miércoles, 23 de noviembre de 2022

Jean-Marie Straub, muerte de un irreductible del cine

Sus compromisos políticos y artísticos, nunca los negó, ni los suavizó. Con su esposa Danièle Huillet, siguió, como un artesano dijo, una búsqueda intransigente de la veracidad. El director radical murió el domingo en Suiza a la edad de 89 años.
Solíamos decir “los Straubs”. Una pareja legendaria de cineastas marxistas vituperando a toda la tierra, pero dirigiéndose el uno al otro. Ella, Danièle Huillet, un poco bruja, él, Jean-Marie Straub, un poco "maquis" o tratante de caballos, depende. Se habían conocido en 1954 en París. Juntos desde esa fecha habían dado forma a películas con un rigor inigualable, basadas en obras musicales o textos literarios de alto nivel (Corneille, Brecht, Kafka, Hölderlin, Pavese) pero depuradas de su brillo cultural. Danièle Huillet murió en 2006. Esta vez, es él, Jean-Marie Straub, quien acaba de dejarnos, el 20 de noviembre de 2022, a la edad de 89 años. Había continuado en solitario para realizar algunas películas muy confidenciales tras la muerte de su compañera, adaptaciones de textos de Malraux, Bernanos y Barrès. Pero él sin ella.
Crónica de Anna Magdalena Bach, de 1968. Una película tan despojada, tan dedicada a la música, que parece ver un documental rodado en el siglo XVIII
Jean-Marie Straub era la intransigencia personificada. Refractario a cualquier compromiso. Lo pagó en la vida real, no sin coraje: en solidaridad con los separatistas argelinos, se negó en 1958 a unirse al ejército francés y desertó. Luego fue exiliado a Alemania, pronto se unió a Danièle. Allí vivieron un tiempo y rodaron buena parte de sus películas. A partir de Crónica de Anna Magdalena Bach (Chronik der Anna Magdalena Bach, 1968), su única película poco conocida. Una maravilla de austeridad musical donde vemos y oímos especialmente a Gustav Leonhardt, con peluca e instrumento de época, interpretando piezas de Johann Sebastian Bach, al clavicémbalo en el rincón de una sala. Mientras que en un alemán antiguo muy armonioso, las palabras en off de su esposa, Anna Magdelana Bach, describen el trabajo obstinado del día a día de su esposo. Música, nada más que música. Los Straub lo honraron con tal preocupación por la veracidad y la austeridad que uno podría imaginarse en un documental también de la época, rodado en el siglo XVIII, ¡en Leipzig!
Relaciones de clase (1984) Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, defensores de la causa proletaria, directores de una obra para eruditos
La pareja irreductible también ha adaptado varias óperas de Schönberg, entre ellas Moisés y Aarón (Moses und Aron, 1975). Y aun cuando ya no había música, todavía la había, en otra forma: en la particular dicción de sus intérpretes, de una aspereza muy trabajada. Una forma de apretar cada sílaba, de declamar cantando las palabras mientras se golpea el metal sobre el yunque. Era cine puro y duro, al lado del cual Bresson parecía comercial. Cine de la materia y de la palabra tensa, que hizo amar al teatro fuera del escenario. Probablemente hizo falta un poco de masoquismo para enfrentarse a la montaña de dos horas que fue, por ejemplo, La muerte de Empédocles (Der Tod des Empedokles oder Wenn dann der Erde Grün von neuem Euch erglänzt, 1986), basada en la tragedia poética de Hölderlin. Pero recordemos que la ascensión reservaba momentos de epifanía. Entre otras películas importantes, para (re)descubrir, citemos En rachâchant (1982), basada en la novela de Marguerite Duras, Relaciones de clase (Klassenverhältnisse - Amerika, rapports de classe, 1984), basada en la novela de Kafka, o ¡Sicilia! (1998), según la obra de Elio Vittorini. Marguerite Duras fue la primera en elogiar su trabajo, promocionando su adaptación de Corneille Les yeux ne veulent pas en tout temps se fermer, ou Peut-être qu'un jour Rome se permettra de choisir à son tour (1970) en un estilo que no conocíamos mucho: "No seas estúpido, ve a ver a Othon".
Othon (1970), La tragedia romana es interpretada con el tráfico de la Roma moderna de fondo
Jean-Marie Straub se vio a sí mismo como un dinosaurio. Un artesano del cine, para nada un artista. Cuando venía a presentar sus películas mascaba su cigarro, refunfuñando contra los laboratorios de impresión de películas, la industria del cine, los poderes del dinero. Continuó admirando los encuadres de John Ford, dijo que se inspiró en ellos, como discípulo. Apenas podíamos creerlo. Y luego quedó este hiato: ¿cómo y por qué él y su compañera, comunistas obsesionados con el Grand Soir, siempre preocupados por el destino de los trabajadores, los campesinos y los condenados de la Tierra, decidieron hacer un cine tan elitista? Misterio. Sólo les siguió la franja más radical de la cinefilia, que se autodenominaba no sin ironía como "la internacional straubiana".
Para que conste, Jean-Marie Straub murió en su casa, en la tranquila ciudad suiza de Rolle, a pocas manzanas de Godard. El eminente inconformista y el humilde disidente se tenían en alta estima y se veían a veces. Nos hubiera gustado saber de qué estaban hablando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario