sábado, 26 de marzo de 2022

Romy Schneider y...: una retrospectiva en cuatro capítulos (IV)

Romy Schneider y Claude Sautet: en estado de gracia

Hoy, Sautet, que la hará brillar desde Las cosas de la vida hasta Una vida de mujer, se convertiría en admiración mutua. 
Romy Schneider y Claude Sautet en París, en febrero de 1972
Cuando Romy Schneider entró en la vida de Claude Sautet a principios de la década de 1970, éste ya no quería hacer películas. Juega a las utilidades, reflexiona en su rincón, da sus consejos para los guiones atrasados: lo apodan "Doctor Sautet". El desencanto es precoz -sólo dos logros a los 46-, pero tiene cara de perro cuando piensa en los proyectos que se le ofrecen. "Durante cinco años, no quería leer nada", dice su esposa Graziella. Guiones, tuve que tirar 200! “Hasta el día en que le llega la adaptación de Las cosas de la vida (Les choses de la vie, 1970), novela de éxito de Paul Guimard, en la que trabaja su amigo Jean-Loup Dabadie.
Existe el esbozo de un proyecto, una puesta en escena de Alain Cavalier para Yves Montand y Annie Girardot, pero se desvanece en la niebla. A Sautet le embarga la historia de un hombre entre dos vidas “cuyo error o culpa es vacilar”, le obsesiona el escenario del accidente de coche, “esta vida rota a toda velocidad”. Pone mucho de sí mismo en el personaje que le confía a Michel Piccoli, la historia de un hombre, sus dudas, sus defectos. Cuando escribe, está lejos de imaginar que es una mujer la que lo marcará profundamente y llevará su cine a otros territorios.
La primera colaboración entre Sautet y Schneider fue Las cosas de la vida (Les choses de la vie, 1970), un drama psicológico en la que un arquitecto casado, con un hijo y una amante, sufre un accidente automovilístico. Malherido y esperando la ambulancia, un sinfín de hechos de su vida acuden a su mente. Alrededor de él, el drama de su mujer, de su hijo y de su amante. Estuvo nominada a la Palma de Oro como mejor película en el Festival de Cannes. Sautet logró con Las cosas de la vida uno de sus mayores éxitos y una reputación sólida fuera de su país, marcando las pautas de lo que sería su cine en los años 1970.
La segunda fue Max y los chatarreros (Max et les ferrailleurs, 1971), adaptación de la novela de Claude Néron donde el director Claude Sauet impregnó un tono críptico, melancólico e imborrable para todo amante del séptimo arte.  Convertida en un excelente melodrama de cine negro que mima la descripción psicológica de sus dos personajes centrales – interpretados por Michel Piccoli y Romy Schneider–, con un tono críptico y melancólico. Especialmente notable es la inquietante marcheta central compuesta por el músico Philippe Sarde.
La siguiente fue con Ella, yo y el otro (César y Rosalie) (César et Rosalie, 1972). Rosalie, una mujer divorciada y con una hija, está enamorada de César. Un día, Rosalie conoce a David y su plácida vida se ve alterada al tener que elegir entre los dos hombres. Ella, yo y el otro” fue una coproducción entre Italia, Francia y Alemania que obtuvo un gran éxito de taquilla en estos países. La película unió a dos de los actores europeos de más éxito: Yves Montand y Romy Schneider. Además, aparece una joven Isabelle Huppert en uno de sus primeros papeles. Aunque en el inicio de su carrera el director Claude Sautet se dedicase fundamentalmente al cine policiaco (el llamado cine polar galo), en los 1960 dio un giro a su carrera, especializándose en el retrato dramático y sentimental de la clase media-burguesa francesa de la época. La cinta obtuvo el Premio David di Donatello al mejor actor extranjero (Yves Montand) (ex aequo).
La cuarta fue en Una vida de mujer (Une histoire simple, 1978). Una mujer se debate entre su actual amante, casado a su vez, de quien espera un hijo, y su ex marido, a punto de hundirse profesionalmente y al que trata de ayudar. Incapaz de explicar su actitud a los dos, decide abortar. Nominada al Oscar a la mejor película extranjera, Una vida de mujer es un dramático estudio de caracteres en el más puro estilo de Sautet, en el que el desaparecido realizador trabajó por última vez con su actriz fetiche, Romy Schneider. Melodrama y cine social se unen en un fascinante retrato del alma femenina, que aboga finalmente por una inédita sensación de libertad. Exhibición interpretativa de Romy Schneider en uno de los grandes papeles de su carrera, que le proporcionó un César a la mejor actriz. La película está creada por y para ella, en un inolvidable paseo por su rostro lánguido y su inmenso talento para crear sensaciones y emociones.

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