viernes, 10 de enero de 2014

La Primera Guerra Mundial (1914-!918) en el cine (IV)

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Las grandes películas pacifistas  de la década de 1930 apenas consiguieron nada parte de ser prohibidas por el régimen fáscista italiano y por el nazi alemán. La gran ilusión (La Grande Illusion, 1937), la idealizada visión de Jean Renoir de un campo de concentración, un tema poco tratado por el cine sobre la I Guerra Mundial. Está considera una obra maestra del cine mundial sobre la camaradería y las relaciones humanas que retrata el día a día de unos prisioneros franceses en un campo de concentración alemán durante la Primera Guerra Mundial. Cuando llegan al campo dos oficiales de la aviación francesa, son informados por sus compañeros de barracón de que están excavando un túnel para poder escapar de allí. Nominada al Oscar: Mejor película; Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película extranjera.
Y, el remake de Gance Yo acuso (J'accuse!, 1937), se veían profundamente influenciadas por el miedo que los horrores de la guerra pudieran repetirse una vez más. Dos hombres -uno casado y el otro, amante de la mujer del primero- coinciden en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial y comparten los horrores de la batalla. Remake del propio Gance de una obra suya de 1919.
En cuanto la impresión de que las cosas no iban bien en Europa llegó a Estados Unidos el cine reaccionó como lo había hecho antes, preparando al público con advertencias acerca de la amenaza nazi. Esta vez Hollywood tenía un precedente sobre el que trabajar.
El sargento York (Sergeant York, 1941), de Howard Hawks, con Gary Cooper, logró capater de manera sutil el estod de ánimo de la época. En ella, Gary Cooper interpretaba el papel de Alvin York, un sencillo labrador  de Tennessee que se convencía en 1917 de alistarse, a pesar de sus convicciones religiosas. Aunque la película contiene un cierto elemento de tragedia, un hombre alabado y condecorado en contra de sus creencias, la conversión de York y su posterior heroísmo, convertían la historia en una reafirmación triunfante de la necesidad de estar preparado para tomar las armas en caso necesario.  Ganó 2 Oscar: Mejor actor (Gary Cooper), montaje. 11 nominaciones; Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor actor (Gary Cooper).

En cuanto Estados Unidos entro en la II Guerra Mundial, la Primera perdió todo su interés y significado para el cine. primero, la II Guerra Mundial, y luego, las de Corea, Vietnam ofrecieron temas más contemporáneos que sirvieron para diseccionar el tema de la agresividad humana. Además, y a pesar de que es posible verla ya con cierta perspectiva histórica (este año se conmemora el primer centenario de su comienzo), la I Guerra Mundial se niega obstinadamente a ser glorificada. Su imagen más popularizada de destrucción inútil fue hábilmente explota por Senderos de Gloria (Paths of Glory, 1957), de Stanley Kubrick, la sombría descripción de un consejo de guerra por el que tres soldados franceses eran ejecutados de cobardía a pesar de los absurdo de la acusación. En la Francia de 1916, durante la Primera Guerra Mundial, el general Boulard ordena la conquista de una inexpugnable posición alemana y encarga esta misión al ambicioso general Mireau. El encargado de dirigir el ataque será el coronel Dax. La toma de la colina resulta un infierno, y el regimiento emprende la retirada hacia las trincheras. El alto mando militar, irritado por la derrota, decide imponer al regimiento un terrible castigo que sirva de ejemplo a los demás soldados.
Joseph Losey contemplo un tema parecido desde el punto de vista británico en su sombría Rey y patria (King and Country, 1964), con Dick Bogarde y Tom Courtenay, drama antibelicista en el que a un soldado, acusado de desertar durante la batalla, sus superiores quieren imponerle un castigo ejemplar.
El horror de la guerra en las trincheras fue también fuente de inspiración del satírico musical de Richard Attenbourough, ¡Oh, qué guerra tan bonita! (Oh! What a Lovely War, 1969), basado en una obra del mismo título que retrata a la famlia Smith durante la Primera Guerra Mundial. Círculo de críticos de Nueva York: Nominada a Mejor Actriz (M. Smith); Globos de Oro: Mejor película extranjera de habla inglesa.
África ha sido el único escenario bélico en el que se han desarrollado algunas películas de aventuras más convencionales:
La reina de África (The African Queen, 1951), de John Huston, con Humphrey Bogart y Katharine Hepburn. Al estallar la Primera Guerra Mundial, Charlie Allnut (Bogart) un rudo capitán de barco con tendencia a la bebida, y Rose Sayer (Hepburn), una estirada y puritana misionera, huyen de las tropas alemanas en una ruinosa embarcación, con la que deben remontar un peligroso río. Son a primera vista dos seres antagónicos, incompatibles, pero la convivencia, y sobre todo las penalidades que tendrán que afrontar juntos para sobrevivir, harán cambiar radicalmente su relación.
Gritar al diablo (Shout at the Devil, 1976), de Peter RF. Hunt, con Lee Marvin y Roger Moore. El coronel irlandés Flynn Patrick O'Flynn (Lee Marvin) se propone hacer una incursión relámpago en una colonia alemana del África Oriental para hacer contrabando de marfil. Cuenta para ello con la colaboración de Sebastian Oldsmith (Roger Moore), un estirado inglés educado en Eton. El plan fracasa cuando el comisario alemán Fleischer los aísla con la ayuda de un acorazado. A pesar de todo, Flynn y Sebastian consiguen escapar al bloqueo. Cuando los dos aventureros regresan, por fin, a casa, surge el amor entre Sebastian y Rosa, la bella hija de Flynn (Barbara Parkins).
Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, 1962), de David Lean, tenía como escenarios el Oriente Medio. El Cairo, 1917. Durante la Gran Guerra (1914-1918), T.E. Lawrence (Peter O'Toole), un conflictivo y enigmático oficial británico, es enviado al desierto para participar en una campaña de apoyo a los árabes contra Turquía. Él y su amigo Sherif Alí (Omar Sharif) pondrán en esta misión toda su alma. Los nativos adoran a Lawrence porque ha demostrado sobradamente ser un amante del desierto y del pueblo árabe. En cambio, sus superiores británicos creen que se ha vuelto loco. A pesar de que los planes de Lawrence se ven coronados por el éxito, su sueño de una Arabia independiente fracasará.
Pero la guerra en los escenarios europeos fue la guerra en estado puro y se niega a ser glorificada en las pantallas.
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