sábado, 9 de febrero de 2013

Biografías de cine: James Dean

James Dean

James Dean nació como James Byron Dean en Marion, en el estado de Indiana, el 8 de febrero de 1931. Sus padres fueron Mildred Winslow y Winton Dean. Seis años después de que su padre hubiese dejado de ser agricultor para ser técnico dental, James y su familia se mudaron a Santa Mónica, California. La familia pasó varios años allí, se cuenta que el joven Dean fue un hijo muy apegado a su madre; según Michael DeAngelis, ella fue “la única persona capaz de comprenderle”. Se matriculó en la escuela pública de primaria Brentwood, en el vecindario del mismo nombre de la ciudad de Los Ángeles hasta que su madre murió de cáncer (Dean tenía nueve años en ese entonces).
Sin opción de poder cuidar a su hijo, Winton Dean mandó a James con su hermana, Ortense, y su marido, Marcus Winslow a una granja en Fairmount, Indiana, donde fue educado en un entorno de influencia Cuáquera. Dean se guio por los consejos y la amistad del pastor metodista Reverendo James DeWeerd. A DeWeerd se le supone haber tenido una influencia formativa sobre Dean, especialmente en haber creado un interés por las carreras de coches y el teatro. Según Billy J. Harbin, "Dean mantuvo una relación muy cercana con su pastor... la cual comenzó en su último año de escuela secundaria y duró muchos años". En la escuela secundaria, las representaciones teatrales hechas por Dean pueden considerarse como pobres. Sin embargo, llegó a ser un atleta popular, ya que jugó en los equipos de baloncesto y de baseball y además estudió dramatización. Años después se supo que Dean se llevó un secreto a la tumba que fue desvelado gracias a Elizabeth Taylor. La actriz se lo contó a un periodista y le pidió que no lo sacara a la luz hasta que ella hubiese muerto. En 1997, Taylor fue entrevistada por Kevin Sessums para la revista ‘'POZ'’ de activismo contra el SIDA. En aquella entrevista, la actriz reveló un dato no conocido sobre Dean: “Amaba a Jimmy (James Dean). Te voy a decir una cosa, pero es ‘off the record’ hasta que muera, ¿de acuerdo? Cuando Jimmy tenía 11 años y su madre murió, empezó a sufrir abusos sexuales por parte del pastor de su iglesia”, desveló entonces la actriz, según recoge The Daily Beast. “Creo que aquello le atormentó para el resto de su vida. En realidad, sé que fue así. Hablábamos mucho sobre ello. Durante el rodaje de Gigante pasábamos noches en vela hablando y hablando, y esa fue una de las cosas que me confesó”, afirmó Taylor.
Amaba el teatro, comenzó a estudiarlo y a practicarlo desde muy joven. Antes de salir de su pueblo ya había representado varias obras. A los 18 años viajó a Los Ángeles donde cursó sus estudios en la Universidad de California, (UCLA). En diciembre de 1947 empezó a conseguir pequeños papeles en cine y televisión, también hizo un famoso anuncio de Pepsi (ese día conoció a su representante Isabelle Dreasemer). Pronto se trasladó a Nueva York para estudiar interpretación en el famoso Actor's Studio.
Antes de viajar a Nueva York consiguió en 1951 un papel en la película Fixed Bayonets, también hizo otros dos pequeños papeles en las películas Sailor Beware y Has Anybody Seen My Gal?, ambas en 1952. Después de solicitar a numerosas agencias de actores trabajó en una obra de teatro, le ofrecieron en 1952 intervenir en See the Jaguar, en la que interpretó a un adolescente que había estado encerrado en una jaula la mayor parte de su vida. También hizo varias apariciones en televisión, que sin embargo no trascendieron. En 1953 le dieron otro papel en Broadway, The Immoralist, que tuvo una acogida muy positiva por la crítica, ese año también tuvo otro papel en la película Trouble Along the Way.
Finalmente, Jimmy, como se le conocería, consiguió convertirse en actor de cine, cuando en 1954 el director Elia Kazan, que había rodado Un tranvía llamado deseo con Marlon Brando, le ofreció el papel principal de Cal Trask en Al este del Edén. El director eligió a Dean por su similitud con el personaje, introvertido, tosco, melancólico y apasionado.
Dean y Kazan volaron juntos desde Nueva York a Los Ángeles el 8 de marzo. Dean se mudó a un piso en el plató de la Warner con Richard Davalos (que haría de Aaron, hermano de Cal). El rodaje empezó el 27 de mayo. Durante su estancia en Hollywood, Dean salió con muchas mujeres, pero el amor de su vida fue la actriz Pier Angeli, a quien conoció durante el rodaje de Al este del Edén. A pesar de que la madre de Angeli se opuso a ese romance, estuvieron juntos un tiempo hasta que Angeli le comunicó que iba a casarse con el cantante Vic Damone. Dean no aceptó esa decisión y, según algunos biógrafos, la golpeó. Durante la ceremonia de la boda de Angeli, se situó con su moto delante de la puerta de la iglesia y mantuvo acelerado el motor para hacer ruido. El matrimonio de Angeli duró poco tiempo. Ella murió en 1971. El rodaje de la película acabó el 9 de agosto.
Dean no acudió al estreno de Al este del Edén el 9 de marzo de 1955. Nada menos que Marilyn Monroe y Marlene Dietrich trabajaron en esa ocasión como acomodadoras. Días después Dean vio su película pasando desapercibido en las filas del cine, como un espectador más. Por su actuación en dicha película tuvo su primera nominación al Oscar.
Al poco tiempo, Nicholas Ray le contrató para el papel de Jim Stark en Rebelde sin causa, coprotagonizada por Natalie Wood. Cuando llegó a Hollywood para trabajar en la película se compró su primer Porsche un Speedster 356 descapotable blanco. El 26 de marzo corrió su primera y segunda carrera donde fue el primero en una y el segundo en otra. La película empezó a rodarse el 28 de marzo de 1955 en blanco y negro, pero al ver el éxito de Al este del Edén volvieron a empezar en color, se terminó a los dos meses y la post-producción unos meses más tarde. El 1 de mayo corrió en su tercera carrera donde quedó tercero. Durante este tiempo Dean rodó Gigante (Dean se unió al rodaje más tarde ya que estaba terminando Rebelde sin causa), de George Stevens, junto a Rock Hudson y a Elizabeth Taylor. Su personaje, Jett Rink, tenía también rasgos de Dean, ya que ambos eran personas solitarias. En su cuarta y última carrera, mientras iba cuarto, un pistón del Speedster estalló y se tuvo que retirar. También en esta película se le prohibió participar en carreras de coches durante la filmación. La película se rodó cerca de la frontera con México. Durante los descansos del rodaje Dean grababa la película entre bastidores con su Bolex de 16 mm. Por esta película obtuvo su segunda nominación al Oscar (en esta ocasión póstuma) y también su compañero de reparto Rock Hudson obtuvo otra nominación en la misma categoría. Ambos fueron derrotados por Yul Brynner por El rey y yo.
Mientras trabajaba en Gigante, Dean se compró un Porsche Spyder 550, bautizado como “Little Bastard” por Bill Hickman, otro corredor, amigo personal de Dean que formó parte de su equipo como instructor, siendo especialista en rodajes de escenas peligrosas con coches. El 17 de septiembre (días antes de su muerte) hizo un anuncio publicitario en la que advertía a los jóvenes de conducir con prudencia. Tan pronto como terminó el rodaje de la película, Dean fue a competir en una carrera de automóviles en Salinas, cerca de San Francisco. La noche anterior dejó su gato a Elizabeth Taylor para que se lo cuidase, ya que temía que algo le sucediese.
