sábado, 31 de mayo de 2025

En Cannes, la primera película de Scarlett Johansson sobre una abuela traviesa es demasiado sabia

Una anciana indigna se apropia de la historia de deportación de su amiga fallecida. Con este inquietante guión, Scarlett Johansson ofrece una producción clásica en Eleanor the Great. Aún quedan las actrices.
Dos estrellas estadounidenses, y no menos importantes, presentaron este año su primer largometraje como cineastas en Un Certain Regard. Tras Kristen Stewart el pasado viernes, Scarlett Johansson presentó el martes 20 de mayo de 2025 a Eleanor the Great (2025) en un Théâtre Debussy nuevamente abarrotado, firme creyente ya en la prestigiosa invitada del día. La comparación entre la ex heroína de la saga Crepúsculo y la de Lost in Translation es aún más inevitable porque sus logros inaugurales, aparte de su conexión con el cine independiente, difieren completamente. Mientras Kristen Stewart, fiel a su imagen artística, deconstruye hasta el extremo la narrativa y la puesta en escena en la a veces complicada The Chronology of Water, Scarlett Johansson, más modesta en su ambición, se contenta con un clasicismo a ultranza. La audacia de la sabia Eleanor the Great reside en otra parte: en la elección inesperada de un protagonista de 94 años...
Eleanor Morgenstern vive un retiro tranquilo en la soleada Florida, compartiendo un apartamento con su vieja amiga Bessie Stern, a quien conoció setenta años antes en Nueva York. Las dos abuelas traviesas y de lengua afilada causan muchos problemas a sus vecinos y a los jóvenes empleados del supermercado que frecuentan. Pero cuando Bessie muere, Eleanor se ve obligada a refugiarse en el apartamento de su hija en Manhattan. Para mantener a su madre ocupada, la inscribió a la fuerza en el Centro Cultural Judío. Donde Eleanor, después de un malentendido, se encuentra en un grupo de apoyo para sobrevivientes del Holocausto. La anciana despreciable perturbará entonces a su audiencia con sus recuerdos de cuando era una niña escondida en Polonia y luego deportada a Auschwitz. Primer problema: Eleanor es una paleta de Des Moines, Iowa, que se convirtió al judaísmo en 1953; se apropió de la vida de su amiga Bessie, nacida en Yiddishland polaca. Segundo problema: una estudiante de periodismo e hija de un famoso presentador de televisión, presente ese día, queda tan conmovida por la trágica historia de Eleanor que decide dedicarle un artículo...
¿Puede una mentira tan moralmente reprobable como una experiencia imaginaria en un campo de exterminio seguir cumpliendo el deber del recuerdo? La pregunta, tan inquietante, estaba en el centro de Marco (2024), de Aitor Arregi y Jon Garaño (en cines desde principios de mayo), el biopic de un (auténtico) mitómano español que se proclamaba víctima del nazismo. Eleanor the Great, por desgracia, lo pasa por alto, quizá por exceso de cautela, o más seguramente por preocupación de no dañar la bondad de sus personajes y los buenos sentimientos que transmiten. Con el riesgo, a veces, de caer en una emoción demasiado obvia debido a los diálogos de Tory Kamen y a la melosa música de Dustin O'Halloran. Es aún más lamentable porque Scarlett Johansson, como la mayoría de sus colegas actrices que han trabajado detrás de la cámara, sabe cómo sacar lo mejor de sus actrices, desde la joven Erin Kellyman hasta la veterana y muy chic June Squibb (96 años), que va camino de convertirse en una de las jóvenes favoritas del 78º Festival de Cannes.

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