 25 de octubre de 1889,  fue un cineasta francés, pionero del cine mudo, autor de obras emblemáticas como Napoleón. Su carrera se prolongó durante 60 años.
Gance fue el hijo ilegítimo de Abel Flamant, un acaudalado médico judío y la obrera Françoise Pèrethon. Fue criado por sus abuelos maternos en el pueblo de Commentry hasta que, cuando tenía ocho años, su madre contrajo matrimonio con el chófer Adolphe Gance, y Abel se trasladó a París a vivir con ellos. Aunque tomó el apellido de su padrastro, siguió recibiendo ayuda económica de su padre, lo que le permitió recibir una excelente educación. Aunque atraído por el arte desde la infancia, Abel Gance quiso satísfacer los deseos de su padre, y, a los 17 años, aceptó un empleo de pasante en la oficina de un procurador. Sin embargo, al cabo de sólo un año huyó a Bruselas y se hizo actor.
Para 1908 se encontraba ya de vuelta en París, interpretando pequeños papeles en el teatro y en el cine, escribiendo guiones para complementar sus ingresos y, lo que es más importante, haciendo amigos en los círculos artísticos de vanguardia de la época. En aquellos momentos esos amigos eran todavía poco conocidos, pero entre ellos figuraban los pintores Léger y Chagall.
el poeta simbolista Apollinaire, el escritor Blaise Cendrars y el actor Séverin-Mars. Posteriormente, tanto Cendrars como Séverin-Mars, desempeñaron importantes papeles en la obra de Gance.
Durante algún tiempo, el cine ocupó un puesto secundario en la vida de Gance, ya que centró toda su atención en su obra teatral La victoire de Samothrace. Ese drama poético estaba pensado para el Theátre Franjáis, pero fue rechazado por éste. Entonces, el amigo de Gance, Edouard de Max, le envió el texto a Sarah Bernhardt, que se mostró entusiasmada con él. Pero, debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, la obra no se puso en escena y, después de la guerra, Gance, que había sido considerado inútil por padecer tuberculosis, se interesó casi exclusivamente por el cine.
En 1909 comenzó a trabajar como actor y guionista cinematográfico: Molière (1909), Le portrait de Mireille (1909), Le glas du père Césaire (1909), La légende de l'arc-en-ciel (1909), Paganini (1910), Le roi des parfums (1910), Le crime du grand-père (1910), La fin de Paganini (1910), La fille de Jephté (1910), L'auberge rouge (1910) y L'aluminite (1910).
Dos años después, en 1911, fundó, con la ayuda de algunos amigos, su propia compañía, y dirigió su primera película, La Digue, un drama costumbrista.
Su segunda película fue Le masque d'horreur (cortometraje, 1912). Y su segundo largo fue Le Nègre blanc (1912), aborda el tema de los prejuicios raciales, desarrollando la historia de un niño negro maltratado por los blancos.
A continuación dirigió y, en la mayoría de las ocasiones, escribió: La pierre philosophe, La mort du duc d'Enghien, Il y a des pieds au plafond, todas de  1912.
Una incipiente carrera como autor teatral fue interrumpida por el estallido de la Primera Guerra Mundial, durante la cual Gance volvió a dedicarse al cine.
Pero su lanzamiento auténtico se produjo en 1914, cuando Louis Nalpas (director de Le Film d'Art, empresa a la que Gance ofrecía continuamente guiones) le entregó 5.000 francos a cambio de que dirigiera una película para la compañía. La película en cuestión. Une drame au cháteau d'acre (1915) se completó en sólo cinco días. A Nalpas le gustó mucho, y prometió al joven director carta blanca para su siguiente película, oportunidad que casi puso fin a la carrera de Gance, el cortometraje La Folie du Docteur Tube (1916), una extrañísima comedia sobre un científico loco que inventa unos polvos que transforman la apariencia de las personas. Ha sido calificada como la primera película puramente experimental. Para rodarla, Gance y Léonce-Henry Burel, el director de fotografía que trabajó con él durante el período mudo recurrieron al uso de espejos distorsionantes, con efectos tan espectaculares que desconcertado Nalpas, que consideraba el cine sobre todo como forma de entretenimiento, se negó a distribuirla. Desanimado, Gance volvió a rodar melodramas convencionales para recuperar la confianza de su productor , como La fleur des ruines, L'héroïsme de Paddy y L'énigme de dix heures, todas de 1915.
En sus películas de los años siguientes introdujo las técnicas de montaje empleadas ya en Estados Unidos por David Wark Griffith, el uso de primeros planos y otros procedimientos innovadores para la época. En 1916, dirigiría Les gaz mortels, Le périscope, Le fou de la falaise, Fioritures, Ce que les flots racontent.
