miércoles, 12 de agosto de 2015

Clásicos de libro: El adolescente

El adolescente

Fiodor Dostoieski
Juventud
Barcelona
2011
656 págs.
La novela se desarrolla principalmente en base a la relación del protagonista con su padre, Andréi Versílov, por quien inicialmente siente rechazo y finalmente adoración. Lo odia como consecuencia de ciertos rumores que acusan a éste de diversos actos negativos hasta que descubre que dichos rumores son falsos; desde ese momento se da cuenta de que su padre «no es un aventurero que se ha arruinado y ha caído, sino un hombre de alma leal y absoluta nobleza. Arkadiy entonces pasará desde el odio de su padre a una absoluta extasiada adoración». Jorge Serrano señala, al respecto, que «Dostoievski introduce así en la novela un retorno del padre pródigo hacia el hijo, en lugar de ser a la inversa como en la Biblia. Será entonces el hijo quien, siendo consciente de que su padre no es el depravado moral que él creía, velará por él defendiéndolo y protegiéndolo». La obra marca claramente un antes y un después de la reconciliación: antes de ésta, Arkadiy, en un resentimiento proyectado hacia lo social, opta por pasar sus días encerrado en una habitación pequeña y alejado de la gente —situación que recuerda a la actitud de Raskólnikov recluido en su habitación y al «hombre del subsuelo»—; luego de la reconciliación, se apodera de él un optimismo ingenuo y desmesurado, que lo lleva a creer en la posibilidad de alcanzar un utópico paraíso terrenal. Se desengañará luego, lo que representará su paso de la ingenuidad a la madurez.
Paralelamente, en la historia, Dostoievski hace emerger lateralmente a Makar, padre legal de Arkadiy que, si bien no es un personaje protagonista en la narración, es central en el pensamiento del autor, pues representa los valores que éste intenta destacar en sus obras: la «belleza» espiritual, la bondad y el sufrimiento como sacrificio. En este sentido, este personaje es el equivalente al príncipe Myshkin de El idiota, a Tijón de Los demonios y a Zosima y Alioscha de Los hermanos Karamázov, entre otros. Versílov, un hombre representativo de la ya mencionada «década de los 40» rusa, al afirmar la tesis de que «es en el pueblo llano ruso, que en el pasado había soportado por siglos la esclavitud y la miseria, en donde se encontraba la «idea» de la nación rusa como liberadora de la Humanidad, una liberación que forzosamente tendría que estar sustentada en la religión ortodoxa»,4 reconoce los principios morales de Makar, lo cual conduce a una de las ideas más queridas del autor: la «sublime fraternidad y unión de los intelectuales occidentalistas, la intelligentsia, con el pueblo depositario de la tradición ancestral rusa».
El adolescente (en ruso, Подросток) es una novela publicada por primera vez en 1875. En El adolescente, Dostoievski retoma la figura del narrador autodiegético escribiendo en primera persona que ya había utilizado en Noches blancas. El texto consiste en las Memorias del protagonista, Arkadiy Dolgoruki, escritas un año después de los hechos. En ellas relata la formación de su carácter, juzga a su padre e incluye «digresiones» sobre su infancia.
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Intelligentsia: La intelligentsia o, en transliteración al español, inteliguentsia (del latín intelligentia) es una clase social compuesta por personas involucradas en complejas actividades mentales y creativas orientadas al desarrollo y la diseminación de la cultura, incluyendo intelectuales y grupos sociales cercanos a ellos. El término ha sido tomado del ruso интеллигенция (transliterado como intelliguéntsiya), o bien del polaco. Los dos, a su vez, derivaron de la palabra francesa intelligence. Al comienzo, el término se aplicó en el contexto de Polonia, Rusia y más tarde, la Unión Soviética, y tuvo un significado más estrecho basado en la autodefinición de una cierta categoría de intelectuales.
Narrador autodiegético: Es el tipo de narrador menos utilizado. Tiene las características del narrador autodiegético porque suele contar su propia historia. El narrador busca la complicidad del lector. Por eso se dirige constantemente a él. Utiliza los paradigmas de segunda persona, es decir, “tú”, “te”, “a ti”, “vosotros”, “os”, etc. El narrador habla en segunda persona. Crea el efecto de estar contándose la historia a sí mismo o a un yo desdoblado.

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