El 30 de septiembre de 1955 enganchó el Porsche en su ranchera para llevarlo a Competition Motors para una puesta a punto. Allí se reunió con el fotógrafo Sanford Roth y su amigo el actor Bill Hickman. Su mecánico Rolf Wütherich pasó tres horas poniendo a punto el motor de alto rendimiento y un cinturón de seguridad en el asiento del conductor. Antes de ir a Salinas, Dean paró en una gasolinera a seis manzanas de su casa para repostar. Entonces decidió conducir el Porsche a lo largo de la costa para hacerle unos kilómetros (cuando en un principio iba a llevar el Porsche en el remolque de su ranchera). Mientras Dean conducía su Porsche a una velocidad moderada por la carretera, acompañado por su mecánico, se le acercó en el cruce 41-46, en la localidad de Cholame, California, un Ford a gran velocidad, conducido por un estudiante. Dean trató de esquivarlo, pero no pudo. Se incrustó contra el Ford frontalateralmente por la izquierda y se rompió el cuello en el choque, perdiendo la vida instantáneamente el 30 de septiembre de 1955, a la edad de 24 años. El conductor del Ford, que solamente se rompió la nariz y se lastimó un hombro, murió de cáncer en 1995, mientras que el mecánico de Dean salió despedido del coche, se destrozó una pierna y se rompió la mandíbula, pero murió tiempo después en un accidente de coche en Alemania (1981).
El James Dean Memorial en Cholame.
Dean murió a unos 800 metros al este de este árbol
.

James Dean como personaje cinematográfico

James Dean se mató en un accidente de tráfico ocurrido en una carretera californiana la tarde del 30 de septiembre de 1955, lo que, en aquel momento, apenas mereció la atención del público. Pero, al cabo de sólo dos semanas, cuando se produjo el estreno de Rebelde sin causa, se había convertido ya en un ídolo de los angustiados adolescentes norteamericanos; y sigue siendo el símbolo definitivo del dolor adolescente y de la rebelión nacida de la desesperación.
La capacidad de evocación del cine es tal que hace que nos olvidemos de todo menos de los seres que estamos viendo en la pantalla. Es como si se  estuviesen comunicando o haciendo el amor sólo con nosotros. Y cuando el actor posee la fuerza necesaria como para traspasar la pantalla (lo que indudablemente ocurría con Dean), ese proceso de "seducción" se convierte en una ceremonia en la que la realidad y la ficción se confunden con el enigma de la propia existencia de la estrella. Todas las grandes estrellas saben que no hay nada que las haga tan memorables como esa capacidad de comunicación


James Dean en Al este del Edén
con los espectadores, como esa habilidad para traspasar la pantalla, que es lo que las convierte en algo más que simples actores.
La gente sigue considerándolo vulnerable, pero James Dean fue la estrella de cine más vigorosa y dominante desde Greta Garbo. Evidentemente, el funeral y el culto póstumo a Rodolfo Valentino fueron mayores que los de Dean; pero, 58 años después de la muerte de la gran estrella del mudo, su forma de  interpretar se había visto eclipsada por la de Marlon Brando, Montgomery Clift o John Garfield. Dean murió hace ya más de 50 años y, sin embargo, su estilo interpretativo prevalece, aunque sea de manera más suave y comedida. Ningún actor joven de hoy en día puede llegar a ser tan sombrío y  reconcentrado como lo fue Dean.
Al este del Edén
Ninguno posee su misma presencia recelosa y furtiva ni es capaz de «redirigir» una película entera en virtud de esa simple presencia. En lugar de suscribir el viejo mito de que la película era una historia que había que contar al público, Dean sabía que se trataba de una fantasía que había que saber llevar hasta el
alma de los espectadores. La historia era menos importante que la posibilidad de crear imágenes y sensaciones capaces de satisfacer expectativas emocionales. Evidentemente, Dean podía hablar, llorar o gritar, pero cuando era más él mismo y cuando más impresionaba a los espectadores era en sus momentos de concentración y silencio. En ellos sugería una sensibilidad y una indefensión casi mágicas y, en cierto sentido, aterradoras.
