martes, 16 de enero de 2024

Acción acuática: Las mejores películas ambientadas en el mar (XI)

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50. El motín del Caine (The Caine Mutiny, 1954), de Edward Dmytryk

Una excelente y emocionante adaptación de la obra de Herman Wouk que fue galardonada con el Premio Pulitzer. Edward Dmytryk completa una dirección sin fisuras. Humphrey Bogart se sale del personaje que le llevó al estrellato, cínico y romántico, y exagera su faceta más ambigua. Fue nominado al Oscar por esta película. Ese mismo año rodó La condesa descalza (1954).

51. La perla del sur del Pacífico (Pearl of the South Pacific, 1955), de Allan Dwan

Entretenida película de aventuras de los años 1950 dirigida por uno de los pioneros del cine más desconocidos, Allan Dwan, que tiene en su haber más de 400 títulos, entre las que destaca la primera versión de Robin de los bosques en 1922 y la Heidi protagonizada por Shirley Temple. Dwan fue uno de los realizadores que consiguió sobrevivir al cambio del cine mudo al sonoro, adaptándose con bastante éxito al nuevo medio. Entre sus temas más habituales y recurrentes se encuentra la religión y la tentación, también presentes en la cinta que nos ocupa.

52. Operación Tirpitz (Above Us the Waves, 1955), de Ralph Thomas

Entretenida cinta de submarinos, ambientada en la Segunda Guerra Mundial y basada en hechos reales. Describe los esfuerzos de la Armada británica por dejar fuera de combate al acorazado alemán del título. Dirige el competente Ralph Thomas.

53. El zorro de los océanos (The Sea Chase, 1955), de John Farrow

Adaptación de una novela de Andrew Geer que ofrece mucho menos suspense del que cabría esperar en una película que, básicamente, es la historia de una persecución. John Wayne parece algo incómodo en su papel (¡de oficial alemán!), mientras que Lana Turner se mueve como pez en el agua en el rol de una espía nazi enamorada de él. Dirigió John Farrow, padre de la actriz Mia Farrow.

54. Los contrabandistas de Moonfleet (Moonfleet, 1955), de Fritz Lang

Con esta película de aventuras, perteneciente a su etapa americana, el director austríaco Fritz Lang hace evidente una vez más su habilidad para desenvolverse en cualquier género cinematográfico. Hollywood imponía sus innovaciones, y obligó a Lang a rodar la película en cinemascope, sistema que no satisfizo mucho al director, hasta el unto de llegar a afirmar que sólo era bueno para "retratar serpientes y procesiones funerarias". A pesar de ello, la cinta conserva algunos toques de su etapa expresionista, como los claroscuros con que retrata el Londres del siglo XVIII.
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