sábado, 2 de febrero de 2013

Biografías de cine: Paul Newman (II)

(cont.)

Frío entre los fríos

A finales de los 60, y quizá como un reflejo del creciente cinismo de la sociedad, la mayoría de las películas de Newman renunciaron incluso a intentar condenar a sus amorales protagonistas. Harper, el sardónico detective privado de la película Harper, investigador privado (1966), era la encarnación perfecta del antihéroe de los 60: un hombre frío e interesado que
utilizaba sin escrúpulos a los demás, incluyendo a las mujeres. Pero ahora este tipo de personajes podían ser considerados ya como héroes, y así lo fueron, lo que convirtió a Harper en una de los papeles más populares de toda la carrera de Newman.
El público respondió también con entusiasmo a La leyenda del indomable.  Caracterizado por su odio al establishment y sus sentimientos antiautoritarios. Luke infringe la ley no debido a problemas sociales, la excusa de la mayoría del las películas de los 30. sino porque le gusta hacerlo. El acto de rebelión que comete al principio de la película tiene su propia justificación, convirtiendo a Luke en un apropiado antihéroe para finales de los 60. En esta película, Newman volvió al tipo de rebelde silencioso, pero, a diferencia de los rebeldes de los 50. Luke no hablaba, no porque no supiera expresarse sino porque prefería no hacerlo. No es un ser confuso ni sin dirección en la vida, sino un individuo inteligente que elige separarse del resto de la humanidad. No obstante, y a diferencia de los protagonistas de El buscavidas Hud el más salvaje entre mil, carece de un objetivo concreto en la vida y se convierte sin pretenderlo en un mártir.

Newman y la comedia

Como el Luke de La leyenda del indomable. Newman realizó su interpretación más relajada hasta el momento; pero, en Dos hombre y un destino resulta todavía más casual y desenfadado. Su personaje, Butch Cassidy, un oportunista fracasado y casi ridículo, un romántico incurable constituye una fascinante versión cómica de los anteriores soñadores y ambiciosos interpretados por el actor. En sus anteriores intentos de interpretar comedias ligeras, tales como Un marido en apuros (Rally Round the Flag, Boys!, 1958)
y Samantha (A New King of Love, 1963|. Newman resultó algo rígido y forzado, mientras que en Dos hombres y un destino se muestra espontáneo y atractivo. Esto se debe en parte a que Butch Cassidy es un tipo dotado de un  sentido del humor natural en lugar de un personaje cómico exagerado, y en parte a su emparejamiento con Robert Redford, que creó entre los dos una camaradería masculina llena de atractivo, bastante desusada en la carrera de Newman. La película fue un gran éxito, pues contenía casi todos los ingredientes tan del agrado de los espectadores contemporáneos: desenfado, una actitud casual frente al crimen y la violencia, unos divertidos antihéroes muy alejados de los héroes tradicionales y unas relaciones alegres y relajadas, tanto entre ellos como con la protagonista femenina.
Paul Newman y Steve McQuen
En los años 70, Newman siguió siendo una de las estrellas más taquilleras de Estados Unidos y dos de sus películas, El golpe (The Sting, 1973) y El coloso en llamas (The Towering Inferno, 1974) superaron con mucho los ingresos de
Dos hombres y un destino. Sin embargo, el éxito de El golpe puede haberse debido más a la pareja Newman/Redford, o incluso a la popularidad de Redford por separado, que al atractivo de Newman, mientras que El coloso en llamas no dependía demasiado del gancho de sus estrellas, ya que el mayor atractivo de la película consistía en sus espectaculares escenas de catástrofes. Por otro lado, el otro de los grandes triunfos de Newman en esta etapa fue El castañazo (Slap Shot, 1977), una comedia gamberra y ácida, ambientada en el mundo de Hockey sobre hielo, en la que el relajamiento y el sentido del humor de la última parte de su carrera contribuyeron enormemente al éxito de la película.
El castañazo
Entre sus otras películas de la década de los 70 caben señalar Con el agua hasta el cuello (The Drowníng Pool, 1975), una secuela de Harperinvestigador privado que no logró volver a captar la magia del original, y varias películas en las que Newman interpretó personajes tan extremadamente desagradables que el público no fue capaz de identificarse con ellos: un oportunista cínico, corrompido y perverso en Un hombre de hoy (WUSA, 1970); un reaccionario empedernido en Casta invencible (Sometimes a Great Notion. 1971), también dirigida por Newman, la historia de los problemas con los que se tiene que enfrentar una familia de madereros, combinaba magníficos retratos de personajes y emocionantes aventuras al estilo del cine de Howard Hawks; un hombre extraordinariamente sádico y violento en El hombre de Mackintosh (The Makintosh Man, 1973). El año anterior había protagonizado El Juez de la horca (The Life and Times of Judge Roy Bean), un atípico western, en el que el actor tenía la posibilidad de dejarse llevar por un papel más histriónico de lo que nos tenía acostumbrados, trabajo realizado a las órdenes de Jon Huston. Por otro lado, la pasión de Newman por los coches quedó nuevamente patente en la parodia de sí mismo que realizó en la comedia de Mel Brooks La Última Locura (Silent Movie, 1976) donde el actor aparece haciendo un cameo. Sin duda, su película más osada de esta década fue sin duda alguna Búffalo Bill (Buffalo Bill and the Indians... or Sitting Bull's History Lesson, 1976) una cínica exploración del mundo del espectáculo, en la que Newman, adoptando un punto de vista irónico y distanciado hacia su personaje, parece estar denunciando su propio estatus e identidad como superestrella. Sin embargo, la película era tan dura y amarga que no tuvo el menor éxito entre el público.
Paul Newman encarnando al juez Roy Bean 
en El juez de la horca