Al igual que la Garbo, Dean poseía una visión pesimista del mundo, que la compañía de los demás no conseguía aliviar. De hecho, las fiestas y reuniones y la aceptación optimista de la vida eran dos de los aspectos que más le divertían. Cuando llegó a Hollywood para trabajar en Al Este del Edén (East of Edén, dirigida por Elia Kazan en 1955), Dean rompió con todas las convenciones e hipocresías a las que recurrían los estudios para presentar a sus "jóvenes promesas" con esta realista descripción de la vocación de actor: "Una persona neurótica tiene necesidad de expresarse, y mi neurosis se manifiesta a través de lo dramático. ¿Por qué interpretan la mayoría de los actores? Pues para expresar las fantasías a las que previamente se han entregado."
Al este del Edén
Existen numerosos factores que contribuyen a explicar la breve gloria conocida por Dean durante su meteórica carrera de actor y el lento pero implacable crecimiento de su leyenda.
Apareció entre los beats y el rock and roll. La generación que siguió sus pasos incluye no sólo a Paul Newman, Dennis Hopper y Steve McQueen, sino también a Elvis Presley Bob Dylan y otras estrellas de la música pop. Dean encontró la forma de vestir y los gestos necesarios para una interpretación "joven"; pero, antes de eso, potenció la expresión de los problemas adolescentes, llevándola casi al paroxismo.
Rebelde sin causa
Dean marca la aparición de la primera generación de jóvenes consciente de sí misma. Es evidente que existía un mercado propicio a su figura, pero Dean fue capaz de encarnar toda la soledad de los adolescentes y toda su hostilidad contra el Establishment. Él fue quien acabo definitivamente con los adolescentes de Hollywood a lo Andy Hardy, que únicamente deseaban ocupar un puesto en el "sueño americano, fue él quien dió paso a la intransigencia y la rebelión, si a los "hipsters[1]" y a la negación de los valores norteamericanos.
Rebelde sin causa
Cuando la Warner lanzo Rebelde sin causa (Rebel withaout a Cause, 1955) dirigida por Bicholas Ray, creía haber sido lo suficientemente afortunada como para haber captado de forma definitiva el escurridizo fenómeno de la delincuencia juvenil. Pero el radicalismo de Dean iba mucho más allá, era una especie de desencanto existencial que anunciaba ya toda la crisis de la sociedad americana contemporánea, ejemplificada por la guerra del Vietnam, el dominio de la televisión, los asesinatos de políticos, la destrucción del medio ambiente y la pérdida de identidad. Rebelde sin causa no era simplemente una película sobre los problemas de los estudiantes; después de todo, la edad de sus actores se aproximaba a los 24 años. La película tenía mucho más que ver con el creciente descontento que sentía su director, Nicholas Ray con numerosos aspectos del american way of life. Rebelde sin causa resultó así tan exasperada, pesimista y auto-destructiva como su autor, quien tuvo la suerte de encontrar un actor perfectamente identificado con él y capaz de expresar a la perfección todo su dolor y su angustia: “El conflicto entre darse y el temor a sus propios sentimientos... una vulnerabilidad tan profunda que uno se siente inmediatamente conmovido por ella, casi perturbado. Desde la infancia se había visto desgarrado entre la violencia impulsiva y el espíritu de desafío.”
Natalie Wood y James Dean en Rebelde sin causa
Estas son palabras del propio Ray sobre James Dean, pero perfectamente aplicables a él mismo, y que indican que este notable director (que no realizaría ninguna película importante en los últimos años de su vida), fue una de las muchas personas cuyas vidas se vieron profundamente afectadas por el contacto con Dean. Y Nicholas Ray era posiblemente más vulnerable que éste, quien nunca se molestó en ocultar su alienación de los demás, una cierta cualidad fría y calculadora que anunciaba una futura carrera como director y productor, truncada por su prematura muerte.
