viernes, 22 de febrero de 2019

El cine japonés contemporáneo en cuatro películas y un actor

Todavía en los grandes festivales y en las salas de cine, las películas japonesas siguen hoy marginadas. Por ello, en esta entrada trataremos de dar visibilidad a este cine con cuatro películas y un actor. 
Las películas
1.- Intimacies (Shinmitsusa, 2012), de Ryusuke Hamaguchi
Después de Netemo sametemo (2018), también conocida como Senses y Asako 1 y 2, el entusiasmo en torno a Ryûsuke Hamaguchi, un cineasta hasta ahora misterioso, no termina con otro de sus obras maximalistas, que hábilmente trabaja la dimensión teatral contenida en nuestra vida cotidiana. En cuatro horas y quince minutos, Hamaguchi entrega aquí una película en tres partes: los ensayos, luego la representación de una obra, seguida de un epílogo. La historia gira en torno a un hipotético conflicto militar con Corea del Norte, que interrumpe y modifica a cada una de las tres partes. Es la oportunidad de ver una vez más en una obra suya el método de este cineasta residente en Kobe que, a través de un sistema de variaciones y ecos, aprovecha el tiempo que se da para explorar realmente los sentimientos, liberar la palabra y decirnos que nada es seguro, que nada se ha conseguido: al principio, ansiosos por dar lo mejor de sí mismos, los actores cuestionan el principio mismo de su trabajo y expresan honestamente sus sentimientos, en un mundo donde las presiones sociales apenas lo permiten.
2.- Los niños lobos, o también Los niños lobo Ame y Yuki (Ookami kodomo no Ame to Yuki, 2012), de  Mamoru Hosoda
Ciertamente, el recuerdo de Miraï, mi hermana pequeña (Mirai no Mirai, 2018), la última película animada de Mamoru Hosoda, todavía está muy próxima. Pero solo podemos recomendar un encuentro con este autor en ascenso que, al frente de su propio estudio de animación, Chizu, tiene como única vocación el cine, que descuidan la mayoría de los otros estudios y -al hacerlo, surge su singularidad-, respondiendo a las demandas formuladas por la pequeña pantalla. Mamoru Hosoda también hizo su debut al revelarse a sí mismo capaz de dar un alma a múltiples comandos como Digimon Adventure o Dragon Ball Z, la película. Desde La chica que saltaba a través del tiempo (Toki wo Kakeru Shōjo, 2006), logra borra cada vez más la frontera entre lo real y lo onírico, y abordar temas complejos mientras sigue siendo asequible para el gran público. La película trata sobre la historia de Hana, una chica de 19 años de edad que se enamora de un hombre lobo. La película se desarrolla desde que se enamora de él hasta 13 años después.
3.- 0,5 mm (0.5 miri, 2014), de Momoko Andô
En su segundo largometraje, Momoko Andô realiza una comedia sobre la tercera edad (mayores de la etapa tardía) en Japón que evita la cortesía sumisa. El impertinente cineasta prefiere describir la odisea de una enfermera marginal, Sawa Yamagishi. La familia de un anciano le pidió a Sawa que durmiera con él, lo que la llevó a perder su trabajo y su casa. Criminal, sin ser realmente malvada, intenta comprender a unos ancianos solitarios o amargados, haciéndose cargo de su vivir diario y procura darles ganas de vivir, al tiempo que aligera sus ahorros. Momoko Andô mezcla de manera irreverente la apatía de Japón hacia sus ancianos, la inmensa riqueza financiera que poseen y la capacidad de todos para comprender una muerte inminente en su familia. Esta película, rica y con matices, es, a la vez, un asunto de intercambio intergeneracional como de un aprovecharse de la debilidad. El título se refiere, en cuanto a él, al famoso dicho de Confucio: "Si una persona sola fuera capaz de mover una montaña 0,5 mm entonces, si todos se pusieran a empujar la montaña realmente se moverían y podría comenzar una revolución". 
4.- Hanagatami (2017), de Nobuhiko Ôbayashi
Más excéntrico, pero también obsesionado por la guerra, este último largometraje de un cineasta que comenzó en la década de 1960, está situado temporalmente unas pocas semanas antes del ataque a Pearl Harbor. Nobuhiko Obayashi, ahora octogenario, se dedica aquí a la exploración del placer y la ligereza de una pandills de estudiantes japoneses de secundaria, más o menos conscientes de vivir sus últimos momentos de inocencia y bailar sobre volcán. Su película es un algo extravagante, todo en zooms, juega con los colores y el manierismo vanguardista heredado de la década de 1970. Su título se refiere tanto a una canasta de rosas rojas como a una obra de teatro en el teatro Nô (una de las manifestaciones más destacadas del drama musical  o lírico japonés que se ha realizado desde el siglo XIV), en la que hay dos amantes. Enloquecido por su separación. Hanagatami también se hace eco de la película más conocida de su autor, Hausu (1977), también recomendable su visionado, y en la que una casa, con vida propia, literalmente devora a sus habitantes.
El actor
Kōji YakushoIsahaya, 1 de enero de 1956, cuyo verdadero nombre es Kōji Hashimoto, un aclamado y famoso actor, guionista y director japonés. Su primer papel llegaría en la primavera de 1978 en una audición de Tatsuya Nakadai, donde sería uno de los cuatro elegidos de 800 solicitantes. Que sea un vagabundo, un samurai o un oficinista, este versátil actor nunca pasa desapercibido. Su reconocimiento internacional fue en aumento  con Memorias de una geisha (Memoirs of a Geisha, 2005) y Babel (2006) -en esta última actuó junto a Brad Pitt-. Ha sido el centro de atención durante más de veinte años, desde La anguila (Unagi, 1997), de Shohei Imamura, Palma de Oro en Cannes ese mismo año, hasta El tercer asesinato (Sandome no satsujin, 2017), de Hirokazu Koreeda, estrenada en Europa unos meses antes de que el director obtuviera la Palma de Oro por Un asunto de familia (Manbiki kazoku, 2018). Presunto asesino en El tercer asesinato, lo encontramos como un policía que comienza a parecerse un poco  a los maníaco a los que persiguen en The Blood of Wolves (Korô no chi, 2018).

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