martes, 10 de octubre de 2023

Homenaje a Akira Kurosawa, en el vigésimo quinto aniversario de su fallecimiento (III)

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Rashomon (Rashômon, 1950)

Japón, siglo XII. En Kioto, bajo las puertas del derruido templo de Rashomon, se guarecen de la torrencial lluvia un leñador, un sacerdote budista y un peregrino. Los tres discuten sobre el juicio a un bandido, acusado de haber dado muerte a un señor feudal y violado a su esposa. Los detalles del crimen son narrados desde el punto de vista del bandido, de la mujer, del señor feudal -con la ayuda de un médium- y del leñador, único testigo de los hechos. León de Oro en Venecia, esta película dio a conocer a Akira Kurosawa en Occidente. La película, al hablar de lo arduo que es alcanzar la verdad, responde a lo que, según Kurosawa, es nexo común de su cine: “El único tema, en el que pienso puede resumirse, es en esta pregunta: ¿por qué los hombres no son capaces de ser más felices juntos?”. Obra maestra indiscutible del genial director japonés.

El idiota (Hakuchi, 1951)

Memorable traslación, a un escenario japonés, de la historia de amores turbulentos concebida por el escritor ruso Fiódor Dostoyevski, el autor favorito de Akira Kurosawa. El director nipón admiraba su sinceridad a la hora de describir la naturaleza humana, hasta el punto de que consideraba que lo que en él parecía subjetivo, era increíblemente objetivo. Y a pesar de que el estudio Shochiku le obligó a cortar la película, estaba muy satisfecho de él, aunque decía haberse sentido como un luchador de sumo a la hora de sacarlo adelante. Kurosawa demuestra, como haría con Shakespeare, su capacidad de asimilar historias de otras culturas. Y describe a la perfección el triángulo amoroso, que incluso alimenta ideas homicidas. El director recordaba cómo en una escena, siguiendo a Dostoyevski, pidió a Setsuko Hara que se riera cuando Masayuki Mori hace un comentario sobre ella, diciendo que es muy buena. Mori se quedó sorprendido, que era la reacción que Kurosawa buscaba.

Vivir (Ikiru, 1952)

Una de las obras maestras de Akira Kurosawa. Cuenta el replanteamiento vital que tiene un funcionario de vida gris, cuando descubre que le quedan pocos meses de vida, debido a una grave enfermedad. Tal situación le hace preguntarse acerca de la importancia de las cosas, y le conduce a tomarse en serio un proyecto que habían presentado al organismo en que trabaja, y al que no había prestado la menor atención, con su habitual actitud cansina. El maestro nipón plantea así una hermosa meditación sobre la muerte, acerca de la cual él mismo comentó: "A veces pienso en mi muerte... y pienso cómo podré resistir el respirar hasta el último aliento. Viviendo una vida así, ¿cómo podré abandonarla? Siento que me queda tanto por hacer... Siento que he vivido tan poco. Entonces me quedo pensativo, pero no triste. De este sentimiento nació Vivir.

Los siete samuráis (Shichinin no Samurai, 1954)

La más popular de las películas de Akira Kurosawa, y para muchos la mejor. Cuenta cómo una ciudad que sufre ataques constantes de los bandidos, contrata a siete valientes samuráis sin empleo, para que les defiendan. Uno de ellos, el veterano, es el que se encarga de reclutar a los otros, de personalides diferentes, e incluso en un caso, valía dudosa. La película describe los preparativos de defensa, y la convivencia con los paisanos a los que deben proteger. Todo confluirá en el momento climático del ataque definitivo de los forajidos. Como es bien sabido, la película fue tan popular que en Estados Unidos se rodó un remake con formato de western, Los siete magníficos de John Sturges. Se trató de un rodaje complicado, cerca de un año, y que produjo mucho metraje. El presupuesto fue sobrepasado, y el estudio Toho se planteó seriamente prescindir de los servicios del director. Da idea de los problemas también el hecho de que la película conoció varios montajes. Fue la primera película en que Kurosawa rodó escenas con varias cámaras, concretamente tres. La cosa tenía su lógica, pues las escenas de acción eran muy costosas y no se podía correr el riesgo de perder algún plano de interés; pero, a partir de entonces, tal modo de funcionar se convirtió en habitual en el director, incluso para escenas más íntimas. La película fue muy innovadora en lo concerniente al cine de acción, e introdujo algunos elementos novedosos, que luego serían copiados una y mil veces, como el clásico plano en que un grupo numerosos de jinetes asoma poco a poco en lo alto de una colina. Por su parte, Kurosawa era un rendido admirador de John Ford, algo que se puede apreciar en este cinta. Del cineasta estadounidense dijo que era alguien al que le gustaría parecerse, a medida que se hacía mayor.

Crónica de un ser vivo (Ikimono no Kiroku, 1955)

Lúcida mirada del maestro Akira Kurosawa a los miedos de la era atómica. Kiichi es un anciano obsesionado con el peligro nuclear, tras las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Así que primero pretende construirse un refugio nuclear, y cuando falla el plan piensa en mudarse con su familia a Sudamérica. El director nipón se mueve en un delicado equilibrio entre la farsa con su punto de humor y la triste paranoia, dando al espectador el punto de vista de un voluntario que ayuda a estudiar el caso. Kurosawa volvería a dar vueltas al tema del pánico a la energía atómica, tan arraigado en su país, en Rapsodia en agosto.
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