Nuevos caminos

Los años 70 supusieron un periodo de cambio muy fuerte en la industria el cine. Nuevos cineastas se incorporaron a la industria con un enfoque radical que cambió el modo de ver el cine. Es cierto que muchos de ellos pudieron llegar hasta donde estaban gracias a la previa labor de la generación anterior, quienes les habían abierto las puertas de la industria ayudando a finiquitar el sistema de estudios, sin embargo, parte de este reemplazo desgraciadamente también supuso la paulatina desaparición de aquellos cineastas que durante los 50 y los 60 revolucionaron los esquemas del Séptimo Arte. Si bien la carrera de Paul Newman se vio afectada por esta transición, también es cierto que el actor supo adaptarse bien a los nuevos tiempos, llevando a cabo algunas interpretaciones destacadas y muy populares. En 1972 protagonizó El Juez de la Horca, un atípico western, en el que el actor tenía la posibilidad de dejarse llevar por un papel más histriónico de lo que nos tenía acostumbrados, trabajo realizado a las órdenes de Jon Huston. 
El hombre de Mackintosh
Newman decidió probar suerte en un campo distinto, obteniendo el reconocimiento de la crítica como director con Raquel Raquel (Rachel, Rachel, 1968) y El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas (The Effect of Gamma Rays on Man-in-the-Moon Marigolds1972), dos películas intimistas, emocionantes y melancólicas y sin embargo no demasiado deprimentes. Ambas indican una sensibilidad visual madura y extraen magníficas interpretaciones de Joanne Woodward, esposa de Newman en la vida real, y que también intervino en la cuarta película dirigida por su marido, un largometraje para televisión titulado The Shadow Box (1980), cuarta película de Paul Newman, tras ocho años sin dirigir, película que pasó prácticamente desapercibida. Quizás la película más sencilla, más directa, de todas las que hizo. The Shadow box es una película de monólogos. Monólogos dichos directamente a cámara. La historia se centra en tres personajes, tres pacientes...
Raquel, Raquel
Al llegar a la década de los 80 Paul Newman ya contaba con 55 años. Aún mantenía todo su atractivo y forma física, pero a partir de este momento, su presencia en el cine empezó a disminuir, al mismo tiempo que se implicaba más en sus proyectos humanitarios, que sufragaba con los beneficios de sus empresas alimenticias. Aún así, a lo largo de esta década supo escoger con cuidado aquellos los proyectos en los que se involucraba para seguir ofreciendo altas muestras de su capacidad interpretativa. En 1981 protagonizaba Ausencia de Malicia, un excelente thriller dirigido con firmeza y ritmo por uno de los grandes del género, Sydney Pollack, quien basándose lejanamente en un caso real se centraba en la historia de una periodista que no se resigna a considerar culpable a un hombre, hijo de mafioso, acusado por la policía aun a pesar de contar con una contundente coartada.  Ese año Newman participó también en Distrito Apache, un cinta sobre el día a día del cuerpo de policía de uno de los distritos más problemáticos de Nueva York, el del sur del Bronx. En su momento la película causó un cierto revuelo y polémica debido a sus dosis de violencia y a la visión cínica y cruda con la que se reflejaba la situación de la seguridad en los barrios marginales de Estados Unidos. Sin embargo fue en 1982 cuando realmente Newman dio una de las mayores pruebas de su madurez personal e interpretativa, con el thriller de temática judicial Veredicto Final. En esta cinta dirigida por Sydney Lumet y escrita por David Mamet, el actor bordó su papel, convirtiéndose en el eje central de una trama que ahondaba en la falta de ética tanto del sistema legal como sanitario. 
Distrito Apache
