domingo, 20 de agosto de 2017

Jeanne Moreau ha muerto: diez películas que nos cuentan que actriz era (II)

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5.- La novia vestía de negro (La Mariée était en noir, 1968), de François Truffaut : el amor absoluto.
Primero fue la famosa Jules y Jim (Jules et Jim, 1962), donde ella interpretaba a
Catherine quien, incapaz de renunciar razonablemente a Jules, acababa, sin embargo, casándose con Jim avec elle. L'amour fou había encontrado a su intérprete y, algunos años después, Truffaut ofrece a Jeanne Moreau dar un paso más en el mismo registro con el personaje de Julie Kohler. ¿Por  qué esta asesina en serie mata a los hombres...? Decidida, calculadora, tiene cinco nombres en una lista y los borrará a todos... en nombre del gran amor de su vida, que murió el día de su boda, a causa de estos cinco imbéciles. Las ejecuciones metódicas son una ceremonia para el recuerdo y Julie Kohler es la sacerdotisa de una religión basada en la devoción al bienamado más allá de la muerte, del bien y del mal. Con muy diversos disfraces que dejan constancia de de la clásica película de cine negro, de un thriller más o menos racional, con Jeanne Moreau atravesando La novia vestía de negro como una sonámbula: Está en otra dimensión, en el amor absoluto. Truffaut sabía que no había nadie más protagonizarla. 
6.- Recuerdos de nuestra Francia (Souvenirs d'en France, 1975), d'André Téchiné: la buena mujercita.
¿Ella, la buena mujercita? ¡Imposible! Y, sin embargo, si... Aquí aparece en el papel de una costurera llamada Berthe, una lavandera que, en los albores del Frente Popular, hará una buena boda con el mayor de una familia burguesa. El menor había elegido a Régina (Marie-France Pisier). Al tener que gobernar a toda una familia, Berthe acabará convirtiéndose en la verdadera jefa de toda ella. Bajo la dirección de Téchiné, Jeanne Moreau se sumerge en la vida ordinaria para escapar de su garras y mostrar su temperamento, pero sin traicionar al personaje de Berthe, que defiende con especial afecto.  Como también defendió a Zerline, otra buena mujercita con el que conseguiría un inmenso éxito en el teatro, a la cual interpretó desde 1986 bajo la dirección de Klaus Michael Grüber, en Le Récit de la servante Zerline.
7.- Querelle (1982), de Rainer Werner Fassbinder: la imagen. 
Vuelve a Jean Genet, del había sido amigo y al que volvería de nuevo durante el rodaje en 2010 de Le Condamné à mort dirigida por Robert Bresson con Etienne Daho. En el papel de Madame Lysiane, que regenta La Féria, donde se se va escribir el destino del marino Querelle, canta, inolvidable, de Oscar Wilde: "Each man kills the thing he loves (Cada hombre mata lo que quiere)". para esta emblemática, de símbolos (aunque no sólo), Fassbinder aprovecha a la legendaria Jeanne Moreau: convertida en un ícono, la imagen de la mujer en todo su poderío, su misterio y su libertad. En el centro de un universo en el que los hombres se desafían sexualmente entre ellos, Madame Lysiane es quien retadora, sin miedo a este tipo de juegos, se impone. Soberbia. De nuevo será la patrona de un burdel en la muy diferente Le paltoquet (1986), de Michel Deville. Y con esta imagen permanecerá para siempre. 
8.- El milagro (Le Miraculé, 1987), de Jean-Pierre Mocky: la cómica canalla. 
Divertirse y reír, lo hacía a menudo, mostrando una agradable sensación de
alegría con Truffaut o con Louis Malle [a duo con Bardot en ¡Viva Maria!, (1965)]. Pero con Mocky y sus recomendaciones, se envilece. Aqué es patrona y ex-mujer de mala vida, que acompaña hasta Lourdes a Jean Poiré, ffalsificador que se hace pasar por paralítico. Esta película en la que realiza un papel verderamente divertido, le valdrá su primera nominación a los premios César a la mejor actriz, que obtendrá finalmente en 1992 por otra comedia, La  vieja que camina por el mar (La Vieille qui marchait dans la mer), de Laurent Heynemann, en la que se empareja de nuevo con Michel Serrault, con un guión adaptado de una novela de San Antonio (Frédéric Dard). En  esta película, ella es Lady M, estafadora, coleccionista de diamantes y de jovencitos, es una magnifica vieja.  
9.- Ese amor (Cet amour-là, 2001), de Josée Dayan: La artista. 
Tenía una cita con este papel. Encarnando a Marguerite Duras, Jeanne Moreau rinde homenaje a su largo acompañamiento, una historia de amistad que marcó su carrera, al hilo de sus adaptaciones: Moderato cantabile (1960), de Peter Brook; El marinero de Gibraltar (The Sailor from Gibraltar, 1967), de Tony Richardson, El amante (L'amant, 1992) de Jean-Jacques Annaud (en la que era la voz de la narradora)... Interpretó a Duras bajo la dirección de la propia Dura en Nathalie Granger (1972). ElPenetra pues sin dificultad en la piel del personaje para Josée Dayan, quien adaptaba aquí el libro homónimo de Yann Andréa, retrato de una mujer genial e infernal. portrait d'une femme géniale et infernale. Si la actriz es claramente Duras, también es poque ella misma es una creadora, una artista. En los años 1970, pasa detrás de la cámara sin mucho éxito [con Lumière (1976) y más tarde L'Adolescente (1979)], pero se impondrá a la larga la imagen de una intérprete que se construyó a sí misma, con su grandes papeles, con su lugar en la historia del cine. A imagen de Marguerite.
10.- Una dama en París (Une Estonienne à Paris, 2012), de Ilmar Raag: la extranjera.  
Esta película que fue una de sus últimas intervenciones en el cine, habla del amor pasado y también de vivir exiliada, de estar aquí y en otros lugares. Interpretando a una estonia que vive en París des de que tenía diez años de edad, Jeanne Moreau parecía ofrecer un autorretrato. De padre francés y madre inglesa, cultivó siempre el exotismo de su paisanaje; para el brasileño Carlos Diegues, fue Joanna Francesa (1973). Y la musa del más viajero de los cineastas americanos, Orson Welles, que la dirigió en El proceso (Le procès, 1962), Campanadas a medianoche (Falstaff (Chimes at Midnight), 1965) y Una historia inmortal (Une histoire immortelle, 1968). Volvió a Grecia con Theo Angelopoulos en El paso suspendido de la cigüeña (To meteoro vima tou pelargou 1991) y, ese mismo año, siguió a Wenders Hasta el fin del mundo (Bis ans Ende der Welt). En casa era la extranjera, el extranjero era su casa: un un mundo para ella sola. 

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