lunes, 28 de mayo de 2018

Para recordar: Delirios de grandeza

Proponemos siete razones para volver a ver Delirios de grandeza (La folie des grandeurs, 1971), de Gérard Oury, coproducción hispano-franco-alemana.
Él es infame, tortuoso, explosivo, codicioso y conspirador. Reconocemos a Louis de Funes, o mejor dicho, a su personaje favorito, declinado en todas las formas y todas las costuras, de una comedia a otra. Si todavía disfrutamos de sus actuaciones en Las locas aventuras de Rabbi Jacob (Les aventures de Rabbi Jacob, 1973) o La gran juerga (La Grande Vadrouille, 1966). Con la gorguera al cuello y jubón, en Delirios de grandeza, es Don Salluste, ministro de Hacienda del Rey de España y recaudador de impuestos, durante el siglo diecisiete. ¿Qué hace? Conspira para estafar al rey, con la colaboración de su ayuda de cámara, el desenvuelto y encantador Blaze (Yves Montand). Cuando es pescado robando de ese dinero es destinado a la corte como bufón. Una disparata comedia pseudohistórica, ideal para el cómico francés, en la que encontramos siete buenas razones para no aburrirnos: 
1.- Visitar el sur de España
Sabía que Don Salluste siguió los pasos de... Lawrence de Arabia. Fue precisamente en el desierto de Tabernas, en la provincia de Almería, donde David Lean filmó parte de su gran película de aventuras, diez años antes de que Gérard Oury rodara también su agitada comedia. En cuanto a las escenas de la corte real, fueron filmadas en la Alhambra, el famoso palacio de Granada. Un verdadero viaje turístico. El equipo de rodaje también se desplazó para filmar en una villa próxima al pueblo sevillano de Puebla del Río, denominada "Isla Mínima del Guadalquivir".
2.- Revisar su Victor Hugo
Una infiel adaptación pero una de las más gratificantes en la larga historia de la relación entre el cine y la literatura. Delirios de grandeza, se inspira, aunque muy libremente, en Ruy Blas, el famoso drama romántico de Victor Hugo. Gerard Oury (co-escribió el guión con Danielle Thompson y Marcel Jullian) recordó su experiencia teatral en la Comédie-Française, donde interpretó a sí al "verdadero" Don Salluste de Bazán en 1960.
3.- Disfrutar de un dúo único...
Originalmente, el guión de la película fue escrito personalizado para el dúo cómico fetiche de Gérard Oury, De Funès y Bourvil, cuyo temperamento opuesto  se había enfrentado en El hombre del Cadillac (Le Corniaud, 1965) y La gran juerga (La grande vadrouille, 1966). Pero Bourvil falleció en 1970, y es Yves Montand quien asume el papel, inventando con su burbujeante compañero una dinámica diferente, pero igual de efectiva. Menos amable y menos víctima que su predecesor, Montand interpreta a su personaje con toda la ironía y flexibilidad de un Figaro.
4.- Recordar (finalmente) algunos de las diálogos que se realizan en la película... 
"C’est l’or… il est l’or… l’or de se réveiller… Monseignor… il est huit or…" " Menteuse ! C’est une menteuse ! Elle ment en allemand!", Cet enfant est un faux témoin ! Warum mich? Ich habe nicht! Elle et moi, nada, nada ! Jamais rien ! Majesté ! Das ist eine kolossale Konspiration! ("Es oro ... es oro ..." para soñar ... Monseñor ... él tiene ocho oros..."  o "¡Mentirosa! ¡Ella es una mentirosa! ¡Ella miente en alemán! Este niño es un testigo falso. ¿Por qué yo? ¡Yo no tengo! ¡Esto es una conspiración colosal! (Louis De Funès), y otras réplicas bien elaboradas que se han transmitido a los espectadores de varias generaciones, haciéndolos reír a todos. una generación a otra y que los harán reír a su vez.
5.- Confundir a Michel Polnareff con Ennio Morricone
Sí, Michel Polnareff. El cantante pop, el hombre que escribió, Tout,  tout pour ma chérie y Love Me Please Love Me, fue el que compuso la banda sonora de la película, un alegre y hábil pastiche de Ennio Morricone, confiriendo a la historia un lado amable y anacrónico a la manera de los spaghetti-western. 
6.- Redescubrir a Alice Sapritch
La tercera joya cómica de la película, es ella, en el papel de la dueña, un verdadero dragón con tul negro que guarda celosamente la virtud de la Reina de España, pero de repente se transforma en una hilarante furia amorosa por el encanto de Blaze (Yves Montand), que había tomado algunas clases de striptease impartidas por Sophia Palladium en Crazy Horse. 
7.- Ver las borlas verdes del sombrero de Don Salluste... 
Delirios de grandeza rebosa de situaciones cómicas de todo tipo, humor absurdo, chistes, diálogos hilarantes... ¿Pero algo que destaca sobre todas se encuentra en el vestuario de Don Salluste. Es, quizás, el más discreto de todos, pero también el más divertido. 

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