A partir de 1917, el interés de Gance se centra en los dramas sociales, con películas como Le Droit à la vie y Mater Dolorosa (su primera película importante), las dos de ese año. Mater Dolorosa, superficialmente, se trata de un lacrimógeno melodrama burgués, como los que se interpretaban en muchos de los teatros de bulevar de la época, pero la película consigue trascender fácilmente ese género. Hábilmente montada y bellamente fotografiada por Burel, Mater Dolorosa es la obra de un director totalmente entregado a su trabajo, que se interesa mucho por sus personajes y cree apasionadamente en su medio. Contiene dos espléndidas interpretaciones centrales de Emmy Lyn (una gran estrella del primitivo cine francés), como la madre dolorosa del título, y del actor teatral Firmin-Gémier, como su marido. Los actores teatrales de la época tendían a aparecer desplazados en el cine; pero, dirigido por Gance, Firmin-Gémier actúa con notable contención y sin incurrir en ningún histrionismo. Este control se convirtió en una de las características de la obra de Gance, ya que los actores lo reconocían instintivamente y tenían una gran fe en su capacidad como director. Tanto los protagonistas como los extras se entregaban a sus personajes. “¿Qué actor no querría hacer películas con este gran innovador, con este maravilloso director, con este perfeccionista?”, se preguntaba Gabriel de Gravone, el actor que Gance utilizó posteriormente en La rueda (1923). Mater Dolorosa tuvo mucho éxito tanto de crítica como de público. De ese mismo año son: Barberousse (1917) y La zone de la mort (1917).
Otra de sus obras más interesante en esta etapa es La Dixième symphonie (1918), en que un compositor sublima sus padecimientos personales en una trascendental obra de arte. En esta película, el amigo de Gance, Séverin-Mars,
interpretaba un papel junto a Emmy Lynn. Su presencia sería crucial en las dos obras maestras que vendrían a continuación. Durante la producción de La décima sinfonía, Gance estaba planteándose rodar ya su pacifista Yo acuso (J'accuse). Había estado un breve tiempo movilizado, en la sección cinematográfica del ejército, pero muy pronto se le dio por inútil. Cuando, a pesar de las dificultades financieras por las que atravesaba Le Film d’Art, Charles Pathé le dio permiso para seguir con su proyecto cualquiera que fuera el costo, Gance volvió a unirse a la sección cinematográfica para rodar en los frente. Tras el final de la guerra, Gance estrenó Yo acuso (J'accuse!) en (1919), un durísimo alegato contra la carnicería organizada que supuso la I Guerra Mundial. El filme tuvo un gran éxito, tanto en Francia como en el extranjero. Gance viajó a Estados Unidos para exhibir la película ante un público entre el que se encontraba el propio Griffith y las hermanas Lillian y Dorothy Gish. En Yo acuso se combinaron por primera las dos facetas de Abel Gance: el cineasta ofreció espectaculares escenas de masas, expresivos primeros planos e incluso efectos de pantalla dividida, que anunciaban ya los de Napoleón; mientras que el escritor visionario, en colaboración con Blaise Cendrars, que había perdido un brazo en la guerra y experimentado todo su horror, ofreció un guión asombroso por su intensidad y sus ambiciones. La base del mismo lo constituía un sencillo triángulo romántico de rivalidad, celos e incomprensión, a partir de la cual Gance condena amargamente los trágicos malentendidos de la guerra. En un macabro climax de extraordinaria fuerza, el superviviente de los dos anteriores rivales les cuenta a los habitantes de su aldea una visión de la guerra en la que ve los cadáveres levantarse de los campos de batalla para volver a sus hogares. Según él, lo hacen para comprobar si los vivos son merecedores de su sacrificio; y, tal como está contada la historia, Gance muestra el “retorno”» de los muertos. Algunos críticos han argumentado que el mensaje pacifista de la película se ve desdibujado debido a que se muestra su sacrificio como algo justificable. Es posible que así pareciera en 1918; pero, si se piensa en el efecto global de Yo acuso, no cabe la menor duda de la ira y la oposición de Gance ante el absurdo inhumano de la guerra: “denuncié la guerra, denuncié a los hombres, denuncié la estupidez universal”.

