miércoles, 16 de agosto de 2023

Hemos clasificado todas las películas de Lars von Trier, desde las más dolorosas hasta las más grandiosas (II)

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5. Los idiotas (Idioterne, 1998)

Quizá la más irritante de las películas de Lars von Trier, que el danés supo vender gracias a su célebre manifiesto 'Dogma' y al 'voto de castidad', fórmulas que abogaban por despojar al cine de todo tipo de artificio para regresar a la esencia de las historias y a una cierta naturalidad narrativa, manifestado en el uso de decorados auténticos, luz natural y música justificada. Tal movimiento generó un amplio debate -acompañado de la publicidad consiguiente-, donde cineastas de la talla de Aki Kaurismaki se desmarcaron claramente, al ser sondeados para sumarse al grupo. Von Trier rueda una película sobre idiotas que hacen idioteces, jóvenes burgueses sin metas vitales demasiado claras, en un juego cuyo propósito parece consistir en algo así como 'a ver quién hace la burrada más burra'. Con un recurso al sexo explícito agotador, cercano a la pornografía, y un deseo de cine libre y transgresor que lo es todo menos libre y transgresor, en su sentido más noble al menos, la película se queda en la idiotez que pronostica su título.

6. Bailar en la oscuridad (Dancer in the Dark, 2000)

Pantalla en negro. Música. Un minuto, dos, ¿tres? Así empieza la última y galardonada película del danés Lars Von Trier. Una de las muchas audacias que se permite. Si nos contaran el argumento, diríamos: “es un melodrama.” Selma Jezkova; inmigrante checa, madre soltera de un niño de diez años; trabaja en una fábrica; se está quedando ciega y, lo que es peor, la enfermedad es hereditaria; su vecino policía tiene problemas; hay una amiga que la aprecia y comprende... Y sin embargo, no parece tal melodrama. Parece la vida misma. Von Trier, a la hora de contar la triste vida de Selma, se agarra, al menos aparentemente, a los principios del movimiento Dogma que él impulsó: ausencia de música, luz natural, espontaneidad... Y mueve la cámara compulsivamente, sin dejarla quieta un momento, como queriendo recalcar el estrés de nuestra época. Y de pronto... ¡milagro! ¡La película se convierte en un musical! Von Trier arroja los principios “dogmáticos” al cesto de los papeles. El director y guionista nos ha preparado un poco –la protagonista es forofa de los musicales de Hollywood–, pero en absoluto para que una noche en una lúgubre fábrica con ruidos anodinos se transforme en un animado número musical. Y es que Selma se evade con sus fantasías musicales de una realidad dura o, mejor, integra esa realidad con su imaginación y dotes musicales, haciéndola mejor, más pura, más como debiera ser. Björk compone y canta de modo asombroso.

7. Dogville (2003)

Tras su celebrada Bailar en la oscuridad, el danés Lars Von Trier prosigue con su búsqueda de los límites del arte cinematográfico. La originalidad de este director quizá raye lo temerario y desde luego su cine no deja indiferente a nadie. A algunos les parecerá pretencioso y cargante y a otros fascinante y genial, pero siempre resultará sorprendente. Y de lo que no hay duda es de que se trata de uno de los directores más audaces del cine actual. Esta vez se atreve a transformar el teatro en cine. Pero, entiéndase, no es que adapte una obra teatral –nada más lejos de la realidad–, sino que filma teatro y logra el milagro de transformarlo en cine puro. Estructurada en un prólogo y nueve capítulos introducidos por un narrador, la película cuenta la estancia de Grace en un pueblo de las Montañas Rocosas. Se trata de una bella, bondadosa y asustada mujer que llega a Dogville huyendo de la muerte. Tras algunas dudas, los habitantes acaban por darle cobijo gracias a la influencia de Tom, que pronto se enamora de ella. Grace quiere devolver la hospitalidad de aquellas gentes y se propone ayudar a cada uno con denodado empeño. Pero, poco a poco, y tras la cada vez más insistente búsqueda de Grace por parte de las autoridades, los habitantes de Dogville comienzan a dudar de la fugitiva y van arrogándose el derecho de disponer de ella a su antojo, hasta convertirla en una esclava.

8. Manderlay (2005)

Lars von Trier no engaña. Meses antes del estreno en cines de Manderlay, el controvertido director afirmó en una entrevista publicada en el diario danés Politiken que, tras su película, se crearía “una hermandad entre el Klu Klux Klan y los negros, porque ambos tendrán muchas ganas de matarme”. Estaba claro que el público debía de esperar una nueva dedada de brutalidad y genialidad, a partes iguales. Y eso justamente es lo que encontramos en esta segunda entrega de la trilogía sobre Estados Unidos. El inicio de la historia enlaza con el final de Dogville. Tras abandonar aquella población, acompañada de su padre y de sus matones, Grace (Bryce Dallas Howard) llega a una plantación del sur llamada Manderlay, un lugar donde la esclavitud aún no ha sido abolida. La joven ve con horror cómo azotan brutalmente a un hombre, y, ante esta visión, su buen corazón se estremece y, enfrentándose de nuevo al parecer de su padre, decide quedarse en Manderlay para luchar por mejorar la vida de sus habitantes y devolverles la libertad.
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