Sal Mineo y James Dean en Rebelde si causa
La vida de Dean contenía bastantes de los requisitos necesarios para construir una tragedia, de lo que se beneficiaron sus biógrafos y los numerosos periodistas y críticos que han escrito sobre él. Había nacido en Indiana en 1931, pero su familia se trasladó a Los Ángeles poco después. Su madre murió cuando tenía sólo nueve años, y Dean volvió a la agrícola Indiana para vivir con un tío y una tía, sin apenas ver a su padre para nada. Diez años después, movido por su deseo de llegar a ser actor, se instaló nuevamente en California. Eso ocurría en 1949; es decir, seis años antes de su muerte. Esta, y la consiguiente leyenda, contribuyeron a desdibujar los hechos, sus interpretaciones eran tan líricas que no hay forma de atribuirlas a la infelicidad. Se decía que era una persona triste y malhumorada, que buscaba a una mujer capaz de sustituir a la madre que apenas había conocido, que se enamoró de la dulce y frágil Pier Angelí, que se acostaba con cualquiera que se le pusiera por delante, hombre o mujer, que se entregó a la homosexualidad, que practicaba la masturbación, etc., hasta que el fatal accidente del Porsche Spyder acabó con todas esas especulaciones.
Gigante
Como para resolver sus propias contradicciones y confusiones, Dean decidió ser actor. Para algunas personas los momentos en que están interpretando o mintiendo son los únicos que les permiten tener la mente tranquila. Y todos los personajes que encarnó en la pantalla parecen llevar esa máscara puesta. Se trata siempre de idealistas que se ocultan bajo la apariencia de rudos materialistas. Es como si supiese que oscuras y sombrías como el planetarium de Rebelde sin causa, y que si las escrutaba y profundizaba en ellas, seria al mismo tiempo feliz y desgraciado, bueno y malo; capaz de resolver sus emociones contrapuestas.
Sin apenas preparación, Dean consiguió hacerse un nombre en Broadway y en los programas dramáticos de televisión. En 1954 obtuvo su Tony (el equivalente al Oscar en el teatro norteamericano) por su interpretación del muchacho árabe de The Immoralist (El inmoral), adaptación de la famosa obra de André Gide. En la televisión supo ganarse la admiración de los directores con sus improvisaciones y, aunque éstas molestaban mucho a sus compañeros de reparto, como Paul Lukas o Mary Astor, se les dijo que debían dejarle hacer lo que él quisiera. Estos actores (de la generación anterior) eran como prototipos de figuras paternas, y Dean se apoyaba en ellos para empezar a construir su personaje de joven desvalido y angustiado, reduciéndolos al papel de simples comparsas. James Dean era un actor de jazz capaz de improvisar “solos” sin repetirse nunca a sí mismo. En cine logró reducir a figuras de la talla de Raymond Massey, Natalie Wood o Elizabeth Taylor a meras “secciones rítmicas” deseosas de proporcionarle la base sobre la que construir esas improvisaciones. Su forma de interpretar desafiaba el aburrimiento y amenazaba la puesta en escena y la dirección de actores tradicionales con pausas inesperadas, frases no escritas en el guión e imprevisibles estallidos emocionales. Su manera de actuar venía a negar el realismo y el cinema venté y hacía que las interpretaciones convencionales pareciesen huecas y banales. Dean estilizó el realismo interpretativo hasta extremos jamás alcanzados por ningún otro actor ni antes ni después de él.
