miércoles, 7 de septiembre de 2016

Sabores de cine (II)

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La gastronomía presente en todos los géneros cinematográficos

Tal y como señalamos al principio, no hay historia cinematográfica que se precie, del género que sea, que no cuente con ‘‘escenas gastronómicas’’ en mayor o menor medida, porque ¿quién no come? Comer forma parte de la vida y las películas, en cierto modo, recrean la realidad.
Dentro del apartado del humor, hemos visto su presencia en las películas de Charles Chaplin o del Gordo y el Flaco, aunque en ellas más que presencia era una aspiración, el disfrute de una buena comida; algo semejante a lo que le ocurría a nuestro archiconocido personaje del cómic, Carpanta. Citemos la película El guateque (The Party, 1968), dirigida por Blake Edwards y protagonizada por el ‘‘patoso’’ Peter Sellers. 
También gracias al séptimo arte, nos hemos reído con la ácida Muslo o pechuga  (L'aile ou la cuisse, 1976) de Claude Zidi, donde Luis de Funes ejerce de director de la guía Duchemin (‘‘Michelín’’) y recorre Francia, ejerciendo de crítico. Se ríe del mundo. Es desternillante, de verdad. 
Continuando con el género humorístico, en Pero… ¿quién mata a los grandes chefs(Who Is Killing the Great Chefs of Europe?, 1978) de Ted Kotcheff, realiza una divertida sátira contra un estilo culinario minimalista, que se puso de moda en la década de los 70, donde lo poco era mucho, o eso al menos defendían los grandes cocineros, los cuales adornaban una pequeña porción de comida en el plato que casi ni se veía. 
A destacar, la irreverente El sentido de la vida (Monty Python's The Meaning of Life, 1983) dirigida por Terry Jones, del grupo británico Monty Python. Casi al final de la cinta, el señor Creosota, bastante grandecito por cierto, protagoniza un atracón en un lujoso restaurante que le hará reventar, literalmente. Un camarero bastante puñetero le dará su última y mortal cucharada del postre. 
No podemos olvidar La cena de los idiotas (Le dîner de cons1998) de Francis Veber, una joya de la comedia francesa. El principio es simple: cada comensal debe aportar un idiota. El motivo gastronómico, en este caso, es “social”, la excusa que supone una cita gastronómica en torno a la cual se crea una costumbre macabra y una cita imprescindible en un grupo de amigos sin escrúpulos. La receta, bien simple, una tortilla francesa y un vaso de vino, sin más, y sin menos, pero se ve como se deleita quien la hace, como comparte su placer con quien la come al transmitirle los ingredientes, en concreto haciendo hincapié en las hierbas con que acompaña a los huevos, potenciándola con condimentos que estimulen los sentidos.
En este apartado y en España, podemos citar, entre otras, La ciudad no es para mí (1965), de Pedro Lázaga, una entrañable película, en la que Paco Martínez Soria llega a la ciudad cargando con dos gallinas y un queso (curado durante un año en aceite de oliva), y tendrá una conversación con Filo, la sirvienta alabando la comida tradicional y comparando la gastronomía “de pueblo” y las latas de conservas de la gran ciudad. 
Recientemente, tenemos Fuera de carta (2008) dirigida por Nacho García Velilla. Todo empieza en “Xantarella”, un restaurante de alta cocina de mercado situado en el barrio de Chueca, en Madrid. Son sólo un breve ejemplo. Todos estos filmes ofrecen la vena más cómica del cine asociada a la gastronomía.
La asociación de comida, encuentro y comunicación se deja ver en numerosas  películas de ambientes ítalo-americanos, en especial en sus historias de mafias, como  en la trilogía de Francis Ford Coppola El padrino (1972, 1974 y 1990).  En la primera de ellas, una celebración nupcial propicia tal encuentro, la secuencia de la boda de Connie, hija del padrino. A destacar la ceremonia de la pasta.
Nuevamente, ese carácter integrador que juega la comida en el seno de las relaciones familiares o amistosas se deja ver también en películas como:
  • Los amigos de Peter (Peter's Friends, 1992) de Kenneth Branagh, llevaba a cabo precisamente una celebración de la amistad reuniendo a un grupo de colegas en torno a uno de ellos que debe comunicarles una mala noticia. Nominada a los Premios Goya como mejor película europea.
  • O en la cinta Cuscus (La graine et le mulet, 2007) del director de origen argelino Abdellatif Kechiche, la historia de una familia norteafricana que vive en el sur de Francia, ganadora entre otros muchos premios del Especial del Jurado en el Festival de Venecia.
También colabora en el surgimiento de nuevas relaciones interpersonales o como elemento aglutinante de estas, algunas peligrosas como:
  • La que se da en El honor de los Prizzi (Prizzi's Honor, 1985) de John Houston. Drama romántico, comedia negra y thriller criminal se mezclan en una joya de los años ochenta que consiguió el aplauso de crítica y público.
  • Y otras más graciosas como ocurre en Cita a ciegas (Blind Date, 1987), de Blake Edwards.
  • O realizan una honda reflexión sobre la vida y la muerte a lo largo de una cena familiar del día de Epifanía, como sucede en Dublineses (Los muertos) (The Dead, 1987), la última película de John Huston. 
  • También, es en una gran cena  familiar, cuando de manera brutal estalla todo un drama hasta ese momento encubierto, lo que se narra en la película Celebración (1998) del cineasta danés Thomas Vinterber. Todo en el film pareciera mostrar el intento de eludir la locura a través de la denuncia que se lleva a cabo mientras comen y beben. Este filme es célebre entre otras cosas por haber sido la primera película del movimiento Dogma 95 bajo el título Dogma #1 - Festen.
  • En la norteamericana ¿Qué se está cociendo? (What's Cooking?2000) de Gurinder Chadha, está claro que cuando se reúne la familia, sea en torno a un pavo en el Día de Acción de Gracias o sea en torno a un marisco o un cordero en el día de Nochebuena, siempre se desatan tensiones, esto es lo que ocurre con cuatro familias de distintas etnias en el Día de Acción de Gracia (Thanksgiving)
O invita al espectador a sumergirse en una situación, que prácticamente para nadie es desconocida, esas casi siempre imprevisibles reuniones con nuestros parientes en las que los enfrentamientos más o menos simpáticos emergen por doquier, subrayando ese dicho universal que reza que quien bien te quiere, te hará llorar como ocurre en la española Animales de compañía (2008) de Nicolás Muñoz.
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