lunes, 26 de agosto de 2013

Biografías de cine: Raquel Meller

9 de marzo de 1888: nace Raquel Meller, cantante y actriz española.

Raquel Meller, nacida Francisca (Paca) Marqués López, fue una cantante, cupletista y actriz de cine española. Durante los años 20 y 30 del pasado siglo fue la artista española de mayor éxito internacional. Estrenó famosas canciones como La Violetera de José Padilla. En su pueblo natal, sita en el Teatro Bellas Artes, existe una sala-museo o exposición permanente sobre la cantante.
Hija de aragonés y de riojana (de Inestrillas, donde su padre era el herrero del pueblo), nació en Tarazona, provincia de Zaragoza, en el popular Barrio del Cinto. Su padre trabajaba como herrero en la llamada Venta de Baqueca, en tanto que su madre se empleaba en una tienda de ultramarinos. Pasa temporadas con sus abuelos maternos en Inestrillas y también con los paternos en Añón de Moncayo, donde también su abuelo había ejercido de herrero. Creció en Francia al cuidado de una tía materna, religiosa clarisa, hasta volver a reunirse con su familia en Poble Sec, barrio de la ciudad de Barcelona. En la capital catalana trabajó en un taller de confección. Fue por entonces cuando conoció a la célebre cantante Marta Oliver, quien advirtíó el talento vocal de la joven Paca.
Bajo el tutelaje de Marta Oliver, Paca debutó en el salón La Gran Peña en febrero de 1908 bajo el nombre de La Bella Raquel. Poco después cambió definitivamente su nombre a Raquel Meller, con apellido de sonido alemán, al parecer en recuerdo de un amor de dicha nacionalidad.
El 16 de septiembre de 1911 Raquel hace su gran debut en el Teatro Arnau de Barcelona. Fue en esa época cuando cantó La Violetera y El Relicario, las dos canciones compuestas por José Padilla que la hicieron famosísima.
En 1917 Raquel conoce al escritor y diplomático guatelmateco Enrique Gómez Carrillo (Enrique Gómez Tible, quien cambiaría su segundo apellido cuando los españoles le llamaron burlonamente "Comestible"); se casa con él en 1919, pero el matrimonio se rompió en 1922. El mismo año, Raquel celebró sus primeros triunfos en París (Olympia), Argentina, Uruguay y Chile. En 1926 hizo una gran gira por los Estados Unidos, recorriendo Nueva York, Filadelfia, Chicago, Boston, Baltimore y Los Ángeles.
Hacia 1930 Raquel atrajo la atención de Charlie Chaplin, quien le ofreció interpretar un papel principal en su película Luces de la ciudad (City Lights, 1931), sin éxito. Chaplin sí incorporó la melodía de la canción La Violetera de José Padilla como tema principal en esta película, omitiendo la autoría del maestro Padilla.
En 1922 Raquel dio un primer paso en su carrera cinematográfica. Entre sus grandes éxitos se encuentran Violetas imperiales (1923) y Carmen (1926), aún en el cine mudo. En 1932 rodó una segunda versión de Violetas imperiales para el cine sonoro, y en 1936 comenzó con el rodaje de Lola la de Triana, cuya producción fue interrumpida por la Guerra Civil española.
Raquel Meller en un retrato
de Joaquín Sorolla (1918)
En los años treinta Raquel residió en Francia, disfrutando de su celebridad. Superó en popularidad e ingresos durante varios años a estrellas como Carlos Gardel y Maurice Chevalier. Su voz, belleza, elegancia, grandes ojos negros y su talento como cupletista le garantizaban el estrellato. Admiradores como la propia Sarah Bernhardt la llamaron «genio». Antes de que ella apareciera en escena, los cuplés se veían como canciones de género ínfimo. Las interpretaciones de Raquel Meller dieron al cuplé un aceptable nivel social.
La Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial provocaron un cambio abrupto en su carrera. En 1937 viajó a Argentina, donde permaneció hasta 1939. Después de la Guerra Civil volvió a Barcelona, logrando de nuevo la popularidad con la obra teatral de José Padilla La Violetera. En Barcelona se casó por segunda vez con el empresario francés Demon Sayac. Aunque nunca se divorciaron, decidieron vivir separados.
Durante los años siguientes, poco a poco, Raquel Meller se quedó sola y medio olvidada en Barcelona. Poco después del estreno de las películas El último cuplé (1957) y La violetera (1958) con Sara Montiel, en donde se cantaron los éxitos de su tiempo de gloria, Raquel trató de recuperar su fama de estrella, pero fracasó, ya que nadie se acordaba de ella. Nunca tuvo hijos propios, pero adoptó a dos.
En 1962, cuando llevaba algún tiempo alejada del espectáculo, sufrió una caída que agravará su enfermedad coronaria. El 26 de julio de 1962 fallecerá en el Hospital de la Cruz Roja de Barcelona acompañada de su hijo y de la presidenta del Hospital, Condesa Pilar de Lacambre, gran amiga de la artista. El entierro, en el Cementerio de Montjuïc de Barcelona, fue multitudinario y toda la prensa se hizo eco de la sensible pérdida.

