miércoles, 14 de agosto de 2013

Noticias de libro: Espíritu de mambo

Publicado por Editorial Academia del Hispanismo, en Espíritu de mambo: Pepe Rubianes el profesor Juan A. Ríos Carratalá analiza la trayectoria profesional del actor galaico-catalán, como a él mismo le gustaba definirse. 
Sin duda, este es un libro que merecían tanto el objeto del estudio (Rubianes) como sus miles de admiradores, especialmente tratándose de un trabajo realizado en el ámbito académico: Ríos Carratalá es catedrático de la Universidad de Alicante, especialista en temas tan diversos como el humor, las letras del siglo XVIII, el cine y el teatro españoles del XX y las relaciones entre el cine y la literatura.
El profesor Ríos identifica el “espíritu” de mambo de su título con la alegría, la felicidad y el vitalismo, características implícitas en cualquier evocación de Pepe Rubianes, actor cómico cuya primera influencia fue la de un marino mercante, su propio padre, que narraba con deleite las aventuras vividas en Buenos Aires, Japón, Australia, Cuba, Nueva York…: “Él tenía una gran capacidad de reproducción de las situaciones -recordaba Rubianes-, caricaturizándolas y teatralizándolas. Siempre pensé que era un showman frustrado. Yo reproducía a mi vez en el colegio todo lo que mi padre hacía en casa. Esa ha sido mi escuela de teatro”.

La trayectoria de Pepe Rubianes comenzó en la Facultad de Filosofía y Letras de Barcelona, donde, entre 1966 y 1971, realizó estudios de filosofía pura con profesores como Emilio Lledó o, en una optativa, José Manuel Blecua, quien le animó en su interés por Federico García Lorca, una pasión que, con el tiempo, fructificaría en su espectáculo Lorca eran todos, todavía en cartel.
“Pepe era, sobre todo, un hombre libre. El más libre que he conocido”, escribió sobre él Andreu Buenafuente poco después del fallecimiento del cómico. Buena parte de esa libertad se respira en el libro de Juan A. Ríos, un homenaje (merecido) escrito, con rigor, desde la admiración y el cariño que provoca quien ha procurado a cuantos le rodeaban, por supuesto a su público, una gran felicidad.

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