domingo, 27 de agosto de 2017

Napoleón, la gran película de Abel Gance (I)

El 17 de enero de 1925, en los estudios de Billancourt de París, Abel Gance comenzó el rodaje de su Napoleón (Napoleon). Se planteó realizar seis largometrajes, que abarcasen toda la vida del emperador francés, y creyó haber conseguido los fondos necesarios para ello de un financiero ruso, Wengeroff, y de un industrial alemán, Hugo Stinnes. Poco tiempo después, el equipo se trasladaba a Córcega para rodar en escenarios naturales.
Cuando volvió, Gance descubrió que Stinnes había fallecido y que su dinero había sido "congelado" por los bancos, con lo que sus planes se vinieron abajo. Los actores profundamente interesados por la película, le prometieron volver a ponerse a sus órdenes en cuanto pudiese reanudar el rodaje.
Seis meses después, otro ruso, llamado Grinnieff, acudió a su rescate. La primera de las seis películas que finalizaba con la invasión de Italia por Napoleón, estuvo lista para su estreno en 1927. El 7 de abril tuvo lugar la triunfante première en la Ópera de París, con dos secuencias proyectadas sobre tres pantallas y una partitura musical de Arthur Honneger. Se sabe que aquella primera proyección duró tres horas y media; posteriormente se exhibió una versión de seis horas en el cine Apollo. 
Pero, justo en ese momento, las cosas se pusieron en contra de Gance. Con la aparición del sonoro, a nadie le interesaron ya sus innovaciones técnicas. La película sólo se exhibió completa en ocho ciudades europeas. Tras su estreno, y tanto en Europa como en estados Unidos, sólo se proyectaron versiones abreviadas y cada vez más irreconocibles.
Los historiadores de cine comenzaron a a calificar Napoleón de "gigantesco fracaso". De las cinco películas restantes únicamente se llegó a rodar la última, la de Napoleón preso en Santa Elena, y no por Gance, sino por el famoso director rumano, Lupu-Pick, quien, basándose en el guión de Gance, filmó Napoleon auf St. Helena (1929) en Alemania. 
Napoleón en su versión original fue reconstruida por el historiador y cineasta británico Kevin Brownlow, con la valiosa colaboración del National Film Archive británico y de filmotecas de medio mundo. Gracias a Brownnlow y a otros, cabe juzgar la película de Gance com éste quería que fuese juzgada. 
Ninguna película ha implicado tanto a los espectadores en sus imágenes como Napoleón. Antes de Gance, otros realizadores habían movido libremente la cámara. Pero Gance fue mucho más allá, y la dotó de una dinámica vida propia. Para la persecución de Córcega, la sujetó a lomos de un caballo. Para la batalla con bolas de nieve en Brienne, le pidió al operador que la llevase a mano (algo insólito en aquella época). Para las escenas de la tormenta en alta mar y de la disputa en la Convención, la hizo colgar como un péndulo, y moverse en mareante frenesí. 
Si la cámara llega a convertirse en una presencia mágica, el montaje de las imágenes por ella captadas resulta todavía más asombroso. Gance no sólo utiliza el montaje rápido que había introducido en La rueda (La roue, 1923), sino también la  triple pantalla, con la proyección de tres imágenes simultáneamente (usó esta técnica en tres secuencias: la de la disputa en la Convención, la de Bal des Victimes y la de la marcha sobre Italia; pero, desgraciadamente, sólo se ha conservado esta última; pues, en un momento de desesperación, Gance destruyó la otras dos).
Para algunas escenas, como la de la lucha en el dormitorio, Gance dividió la pantalla en hasta nueve partes. Y, por increíble que parezca, todo esto lo hacía "a ojo", cotejando cuidadosamente la imágenes.
(cont.)

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