miércoles, 25 de enero de 2023

Muere Paul Vecchiali, cineasta extremo (II)

(cont.)
Todo esto –y muchas cosas más: la infancia, el descubrimiento de la bisexualidad, el surgimiento de la cinefilia, las múltiples depresiones y alegrías inmortales– son evocados, detallados en este libro arrebatado, a la vez magistral y ameno, que leemos tal como lo escribió su autor. : febrilmente. Lo descubrimos allí tal como esperábamos que fuera: honesto hasta el exceso, valiente, quisquilloso, alterna ya la vez altruista y egoísta. Insoportable, también, por supuesto, pero con inocencia y garbo. Volvamos a los cinco amores de Paul Vecchiali.
Danielle Darrieux
Tiene 6 años. "Estaba aburrido en el hotel de Aix-les-Bains donde mi madre tomaba las aguas. Una revista se abrió a las páginas más leídas y me encontré cara a cara -es el caso de decirlo, porque era un primerísimo plano- con Danielle Darrieux . No sabía nada de Darrieux y Mayerling. Esa mirada me mató. Vi cuarenta mil cosas allí. Inmediatamente me comunicó el sueño para siempre. Vecchiali convertirá a la mujer de su vida en En haut des marches, luego en una película para televisión que él mismo considera inacabada: Le Front dans les nuages (1989). Jamás le perdonará al Centre national du cinéma et de l'image animée (CNC), al negarle financiación, por haberle impedido -dos veces- volver a dirigirla en un fabuloso guión, escrito para ella: La Marquise est à Bicêtre.
Jean Gremillon
Su "santo patrón", como él dice. "Un hombre de izquierda que nunca lo proclama. Pero se apega tanto a sus personajes que los vincula a su tiempo, y por lo tanto a la política de su tiempo. No tiene necesidad de rodar películas militantes –despreciables, además, como La vie est à nous de Renoir…" De su cineasta favorito, ama todo. Y especialmente Trailers (1941) con Jean Gabin y Michèle Morgan, que vio doscientas veces. "En cada visión, me siento recogido, sorprendido, molesto, enriquecido."
El estilo
Su caballo de batalla es el antinaturalismo: para él, es en el corazón de lo irreal que se encuentra lo verdadero. Y no importa la verosimilitud, de la que se burla, y la lógica, de la que mata. Si ama tanto las canciones en el cine de los años treinta (salpica con ellas, además, sus propias películas) es porque trascienden el realismo sacrosanto, que paraliza, según él, a tantos cineastas. Un ejemplo que suele citar: en Cœur de lilas (1932), de Anatole Litvak, Jean Gabin entra en un bar, ve a su novia coqueteando con otra persona y, en lugar de gritar y llamar a la puerta, pide una cerveza y canta la sorpresa de todos: "Este es el niño de goma!" Y es la letra de la canción la que refleja su rabia. Toda la estética del cineasta parte de ahí…
Los amigos
Fue para ellos que creó, en 1976, con su amiga Cécile Clairval, la productora Diagonale. Proyecto loco, idealista, al estilo de La Belle Équipe (1936), de Julien Duvivier, que huele a Frente Popular. “Tuve la idea, explica Vecchiali a su biógrafo, Matthieu Orléan, de crear dos departamentos: un departamento de catering y un departamento de cine, dentro del marco legal de la misma empresa, para que haya una circulación de dinero en el medio." Comida y cine, uno alimentando al otro, si nos atrevemos a decir… Y funciona: el catering gana dinero. Y se suceden las películas, modestas, pero originales: Les Belles Manners (1978), de Jean-Claude Guiguet, Simone Barbès o Virtue (1980), de Marie-Claude Treilhou, Buen tiempo pero tormentoso al final del día (1986), de Gérard Frot-Coutaz. Desgraciadamente, un buen día, las “diagonales” se separan: las utopías tienen un solo tiempo, todo el mundo lo sabe. De todos modos, como dijo Gabin al final de La Belle Équipe: “¡Fue una gran idea!". 
El público
Moderó mil doscientos debates durante su carrera. Y no todos apaciguados. A un espectador que le señaló que los personajes de Corps à cœur (1979) se contradecían de una escena a otra, le respondió: “¡Pero claro! Mienten… ¿Nunca mientes, tú, en la vida? A una señora que se queja de no haber entendido las motivaciones de los personajes, le lanza: “ ¿Y qué te impide llevar trabajo a casa? En el documental que le dedicó Emmanuel Vernières, Paul Vecchiali, en diagonales , precisa: "Esta mujer, posteriormente, me escribió. Nos escribimos durante años…” Y para agregar:“Estoy triste cuando los espectadores permanecen indiferentes. Quiero que mis palabras, mis imágenes las saquen de sí mismas. Si hacemos cine, es para ir al extremo. De lo contrario, no tiene sentido."

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