martes, 20 de septiembre de 2016

Sabores de cine (VIII)

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Para postre, un helado con la cubana Fresa y Chocolate (1993) de Gutiérrez Alea, que sirve para jugar metafóricamente con la diferencia entre homosexualidad y heterosexualidad. 
Unos exquisitos bombones, con Chocolat (2000) de Lasse Hallström, una fábula en clave de comedia acerca de cómo puede cambiar una persona, una relación, una ciudad, tan sólo con probar un poco los placeres de la vida. Es un cuento sobre la tentación, la represión y los liberadores poderes de los sentidos. 
O dulces y pasteles, en Tiempos de azúcar (2000) de Juan Luis Iborra, dos grandes pasiones: el amor por una chica y la pastelería. 
Y para finalizar tan excelso menú que mejor que un aromático café: incontables son las imágenes en las que actores y actrices de grandes películas acompañan su actuación con un aromático café: El tercer hombre (The Third Man, 1949), de Carol Reed; Uno, dos, tres (One, Two, Three, 1961), de Billy Wilder; Doctor Zhivago (1965), de David Lean; La hija de Ryan (Ryan's Daughter, 1970), de David Lean; Taxi driver (1976), dirigida por Martin Scorsese;  ¡Jo, qué noche! (After Hours, 1985) de Martin Scorsese...
Fotograma de ¡Jo, qué noche!
También en Mullholland Drive (2001), de David Lynch Coffee and Cigarettes (2003), de Jim Jarmusch. La lista sería casi infinita.
Fotograma de Coffee and Cigarettes
Si queremos disfrutar de algo más informal, podemos irnos de Tapas (2005) de José Corbacho y Juan Cruz. 
Y después, vayámonos de marcha y tomamos un Cocktail (1988) de Roger Donaldson. 
(cont.)

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