Raquel Meller y el cine

Su primera aparición se produce en 1919 con el film Los arlequines de seda y oro, serial en tres episodios con un total de 242 minutos que relata el socorrido romance entre una gitana y un torero sin obviar ninguno de los reductos donde se asienta el tópico. Los marbetes que rotulan cada una de las tres partes del culebrón pueden dar idea de la clase de melodramón que el ávido espectador podía degustar:  El nido deshechoLa semilla del fenómeno y La voz de la sangre. Asunción Casals, A. Rodríguez, Francisco Aguiló, Luis Oliván, Juana Sanz, Carlos Beraza y José Martí fueron los demás actores principales y también tuvo un papel su hermana Tina. El argumento y el guión  pertenecían a José Amichatis, seudónimo de Ricard Amic Bert, periodista y comediógrafo autor de más de cien piezas. La dirección  fue de Ricardo Baños, uno de los pioneros de nuestro cine, y la fotografía de su hermano Ramón. Se estrenó a fines del mismo año en el cine Eldorado de Barcelona y el 6 de enero de 1920 en el cine Gran Vía de Madrid, hoy Palacio de la Prensa, obteniendo un gran éxito, favorecido por la categoría de los cines donde fue proyectada. En el extranjero la película se llamó La gitana blanca, nombre con el que figura en algunos trabajos sobre la artista. Esta primera película se conserva en los archivos de la Filmoteca Nacional, lo que no ocurre con todos los filmes protagonizados por Raquel.
El éxito de su primer trabajo para el cine y su triunfo en París suscitan la llamada de Henri Roussell para protagonizar Los Oprimidos, también llamada Rosa de Flandes, en 1922. El argumento, que se desarrolla en los Países Bajos durante la dominación española, originó algún reparo en Gómez Carrillo que habló de leyenda negra y de las consabidas antiespañolías en un artículo, luego reproducido en el libro El reino de la frivolidad, que precisamente tituló “Españoladas cinematográficas”. Concretamente, el escritor se quejaba de unas líneas de la publicidad francesa en las que se decía: “…admirarán al conde de Requesens; odiarán al Duque de Alba.” Aunque en el artículo no se citaba a Raquel, entonces ya separada, ésta contestó con una violenta réplica en la revista El Cine en la que Carrillo no quiso entrar respondiendo con elegancia y buenas palabras. La película, que en un principio despertó considerable expectación llegando a ser proyectada en catorce cines parisinos durante un mismo día, después no siguió el mismo rumbo y sólo llegó a salvarse por la actuación de la protagonista. En España -recién estrenada la dictadura primorriverista- fue prohibida su proyección por el aludido ribete de leyenda negra al que tan adversos suelen ser quienes más méritos hacen para inspirarla. Por fin se estrenó en 1924.
En 1923 interpreta uno de sus más famosos filmes, Violetas imperiales, con el mismo director y André Roanne de coprotagonista. Rodada en Sevilla constituye un tópico melodrama de gitanas, reinas, amores y celos que -como podía esperarse- caló en el público. La interpretación de Raquel fue ponderada por la crítica.
Su cuarta película es La tierra prometida también dirigida por Henri Roussell y en la que de nuevo trabaja su hermana con el nombre de casada, Tina de Izarduy. Se trata de otro melodrama en el que la Meller forma parte de una familia judía con tensiones sentimentales y económicas que acaban favorablemente pudiendo así tomar el camino de la “tierra prometida”. Aquí la artista interpreta a una mujer de la clase alta con lo que tocaba un registro que faltaba en su filmografía. Ya había sido gitana y heroína histórica; ahora, mujer del gran mundo. La película, muy promocionada, también obtuvo el favor del público en una época en la que empezaba a tomar visos preocupantes el antisemitismo. En agradecimiento, los judíos de Tanger recibieron a Raquel, llegada a esa ciudad, sembrando de violetas las aguas de la bahía. Ya La violetera, refrendada por su tercera película, se había convertido en un símbolo.
De 1925 es Ronda de noche de Marcel Silver, otro melódrama de gitanos y aristócratas basado en una obra de Pierre Benoit. Y del año siguiente Nocturno, un film intrascendente del mismo director que fue estrenado el 11 de mayo de 1927 en el Teatro de la Comedia de Madrid a beneficio de la Liga contra el cáncer actuando personalmente la propia artista y con asistencia de la familia real.