James Dean como Jett Rink en Gigante
Estas cualidades le crearon numerosos problemas en el teatro y la televisión y dificultaron el rodaje de su última película, Gigante (Giant, 1956). Pero tuvo la suerte de que sus dos primeros directores fuesen Nicholas Ray y Elia Kazan, ya que ambos lo necesitaban y supieron ponerse a su altura. Kazan contaba con la formación y la predisposición necesarias para comprender los métodos  interpretativos de Dean. Y, lo que es más importante, la capacidad de improvisación de éste contribuyó a disminuir el sentimentalismo esquemático del que muchas veces se resienten las películas de Kazan. Al este del Edén constituye una impresionante glorificación de los tormentos y angustias de la adolescencia. En la adaptación, Kazan renunció al 90 por ciento de la voluminosa novela y se concentró en la parte final, que convirtió en su propio psicodrama, en un espejo de su rebelión personal contra la figura del padre. En la Historia del cine, Al Este del Edén fue el primer melodrama sobre adolescentes que denigraba la figura paterna, la reducía a simple receptáculo para las recriminaciones de un hijo incomprendido y desdeñado, cuyas razones no se ponían en ningún momento en cuestión. Cal Trask es un tirano de los sentimientos, un enfant terrible que exige imperiosamente el amor de su padre, que intenta comprarlo y que movido por la envidia hacía su hermano (personaje que parece existir sólo para darle réplica), termina enfrentándole al gran secreto de la familia, la existencia de una madre, que creía muerta, y que dirige una casa de lenocinio. Puede que Cal no sea Caín, pero indudablemente posee una gran capacidad para complicarse la vida y crear situaciones melodramáticas. Con la complicidad de Kazan, Dean lo convirtió en un personaje imborrable, en el paradigma de la adolescencia atormentada.
Al Este del Edén es una de las películas más decididamente románticas de todo el cine americano. Permitiendo que las fantasías adolescentes dominen la pantalla sin freno ni limitación alguna, se convierte en una declaración de vibrante infantilismo, en una especie de sueño en el que el héroe y la heroína terminan tomando posesión de la vieja mansión familiar mientras que el padre queda reducido al estatus de un muñeco.
Elizabet Taylor y James Dean en Gigante
En Al Este del Edén, Dean interpretaba a un joven de 20 años, pero Cal Trask puede considerarse tan viejo como Drácula. El vampirismo constituye uno de los elementos del estrellato llevado a sus últimas consecuencias, lo que indudablemente ocurre en esta película, en la que Kazan permite que todos los demás personajes sucumban a la visión del mundo de Cal. Dean vampiriza no sólo a los restantes protagonistas de la historia, sino también al público. Al respetar todas sus pausas y vacilaciones, la cámara aumenta su autoridad y dominio de la situación. Al Este del Edén resulta así una película desconcertantemente lánguida y morbosa, precisamente porque Kazan parece renunciar a llevar la batuta y ceder ante la rapsodia de sentimientos heridos “tocada” por Dean. En este caso, el formato Cinemascope se adecúa perfectamente a los objetivos perseguidos, pues permite que Dean cuente con más espacio para sus nerviosas evoluciones.
Rebelde sin causa fue un fenómeno parecido pues toda la película parece estar al servicio de Dean, desde la pose fetal de antes de los títulos de crédito hasta su angustia en la escena en que le cuenta a la Policía que había sacado las balas de la pistola de Plato. Su apariencia es la de una historia contemporánea,  pero en el fondo, Rebelde sin causa tiene mucho que ver con el romanticismo decimonónico. En ella, Dean parece en todo momento mucho más consciente de lo que realmente está ocurriendo que sus padres, sus profesores, la Policía o sus compañeros. Podía tratarse de un ser procedente del pasado o de alguno de los remotos planetas que contempla en el ominoso teatro del espacio. Conoce sentimientos a los que la sociedad californiana que la película retrata parece ser insensible, lo que confiere el dolor y privilegio de un poeta... o de un director de cine.
Jim Backus, el actor que encarnó al padre de Dean en Rebelde sin causa, le contó lo siguiente a la revista Variety: “Fue la primera vez en la Historia del cine que un muchacho de 24 años, que sólo había interpretado otra película antes, se vio convertido en prácticamente en el co-director de la película”. Años después de realizar Gigante, George Stevens se lamentó de no haberle dado a Dean mayor libertad. Hay una escena concreta que Dean hubiese querido modificar, aquella en la que llega al rancho Reata y le ofrecen beber algo. Dean quería que su personaje, Jett Rink, sacase su propia botella para no tener que estarle agradecido a nadie. Se trataba de uno de los recursos o improvisaciones típicos de Dean, pero también de una muestra de que tenía ideas propias, de que deseaba usurpar el puesto del director y de que estaba planteándose ya dirigir sus propias películas.