La siguiente obra de Gance, La rueda (La Roue), fue rodada entre 1919 y 1920, pero no se estrenó hasta 1923. Se trata de una producción monumental,  que tuvo que ser estrenada en tres sesiones sucesivas, y que desarrolla la melodramática historia de un maquinista enamorado de su hija adoptiva. El interés del filme radica sobre todo en el tratamiento poético que le imprime su director, desarrollando metáforas como la de la vida como una interminable rueda. La rueda filmo durante una época de gran tristeza personal para Gance. Se había enamorado profundamente de Ida Danis, una secretaria de Le Film d'Art y, durante toda la filmación de la película, ella permaneció gravemente enferma. Murió el primer día de montaje. Gance también sabía que Séverin-Mars tenía una grave enfermedad cardíaca y que no iba a vivir mucho tiempo. Sólo ha llegado hasta nuestros días una versión de 12 bobinas de la original, en tres partes, con un total de 32 bobinas: pero, incluso incompleta, el impacto de la película es enorme. Una vez más, una historia de amor sirve de marco para expresar preocupaciones más amplias y profundas. Sisif, conductor de locomotora, y su hijo, Elie, están enamorados de Norma, una muchacha a la que Sisif rescató de un accidente de tren cuando era niña y a la que ha criado como a su propia hija. Creyendo serlo en realidad. Norma se casa con otro hombre, y la desesperación de Sisif y Elie conduce a la tragedia. Pero el alma de la película lo constituye el ferrocarril. Gance reconstruyó la casa de Sisif entre las vías férreas de Niza, y el humo, el polvo y la carbonilla están presentes en todo momento. Buena parte del drama ocurre en la locomotora de Sisif, y Gance utilizó el montaje rápido como nunca antes, creando un ritmo musical reforzado por la partitura del compositor Arthur Honegger. La película se convirtió en un poema simbolista en el que predominaban las imágenes de la rueda. Al final, mientras Sisif muere calladamente en una cabaña de las montañas, los aldeanos bailan una danza en círculo, el símbolo final de la película, con lo que queda claro que la rueda del título es la rueda de la fortuna, y que los sufrimientos de Sisif han estado encaminados hacia ese terrible final. Vista en estos términos, La rueda puede parecer pretenciosa e incluso estúpida. Es posible que, privadas de sus imágenes, las ideas de Gance resulten fáciles de criticar; pero con imágenes resultan impresionantes y convincentes, y el mundo, que ha tenido por fin la oportunidad de ver Napoleón, no debería verse privado de la posibilidad de conocer La rueda. Fue una película muy admirada por grandes cineastas, como Jean Cocteau y Akira Kurosawa.
Tras una extraña comedia de horror en colaboración con el cómico francés Max Linder, Au secours! (1924).
A continuación vinieron los años de Napoleón, en los que Gance tuvo que dedicarse sobre todo a luchar con el fin de conseguir la financiación necesaria para sus seis películas sobre la vida del Emperador francés. Gance rodó su obra más importante: la monumental Napoleón (Napoléon, 1927), uno de los grandes clásicos del cine mudo. Gance invirtió dos años en la realización de esta película, que recrea la primera parte de la biografía de Napoleón Bonaparte, desde su infancia hasta la campaña de Italia, en 1796, y que pretendía ser el inicio de un proyecto de seis largometrajes sobre la vida de Napoleón, nunca realizados. Gance no esconde en la película su admiración por el personaje, al que retrata como un líder idealista y visionario, en la línea de los grandes escritores románticos (Byron, Víctor Hugo o Heine), que habían visto en Bonaparte la encarnación del espíritu revolucionario. En Napoleón, Gance hizo un verdadero alarde de innovaciones técnicas: una escena de persecución, por ejemplo, está rodada con una cámara situada en el lomo de un caballo al galope; la escena inicial del filme, la batalla de bolas de nieve, fue rodada por un operador cámara en mano, algo completamente inusual en la época. Para las secuencias de la tormenta en alta mar y la disputa en la Convención, la hizo colgar como un péndulo, moviéndose de un lado a otro. Además de dirigir esta película, Abel Gance participó como actor, realizando una sobria y aclamada interpretación del famoso revolucionario Louis de Saint-Just, uno de los máximos representantes del Reinado del Terror de la Revolución francesa. Para el clímax final de la película, la campaña de Italia de 1796, Gance utilizó un sistema panorámico especial, con tres pantallas y tres proyectores, al que denominó Polyvision, y que le permitía también mostrar tres acciones simultáneas, en forma de tríptico. La excesiva duración del filme (alrededor de seis horas) hizo que se exhibiese generalmente en versiones mutiladas. Cuando la película se logró estrenar, era en una versión deformada, casi un travestí de la original, (en Estados Unidos, por ejemplo, se proyectó una versión de sólo 72 minutos, es decir, poco más de una quinta parte del metraje original).