También de 1926 es Carmen, otro de sus grandes triunfos. Dirigida por el belga Jacques Feyder siguiendo la famosa novela de Merimée, prototipo convencional de lo español. Financiada por Albatros, una firma propiedad de rusos blancos exiliados y rodada en Francia y Andalucía, abundaron los problemas en el rodaje: Raquel, ya en su papel de intocable estrella, no quería adaptarse a la personalidad de la protagonista y trataba de aparecer como una mujer ejemplar y virtuosa. Conocida y verídica es la anécdota: una mañana en Ronda y con seiscientos figurantes aguardando bajo un sol propio de la tierra, la actriz se negaba a representar un beso que juzgaba inoportuno. El director se avino a argumentar la necesidad de respetar la trama de la obra a lo que Raquel contestó: “Me importa un bledo lo que piense el señor Merimée. Ahora mismo le telefoneamos y que cambie el argumento”. Sin embargo, Feyder y la crítica quedaron muy satisfechos de la interpretación que compartió con Louis Lerch, Víctor Vina y Gastón Modot.
De 1928 es La Venenosa, dirigida por Roger Lion y con Silvio de Pedrelli como partenaire sobre una novela de El Caballero Audaz quien cuenta cómo hubo de pagarle un millón y medio de francos por avenirse a interpretarla, ya que su solo nombre era garantía de éxito. Sin embargo, este delicado film estrenado en el Palacio de la Música el 26 de Octubre de 1928 es su última incursión en el cine mudo y con él se despide del séptimo arte hasta la “remake” de Violetas imperiales.
Entre finales de 1926 y principios de 1927 (otros, equivocadamente, dan la fecha de 1930), Raquel inaugura el cine sonoro en nuestra lengua. Durante su estancia en los Estados Unidos había filmado con la Fox Film Movietone cuatro canciones, como fue costumbre en los inicios del cine hablado. En este caso fueron “Tarde de Corpus”, “La mujer del torero”, “El noi de la mare”, y “Flor del mal”. Esta última parece que es la primera prueba que se registró en español para el celuloide del naciente sonoro, aunque estas pruebas no fueran comercializadas.
La aparición comercial del cine sonoro con la proyección de El cantor de jazz de Alan Crosland el 6 de octubre de 1927 en el Warner Theatre de Nueva York supuso la definitiva desaparición del cine mudo un par de años más tarde. Sin embargo, este hecho que pareciera debía favorecer la carrera de los intérpretes que además eran cantantes tuvo poca incidencia en la trayectoria fílmica de Raquel que sólo estrena una película más.
La versión sonora de Violetas imperiales es de 1932 y fue rodada en el Pueblo Español de Montjuich. Igualmente dirigida por Henri Roussell y con Suzanne Bianchetti, que también había hecho la primera versión, en el otro papel principal como Eugenia de Montijo. Por cierto, la verdadera emperatriz había muerto en 1920 a la muy provecta edad de 94 años por lo que no puede ser cierto el dato que refiere Lladó, uno de los biógrafos de la Meller: el regalo por parte de la emperatriz de dos sombrillas, una con mango de marfil y otra con el puño de brillantes. Lo que sí es veraz es que las sombrillas fueron regaladas a Raquel, seguramente por alguna de las descendientes de la emperatriz y aquélla las lució en la película. Hoy figuran en manos de coleccionistas particulares. Georges Peclet, Emile Drain, Paule Andral, Louise de Mornand, Robert Dartois, Carlotta Conti, Pierre Gerald, Víctor Vina, Carlos Sanmartín y Margueritte Charles son el resto de los actores. Fedote Bourgassoff y Raoul Aubourdin, los fotógrafos. La actriz canta entre otras “Doña Mariquita”, “Gitana, gitana”, “La pena” y “La violetera”.
Aquí se acaba el periplo cinematográfico de Raquel pues Lola Triana, comenzada en 1936 en una finca de Juan Pedro Domecq cercana al lugar donde se perpetró la terrible represión de Casas Viejas, con argumento de José María Pemán y música de Moreno Torroba -¡buenas amistades!- fue interrumpida por el estallido de la Guerra Civil. Tampoco llegó a filmarse una versión cinematográfica de Terra baixa, la famosa obra que su ex-amigo  ex-admirador Angel Guimerá había estrenado en 1896 y que había sido traducida a varias lenguas y hasta convertida en ópera.





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