sábado, 15 de octubre de 2022

Mujeres de cine: Greta Garbo (VIII)

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John Mosher comentó en el New Yorker, sobre su trabajo en la película Gran Hotel, lo siguiente: "A pesar de la brevedad de su aparición, la Garbo domina totalmente la película, logrando que otros intérpretes parezcan sólo actores y actrices competentes, dotando a una película tan astuta y llena de trucos de una elevación y una grandeza como jamás podrán otras películas sin ella, sin esa vitalidad tan nerviosa e intensa que la Garbo hace gala".
Greta Garbo y Clark Gable formaron una apasionada pareja en Susan Lenox, pero los críticos se quejaron de que el guión estaba mal construido
El estilo de la Garbo se había visto hasta cierto punto influenciado por el de la celebrada estrella danesa Asta Nielsen, con la que había trabajado en Berlín y posteriormente por el de Jeanne Eagles, quien se encontraba bajo contrato en la Metro, cuando Greta Garbo inició su carrera norteamericana en dichos estudios. Compartí con ambas una forma casual y casi indiferente de decir los diálogos, acompañada de un cierto nerviosismo e inquietud  en los modales y en los movimientos, que ejemplificaban el espíritu de la mujer moderna. Poca de sus películas lograron crear una atmósfera totalmente satisfactoria para su personalidad, pero en todas ellas había momentos que le permitían mostrarla, como el principio de Anna Karenina, cuando aparece al grupo que la esta esperando en la estación entre una nube de vapor y niebla. En Gran Hotel, donde interpreta a la bailarina Grusinkaya, le dice al ladrón de joyas que ama: "¿Es dinero lo que quieres? Yo lo tengo", con tal inocencia y sencillez que él se siente obkigado a rechazar su oferta aunque le cueste la vida. En Mata-Hari, su manera de tomar entre las manos el rostro de un joven oficial para besarle significa un secreto entendimiento, compartido por el espectador, de que, al aceptar un amor humano, está asumiendo con él un destino humano que terminará exigiendo su sacrificio.
Rouben Mamoulian, le pidió a la Garbo que convirtiese su rostro en una hoja de papel en blanco, en la que todos los espectadores pudiesen escribir su propio final para La reina Cristina de Suecia (1933)
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