A mediados de  la década, concretamente en 1984, Paul Newman decidió promover, tanto delante como detrás de la cámara, un título de especial interés personal, Harry e Hijo, donde a través de una historia de ficción se adentraba en un tema que le sirvió para enfrentarse a su relación con su hijo fallecido en 1978. El carácter icónico de Newman y de uno de sus personajes clásicos, Eddie el Rápido de El Buscavidas, recibieron un sentido homenaje en la cinta de Martin Scorsese de 1986, El Color del Dinero. Su recuperación de este personaje, ahora avejentado y marcado por el pasado le supuso su primer y único Oscar como Mejor Actor. El año anterior la academia le había otorgado una estatuilla honoraria al conjunto de su carrera, pero de esta manera se quiso también corregir una injusticia que de forma lamentable se había mantenido desde 1959, año en el que obtuvo la primera de sus nominaciones a Mejor Actor por La Gata sobre el Tejado de ZincEl actor cerró la década de los 80 con dos interesantes papeles basados en personajes reales, el del gobernador Earl Long, un político de Louisiana que, en los últimos años de su vida, escandalizó a la opinión pública por su relación con una stripper, en El Escándalo Blaze (Blaze, 1989) y el del General Leslie Groves, uno de los padres de la bomba atómica en la cinta de Roland Joffé, Creadores de Sombras (Fat Man and Little Boy, 1990). Se trataba de dos películas que ofrecían al actor personajes golosos para poderse lucir en pantalla, pero que, pese al estimable trabajo de Newman, sus resultados artísticos y económicos resultaron un tanto apagados. 
En la década siguiente la presencia de Paul Newman en la pantalla fue aún más reducida que en los 80, sin embargo, nuevamente demostró una sabia capacidad de elección de los proyectos en los que se involucraba. Ya sin nada que demostrar desde hacía tiempo, el actor se limitó a participar en aquellos proyectos que realmente le permitían disfrutar con la interpretación, reuniendo eso sí un selecto grupo de dispares personajes que volvían a dejar patente la magnífica versatilidad de la estrella. Así por ejemplo, no podemos encontrar dos papeles más antagónicos que los que abrieron su incorporación a la década de los 90. En 1990 protagonizó la cinta del prestigioso director James Ivory Esperando a Mr. Bridge, donde coincidió en pantalla por última vez con su mujer Joanne Woodward, y en 1994, aceptó el suculento papel del villano en la cinta de los Hermanos Coen El gran salto (The Hudsucker Proxy). La primera era un drama acerca de un personaje adusto y estricto que reacio a adaptarse a los cambios en la sociedad, mientras que la segundo era una comedia caricaturesca donde Newman se reía de su propia imagen, con un personaje odioso y grotesco en la mejor tradición de los grandes avaros del cine y la literatura como el Sr. Scrooge de Cuento de Navidad o el Sr. Potter de ¡Qué Bello es Vivir!
El gran salto
Sin embargo el papel que mejor representó su trayectoria durante los 90 fue el Sully Sullivan de Ni un Pelo de Tonto (Nobody's Fool, 1994). Este personaje perdedor, que se impone a la realidad de su vida con cabezonería fue una joya de papel que le sirvió en bandeja el director y guionista Robert Benton. Obtuvo 2 nominaciones al Oscar: Mejor actor (Paul Newman), guión adaptado; Globos de Oro: Nominada al mejor principal drama (Paul Newman); Festival de Berlín: Oso de Plata - Mejor actor (Paul Newman); Círculo de críticos de Nueva York: Mejor actor (Paul Newman) y Chlotrudis Awards: Nominado Mejor Actor de Reparto (Bruce Willis). Junto volvieron a trabajar cuatro años más tarde en Al Caer el Sol (Twilight, 1998), donde Newman daba vida a Harry Ross, una versión avejentada de su famoso Lew Palmer, en una cinta que contenía no sólo las claves propias del género policíaco, sino también un reparto de primer nivel completado por Gene Hackman, Susan Sarandon y James Garner. Película menor aunque atractiva.  Newman cerró los 90 y el siglo XX con un pequeño papel en la cinta Mensaje en una botella (Message in a Bottle, 1999), hábilmente anclada en la serena madurez de todo su reparto, la sensibilidad y el atractivo de su pareja protagonista son las principales bazas de este blando, largo y lacrimógeno drama romántico realizado a golpe de fotogramas de postal, pensado a mayor gloria de Kevin Costner, pero que acabó siendo un producto olvidable, destacando únicamente la labor de Newman como el padre del protagonista.  

