lunes, 8 de agosto de 2016

Biografías de cine: Max Linder (II)

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Max, actor del pueblo
Max Linder en Lèvres collées, 1907
A pesar de toda su elegancia, el personaje de Max Linder se mantenía en cierta medida al margen del mundo en el que se movía. Llevaba ropas de ese mundo, pero, en el fondo, no pertenecía a él. Los espectadores intuían que era uno más de ellos y él les ayudaba a sentirse lo mejor posible; de ahí los chistes sobre pulgas y pies malolientes, mareos y diarreas con los que llenaba sus películas. Se burlaba continuamente del mundo burgués (como puso de relieve Jean Mitry en su monografía, Max Linder, publicada en 1966), y ahora, que ese mundo ha desaparecido, la intención y el encanto de alguna de las películas de Max se han esfumado con él. 
Cuando estalló la I Guerra Mundial, Linder fue movilizado, pero, debido a su mala salud (padeció una peritonitis en 1911), prestó servicio sólo como conductor. Participó en la Batalla del Marne; pasando una noche entera escondido en agua helada, cogió una neumonía y quedó inútil. Eso parece ser que fue todo. Las historias que circularon posteriormente sobre graves heridas, una breve carrera en la fuerza aérea, envenenamiento por gas, etc., fueron, probablemente invenciones del estudio. Rodó unas cuantas películas en Suiza; pero, su salud siguió empeorando, y en 1916, se encontró en un hospital militar. Allí tuvo un visitante.
Max Linder junto a su "discípulo" Charles Chaplin
George K. Spoor, de la Essanay, se encontraba en Europa buscando un sucesor para Charles Chaplin, quien acababa de abandonarle para irse a la Mutual. Las películas de Linder habían sido ampliamente exhibidas en Estados Unidos, y obtenido buenas recaudaciones. Spoor le ofreció a Linder un contrato de un año, a 5.000 dólares por semana, para que realizase 12 películas cómicas. Linder aceptó y, en octubre de 1916, estaba lo suficientemente repuesto como para embarcar. Essanay le recibió con gran adulación, afirmando que era mejor que Chaplin, y con ese sambenito a cuestas, Linder se encontró en medio del gélido invierno de Chicago, rodando Max en América (Max  Comes Across, 1917) en el lago Michigan a temperaturas bajo cero y dirigiendo por medio de intérpretes. Linder no lo pudo resistir. Realizó una película más en Chicago, Max se divorcia (Max Wants a Divorce,
Fotograma de Max en América (Max  Comes Across, 1917)
1917), y luego Spoor lo envió a clima más templado, a Culver City, para
Max y su taxi (Max in a Taxi, 1917). Eso fue todo. A pesar que le quedaban nueve películas por rodar, decidieron cancelar el contrato de mutuo acuerdo. 
Linder volvió a Europa, pasó algún tiempo en un sanatorio suizo y no volvió a trabajar hasta 1919. Mitry atribuye el fracaso a la incapacidad de Linder para adaptarse a los precisos planes de producción norteamericanos. Puede que sea verdad, pero es también innegable que, tanto por aquel entonces como durante mucho tiempo después, las películas cómicas norteamericanas se improvisaban en gran medida en el "plató". Lo más probable es que los responsables de lo ocurrido fueran la enfermedad, las dificultades del lenguaje y los problemas de un estudio, ya en franca decadencia. 
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