lunes, 8 de julio de 2013

Biografías de cine: William Wyler (III)

(cont.)
Charlton Heston como Judá Ben-Hur
William Wyler fue considerado como el director de actores por excelencia y como uno de los grandes artesanos de Hollywood, que convertía buenos guiones en excelentes películas, con la ayuda de equipos técnicos y artísticos de primera categoría.
Es innegable que Wyler se mostró asombrosamente ecléctico en su elección de temas. Como hemos visto, entre sus películas no se encuentra una determinada filosofía de vida. Muchas veces parece haberse atraído por un tema simplemente porque para él representaba un reto de carácter técnico o personal: como nunca había realizado una superproducción hizo Ben-Hur; como nunca había dirigido un musical probó el género con Funny Girl; como Hollywood tradicionalmente había rehuido la problemática racial decidió abordarla en No se compra el silencio, su última película.
La mayor coherencia de Wyler se encuentra no en su temática,  sino en su estilo, basado en planos prolongados y con gran profundidad de campo, por lo que algo que ocurre en último término resulta tan claro para el espectador  como lo que pasa en primer plano. Esta técnica la había comenzado en 1936 con Esos tres, y la continúa hasta Los mejores años de nuestra vida en 1946.  La película citada en primer lugar representó, además, el inicio de la colaboración con el operador Gregg Toland y el productor Sam Goldwin, para el que rodó sus mejores títulos de los diez años siguientes: DesengañoCallejon sin salidaCumbres borrascosasLa lobaLos mejores años de nuestra vida (ésta fue la última de esta estrecha colaboración).
Wyler se convirtió en el director favorito de la Davis.
Aquí los vemos charlando durante el rodaje de La Loba.
A primera vista parecería como si se hubiese atribuido a Wyler el mérito de una empresa colectiva (aunque la verdad es que nunca lo reclamó para sí). No obstante, todos los elementos de las películas de Wyler encajaban los unos con los otros de tal manera que no cabe más remedió que considerarlo como la "fuerza directriz" de las mismas.  Es posible que a Toland le interesara experimentar con la profundidad de campo, pero esto fue precisamente lo que lo hizo útil para Wyler, ya que esa forma de dirigir se adecuaba perfectamente a la manera que tenía de dirigir este realizador a sus actores, quien siempre prefirió rodar planos largos que permitiesen a los intérpretes desarrollar una escena de principio a fin, en lugar de filmar planos de breve duración que, mediante un cuidadoso montaje, diesen la impresión de una buena actuación.
En el caso de Wyler, conviene más fijarse en la obra que en su autor. Quizás sus películas son algo impersonales, pero, en un Hollywood en que los directores se esforzaban cada vez más por convertirse en las estrellas de sus propias películas, él se se convirtió en un ejemplo de modestia, rasgo que a su vez revelaba una fuerte personalidad individual. 
Y si, en último extremo, no se quiere reconocer que Wyler fue un gran director, lo que no se puede negar es que realizó un puñado de excelentes películas.

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