Con la llegada del siglo XXI, Paul Newman prácticamente se retiró del cine, haciendo alguna aparición puntual en un par de películas. Es cierto que la cinta del año 2000 Donde esté el dinero (Where the Money Is) de Marek Kanievska, no tuvo demasiada relevancia, sin embargo, ya sólo su increíble interpretación de 2002 en Camino a la Perdición fue suficiente para dejar claro que los años no había reducido ni un ápice de su capacidad interpretativa ni de su poderosa presencia en pantalla, obteniendo por este papel su última nominación al Oscar. La despedida de Paul Newman del cine fue a través de su voz, con la que dio vida al juez Doc Hudson, en la cinta de animación de la Pixar Cars (). La pasión de Newman por los coches fue recompensada por el director John Lasseter, quien le dio la oportunidad de interpretar un papel basado en la leyenda del motor Herb Thomas.
Camino a la perdición
Muchas son las cosas que confluyeron en Paul Newman para convertirlo en una de las estrellas inmortales de Hollywood. No sólo era uno de los mejores actores de su generación, y uno de los más atractivos, con una de las miradas más fascinantes y seductoras, no sólo supo ganarse la simpatía del público, incluso la de aquellos que no comulgaban con sus posturas políticas progresistas, o sirvió de modelo con la estabilidad de su matrimonio con la también actriz Joanne Woodward, con la que permaneció casado 50 años, también fue siempre una persona comprometida con causas sociales y un gran benefactor a través de los beneficios que producían las ventas de sus productos alimenticios, los cuales iban destinados a obras de caridad. Con todo esto Newman demostró que podía ser un héroe no sólo dentro de la pantalla, sino también fuera de ella. Todo ello dedicando también parte de su tiempo a una de sus grandes aficiones, las carreras de coches. 
Paul Newman falleció el 26 de septiembre de 2008 en su casa, tal y como él había deseado, dejando para el recuerdo más de 50 años de talento, profesionalidad y compromiso que le definieron no sólo como uno de los más importantes actores de la historia del cine, sino también uno de los más queridos y respetados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario