martes, 16 de octubre de 2018

Pierre Schoeller : Con Un pueblo y su rey, ha querido volver a los cimientos de la democracia francesa (I)

En tres película Versalles (Versailles, 2008), El ejercicio del poder (L’Exercice de l’Etat, 2011) y Un pueblo y su rey (Un peuple et son roi, 2018), esta última tiene previsto su estreno España el 21 de diciembre de este año, Pierre Schoeller se ha convertido en maestro del arte de filmar el discurso político.  En esta ocasión, estamos en el París de los primeros años de la Revolución -los representantes del pueblo en los bancos de la Asamblea nacional- película en la que se invita al espectador a encontrar ecos del presente. 
Un pueblo y un rey relata la forma en que la Revolución francesa trastorna la vida de todo un pueblo ( en este caso, el de París) y conduce a la muerte de su rey. De la toma de la Bastilla, el 14 de julio de 1789, a la ejecución de Luis XVI, el 21 de enero de 1793, la película nos transporta de los levantamientos populares a los debates parlamentarios y no podemos dejar de preguntarnos: ¿Por qué, Pierre Schoeller, realizador apasionado por el tema político (recuérdese El ejercicio del poder), ha elegido ahora hablarnos de la Revolución francesa?
Para responderla, lo más directo hubiese sido hablar directamente con el director, hemos tratado de unir los trajes de época para desvelar la modernidad que la obra esconde. ¿Por qué esta elección del periodo de la Revolución francesa? ¿Podemos reconocer algunas resonancias de nuestra época? "Cuando decidí lanzarme a esta aventura -contesta el director-, no pensé en las similitudes de esa época con lo que vemos hoy en día. Terminé bastante saturado de actualidad y contemporaneidad con la dirección de El ejercicio del poder. En ese momento, tuve necesidad de poner mis contadores a cero. De realizar un "reseteo" volviéndome  hacia un proyecto radicalmente diferente..."
En La inglesa y el duque (L’Anglaise et le Duc, 2001), una película audaz en la época del Reinado del Terror (1793-1794), vista a través de los ojos de una inglesa monárquica, el pueblo no era mostrado con su mejor cara. Y, por los tiempos que corren, en los que las visiones revisionistas no se privan de mostrar a los sans-culottes como sanguinarios cortadores de cabezas... Con su bello título, que engloba a la vez lo antiguo y lo moderno, la nueva película de Pierre Schoeller propone una lectura más conforme al espíritu y a la letra de 1789. Apoyándose en sólidas investigaciones históricas, el cineasta se dedica a contar la historia de los orígenes de los primeros pasos de la democracia moderna. La película comienza en 1789 con la toma de la Bastilla y termina con la ejecución de Luis XVI. Una revolución filmada al altura de los hombres, y sobre todo, de las mujeres, en los suburbios de París y los dorados de Versalles. 
Dividida en episodios, sin ser estrictamente cronológicos, la lección de historia, didácticamente de buena calidad, permite al espectador revisar sus conocimientos. Se hace muy agradable por la animada galería de parisinos, que viven en un callejón del barrio de la Bastilla: Basile el indigente (Gaspard Ulliel), Françoise (Adèle Haenel) y Margot (Izia Higelin), las dos lavanderas, semillas revolucionarias, el tío soplador de vidrio (Olivier Gour­met) y su esposa Solange, no sometida al dinero (Noémie Lvovsky). Iluminada por la luz de las velas para las escenas nocturnas, con el menor artificio en los escenarios, la vida cotidiana del pueblo parece particularmente auténtica.
(cont.)

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