jueves, 17 de octubre de 2013

Alice Munro, Nobel de Literatura


El premio Nobel de Literatura 2013 ha recaído en la escritora canadiense Alice Munro (Wingham, Ontario, 1931),  que ha destacado sobre todo en el relato corto. Sus relatos suelen incluir historias de mujeres corrientes que en algún momento se saltan el guion social previsto en sus ambientes de pequeña ciudad canadiense. La ruptura con una vida aparentemente rutinaria y el análisis psicológico de los personajes son rasgos típicos de sus obras.
Vamos a comentar a continuación tres de sus obras:

Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio


Traducción: Marcelo Cohen
RBA Libros
Barcelona 
2003
257 págs.
El título está tomado de un juego de adolescentes que, en el primer relato de los nueve que componen el libro, intentan averiguar cuál será su futuro con cada uno de los chicos que conocen. Pero el título acaba resultando pretencioso para adjudicárselo a un conjunto difícilmente caracterizable con letras tan mayúsculas. Casi todos los personajes de Alice Munro son esencialmente frívolos aun en medio de sus tragedias, de sus alardes intelectuales o de su sentimiento de superioridad. Lo que les une (sin salir de una soledad que confunden con independencia), es compartir una desesperación tan inconsciente que se acaba confundiendo con la normalidad. Es más, que la autora parece tomar por normalidad, a juzgar por el halo heroico (y no irónico) con que los envuelve. La canadiense Munro ha sido en ocasiones comparada con Carver. En común tienen escribir los relatos de la América de después del sueño, de una clase media que parece tener todo por lo que ha luchado y un buen día decide tirarlo por la ventana. Entonces descubre que no había luchado tanto ni hay demasiado de lo que deshacerse. Carver supo bucear en la sordidez de estas vidas para rescatar el punto de inflexión en que los personajes comenzaban a ser conscientes de su historia, aunque sólo fuera para asumir el fracaso. En Munro, sin embargo, los protagonistas (mujeres en su mayoría) consumen sus vidas repitiendo los mismos errores mientras se encogen de hombros. Hasta que un acontecimiento precipitado les pone al principio de la cadena, y vuelta a regodearse en los pasados traumáticos, farsas matrimoniales y escapadas de fin de semana para no ver a un marido que envejece o a unos niños que no se sabe bien de dónde han salido. Al final, suspiran gratificados por el premio de la supervivencia. Lo malo de este esquema no es sólo que el siglo XX ya ha coleccionado demasiados supervivientes parecidos, sino que además se repite en la mayoría de los nueve cuentos del libro, que, eso sí, se sostienen por la habilidad que muestra la autora para jugar con la intriga del relato, por la agilidad de los diálogos y por algunas escenas impregnadas de un realismo casi mágico; momentos que destacan con luz propia entre el laberinto de carreteras interestatales que los personajes recorren sin dirigirse a ninguna parte.

Mi vida querida


Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
Lumen. 
Barcelona 
2013
336 págs. 
Doce colecciones de cuentos y dos novelas después, el nombre de Alice Munro viene acompañado indefectiblemente desde hace unos años de la etiqueta “candidata al Nobel” o “mejor escritora viva en lengua inglesa” o es emparentado al mítico Chéjov. Estas cosas pueden no significar mucho, pero cuesta más pasar por alto el prestigio que tiene entre escritores, el más difícil de alcanzar en su profesión. Es difícil leer a esta autora olvidando esto, y, de hecho, la narración es buena, la tensión de la trama mínima pero suficiente, el desarrollo de los personajes principales profundo (y para hacer esto en veinte páginas hay que tener mucho oficio), pero en ningún momento se tiene la impresión de tener entre las manos una gran obra. Hay simplicidad, brevedad, cierta perfección, poco que objetar realmente al punto de vista escogido, a los diálogos y descripciones, a la adjetivación, a las partes de la historia que se decide contar, todo tiene calidad, y, sin embargo, el conjunto flojea por falta de sólida sustancia. En esta nueva colección de relatos se incluyen historias de amor de mujeres corrientes que en algún momento se saltan el guion social previsto en sus ambientes de pequeña ciudad canadiense. En esos años cincuenta se espera de ellas un rol maternal y profesional bien determinado del que no conviene salir. Munro (Wingham, Ontario, 1931) plantea otras situaciones: aburrimiento o descontento, giro impulsivo,…y nuevo fracaso. Relatos de duda, decepción y pérdida aunque no de arrepentimiento. A la autora no le interesa entretener (ocurren pocas cosas y hay pocos giros y sorpresas), ni plantear un reto al lector (su narración es limpia, realista y sencilla de entender, sin grandes elipsis o vacíos que rellenar), sino presentar algunas de las emociones y acciones con las que los hombres (en su caso, las mujeres), consiguen una vez y otra estropear sus vidas. A los diez relatos de perdedoras se suman cuatro piezas cortas autobiográficas, recuerdos de infancia con un tono similar al de las ficciones pero con un toque de sinceridad, delicadeza y equilibrio matizado que las convierten en lo más disfrutable del libro.

Demasiada felicidad


Traducción de Flora Casas
Lumen 
2010
352 págs. 
En este volumen –el penúltimo de su prolífica producción–, y al igual que en el resto de su obra, aborda temas eternos como el amor, la melancolía o la frustración. Su prosa, siempre impecable y aparentemente sencilla, nos trae a la memoria los nombres de Eudora Welty, Carson McCullers o Flannery O'Connor, tres damas de las letras estadounidenses cuya influencia ha sido reconocida por la propia Munro en numerosas ocasiones. Demasiada felicidad es una recopilación de diez cuentos, entre los que sobresale el que da título al libro –es el de mayor extensión–, basado en un personaje real, Sofia Kovalevski, una matemática rusa que fue la primera mujer en ingresar como profesora en una universidad europea. La magia de la ficción nos hace padecer junto a ella el amor imposible que vivió por un hombre “alegre y a la vez sombrío”. La infancia de Alice Munro en una granja queda perfectamente retratada en otro de los relatos de la colección, Madera, donde la naturaleza orienta y resuelve los conflictos de los personajes. “Si estás preparado, no hay ningún peligro”, señala en un momento dado el protagonista. Mención especial merece el primer relato, Dimensiones, que, tras un principio aparentemente banal, cristaliza en una brutal explosión de rabia. En boca de uno de los personajes leemos: “Yo no estoy aquí para autorizar o desautorizar”, toda una declaración de intenciones de la que Munro se sirve para ejercer de testigo imparcial en una narración con un fondo demoledor, ya que aborda un caso de filicidio. A este relato le sigue una radiografía sobre la soledad, que acecha a una relación de pareja en Ficción. Aquí, Munro esboza una reflexión, entre la ironía y el humor más feliz, acerca del género del relato corto, en la escena en la que una mujer va a comprar un volumen de cuentos: “Cómo hemos de vivir es una colección de relatos, no una novela. Eso supone ya una decepción. Parece mermar la autoridad del libro, da la impresión de que la autora se queda a las puertas de la literatura en lugar de encontrarse acomodada dentro”. La agudeza psicológica que Munro imprime a sus personajes, predominantemente femeninos, proporciona un tono realista a la obra. Demasiada felicidad especula sobre la necesidad de exponer nuestras heridas más profundas para poder sanarlas un día; ya que la felicidad no es un estado de ánimo “gratuito”, sino que hay que luchar para conquistarlo. Munro, que hace unos meses anunció su intención de retirarse del ruedo literario, y que ha sido definida por algunos como la “Chéjov canadiense”, podría equipararse al autor ruso en unos valores que no son baladíes: su franqueza y su veracidad.

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