sábado, 31 de julio de 2021

Las matemáticas hacen sus películas", un libro que encuentra la fórmula correcta (II)

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El miedo a confundir al espectador
En Cube (1997), de Vincenzo Natali, y los menos conocidos La habitación de Fermat (2007), de Luis Piedrahita y Rodrigo Sopeña, y Los crímenes de Oxford (2008), de Álex De la Iglesia, los protagonistas intentan escapar de la muerte a través de su memoria de números o su interpretación de figuras geométricas. A pesar de que apenas reaccionan como especialistas en matemáticas, pero como personajes de ficción, especialmente amenazados por un escenario muy suave por temor a confundir al espectado. Es al menos la ocasión para que Jérôme Cottanceau se divierta en su libro con los clichés: por qué en estas películas, en particular Una mente maravillosa (A Beatiful Mind, 2001), de Ron Howard, que nos enseña mucho sobre la geometría riemanniana o el estudio de las curvas, ¿escribimos sistemáticamente nuestro razonamiento en paredes o ventanas, en lugar de en un simple trozo de papel?
Por gusto por la belleza estética de las fórmulas matemáticas en pantalla: En Resacón en Las Vegas (The Hangover, 2009), cuando Allan (Zach) cuenta las cartas para ganar una gran suma de dinero en el casino, aparecen los símbolos matemáticos. La visualización en pantalla, superpuesta al personaje, no tiene sentido, pero es eficaz y se ha convertido en un meme. Otro cliché, el del genio sociópata, casualmente “calculadora con piernas”, mientras que los matemáticos, que a menudo son muy malos en aritmética mental, manejan muy pocas cifras, pero funciones y variables. Se supone que este cliché permite encarnar esta particularidad de la disciplina, decir que los matemáticos no son personas como los demás, como en Pi, fe en el caos (Pi, 1998) y The Imitation Game (Descifrando Enigma (2014). Estas dos películas, a su vez, sin embargo, ofrecen la oportunidad de aprender la numerología, las constantes irracionales y las raíces anidadas.
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