Elizabeth Taylor y Rock Hudson en Gigante
Pero un director tan solemne y respetable  como Stevens sólo fue capaz de ver que la sólida familia texana de Gigante era mucho mejor y más educada que el inquieto vecino que descubre petróleo en sus campos y termina haciéndose multimillonario. Cada vez que Dean tiene una escena solo, como cuando mide su terreno dando pasos o se deja mojar por el petróleo, su habilidad para llegar físicamente al espectador y para idealizar la soledad consigue insuflar vida a la película. También se esforzó más por transmitir la idea del paso del tiempo y por parecer más envejecido que Rock Hudson y Elizabeth Taylor, quienes se limitaron a dejarse pintar algunas canas sobre unos rostros tan tersos y radiantes como al principio de la historia, y su interpretación nos permite ver algo que Stevens no supo apreciar ni valorar debidamente: que el “don nadie” que se convierte en barón del petróleo es mucho más interesante y tan “americano” como los bienpensantes y autosatisfechos Benedict.
Cuando James Dean murió, Francois Truffaut reconoció que su forma de actuar no era psicológica ni se ajustaba siempre al texto. A pesar de su apariencia naturalista se trataba de una manera de interpretar esencialmente lírica, que parecía construida sobre la marcha y sobre nuestros sueños. Esa inmediatez era lo que le ganó a Dean el aprecio y la admiración de los espectadores, pues se trataba de una afirmación del artificio o simulación en el que tenemos que sumergirnos para “creernos” a un personaje cinematográfico a la vez tan real y tan fantasmal. Truffaut comparó a Dean con Chaplin, y no andaba demasiado descaminado, pues ambos poseían la misma fachada de abatimiento y fracaso convertida en resplandeciente control y perfección: “En Dean hay algo distinto, una cierta capacidad poética que presta autoridad a todas las libertades que se toma y que incluso las estimula. Cuando nos referimos a él no tiene sentido hablar de buena o mala interpretación, ya que lo que esperamos de Dean es que nos sorprenda a cada minuto, en todo momento... En Jame Dean, todo está lleno de gracia y encanto... No es que sea ni mejor ni peor que los demás actores; es que es otra cosa, lo contrario del intérprete convencional.”



[1]Hipster" deriva de la palabra "hip". En los años 40, los músicos de jazz usaban la palabra "hip" para describir a cualquiera que conociera sobre la emergente subcultura afroamericana, lo cual incluía conocer de jazz. Los miembros de la subcultura fueron llamados "hepcats", un término que luego se transformó en la palabra "hipster". El primer diccionario en listar la palabra hipster fue el pequeño glosario For Characters Who Don't Dig Jive Talk (Jive se refiere a la jerga de los músicos de jazz), publicado en 1944 con el álbum Boogie Woogie In Blue del pianista Harry Gibson, quien actuó como Harry el Hipster. La entrada para hipsters los definía como, "personas que gustan del hot jazz".4 Al ser una subcultura, este término abarca diferentes concepciones que generalizan la manera de llamar a los movimientos sociales del siglo XX en adelante. En el libro de 1959 Jazz Scene de Eric Hobsbawm (utilizando el seudónimo Francis Newton) describe a los hipsters como dueños de un propio lenguaje, la jerga del hipster. Él escribe "es un argot o canturreo diseñado para apartarse de terceros". Hipster fue también usado en un contexto diferente en ese mismo tiempo por Jack Kerouac, al describir su visión de la Generación Beat. Junto con Allen Ginsberg, Kerouac describió a los hipsters de 1940 "levantándose y vagando por América... holgazaneando y haciendo autostop en todas partes... personas de una especial espiritualidad

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