La carrera de Gance no se detuvo con el advenimiento del sonoro. En 1931, Gance estrenó su primera película hablada, La fin du monde, filme de ciencia ficción en que un astrónomo, interpretado por el propio Gance, descubre que un cometa está a punto de estrellarse con la Tierra, recibió un tratamiento parecido a Napoleón, exhibiéndose salvajemente mutilada. No tuvo demasiado éxito.
En 1933 dirigió:
Le maître de forges (1933), co-director Fernand Rivers. 
Y nueva versión de Mater dolorosa.
En 1934, añadió diálogos a un nuevo montaje de Napoleón y dirigió con la colaboración de Fernand Rivers, La dame aux camélias.
Una obra importante de este período es Lucrèce Borgia (1935), ambientada en la Italia renacentista, e inspirada en las vidas de Lucrecia y César Borgia. Este último es la contrafigura del Napoleón de Gance, pues sólo siente un insaciable deseo.
De ese mismo año es Jérôme Perreau héros des barricades (1935).
También es relevante la película Un gran amor de Beethoven (Un grand amour de Beethoven, 1936), nueva incursión en el género biográfico, inspirada en la vida del compositor Ludwig van Beethoven, donde, una vez más, Gance aborda el tema del genio romántico.
En 1938 rueda una nueva versión de su clásico antibelicista de 1919, J'accuse. Aunque utiliza parte del metraje del film anterior, se trata en esencia de una nueva película, concebida como protesta contra la inminente Segunda Guerra Mundial.
En la carrera posterior de Gance, destacan sobre todo sus ambiciosas e infravaloradas producciones:
Paraíso perdido (Paradis perdu, 1940). Narra la vida de un diseñador parisino, que no acaba de superar la muerte de su mujer.
La venus ciega (Vénus aveugle, 1941). A Clarisse, una cantante de cabaret, le diagnostican que se quedará ciega en uno o dos años. Romperá con su amante, Madère, haciéndole creer que ya no le ama...
Le capitaine Fracasse (1943). En el París del siglo XVIII, gobernado despóticamente por el malvado duque de Vallombreuse, sólo hay un héroe; Fracasse.
Austerlitz (1960), sobre la batalla del mismo nombre. La batalla de Austerlitz (2-XII-1805) fue una de las más brillantes victorias de Napoleón en su lucha contra las potencias absolutistas europeas. Más de treinta años después de la publicación de su biografía sobre Napoleón, Abel Gance volvió a inspirarse en la figura de Bonaparte para dirigir esta épica y colosal reconstrucción de la batalla de Austerlitz (o de los Tres Emperadores), en la que el emperador francés derrotó a los austríacos y a los rusos. Fue producida por Alexander Salkind y contó con un reparto estelar.
Cyrano et d’Artagnan (1963). Año 1642. Luis XIII (1601-1643) es el Rey de Francia, pero está dominado por el cardenal Richelieu, que urde toda clase de intrigas palaciegas, sobre todo con el fin de desacreditar a la reina Ana de Austria. En medio se encuentran d'Artagnan y los mosqueteros del Rey, Cyrano y los cadetes de Gascuña y los guardias del Cardenal. D'Artagnan y Cyrano, los dos mejores espadachines de la época, se hacen amigos. El ingenioso Cyrano se enamora de Ninon de Lenclos y d'Artagnan de Marion de l'Orme, dos bellas y famosas damas de la corte.
Después, Gance dirigió dos películas de tema histórico para la televisión francesa, Marie Tudor (1966) y Valmy (1967). Varios de sus proyectos quedaron sin realizar: además de su saga inconclusa sobre la biografía de Napoleón, se había propuesto rodar una producción épica sobre la vida de Cristo que habría llevado el nombre de La Divine Tragédie (La Divina Tragedia), para la que no encontró financiación. Otro proyecto sobre la vida de Cristóbal Colón no pudo realizarse a causa del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Abel Gance, visionario, poeta y cineasta, murió en el 10 de noviembre de 1981, a la edad de 92 años. Durante medio siglo había sido incapaz de rodar una película tal como él quería; pero, antes de morir, tuvo el consuelo de saber que su obra maestra, Napoleón (1927) había sido amorosa y cuidadosamente restaurada e iba a ser exhibida a los grandes públicos de Europa y América. Cuando se hizo, los espectadores, la mayoría de los cuales no habían nacido todavía ruando él rodó la película, se quedaron impresionados ante una experiencia para la que sus conocimientos cinematográficos no les habían preparado.
Abel Gance fue un gigante del arte cinematográfico, un genio creador de obras maestras que inspiraron a varios cineastas de generaciones posteriores.

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